miércoles, 25 de marzo de 2015

MIRADAS (5)







(5ª entrega


En la consulta de urgencias, sin embargo, no podía evitarlo. El médico escuchó sin preguntar apenas nada el relato de Pablo, que como de costumbre se había adelantado a explicar todo, y luego se dirigió a mí: - Entonces, ¿Usted tiene la impresión de no poder abrir los ojos?
Suspiré sin querer.
- No es impresión; simplemente es así.
 Mientras hablaba, notÉ el olor a desinfectante que aumentó cuando el médico empezó a tocar y apretar mis párpados. Me dolía y quise apartar la cabeza, pero él seguía palpando y moviendo un puntito de luz rosa que veía a través de mis párpados. 
- No se mueva, por favor, - dijo:  - podría hacerle daño.
 Aparté su mano e intenté levantarme.
- Está muy nerviosa, - su voz sonaba a rutina y a cansancio: - en un primer lugar, le daré un calmante.

Seguramente se fue a la vitrina de los medicamentos que está al fondo de la habitación, porque le oí abrir una puerta con llave. Pedro le había seguido, y su voz sonaba desde más lejos cuando le escuché hablar.
- No cree, Doctor, que quizás... me refiero a un trastorno debido al sobrepeso... Usted mismo le ha recomendado a mi mujer bastantes veces que pierda peso...
 Intentaba acordarme de la cara del médico que ya habíamos consultado en otras ocasiones, pero todavía no lo había conseguido cuando el olor a desinfectante de nuevo se hizo más fuerte.
- Tómese esta pastilla. Le ayudará a relajarse. Si mañana los síntomas no han desaparecido, vuelva a venir a mi consulta.
No pude contestar porque con la lengua había empujado la pequeña pastilla redonda a un rincón de mi boca, y la quería mantener allí. Pedro volvió a ponerme su mano sobre el hombro, y me guió hacia la puerta. Por desgracia nunca ha tenido gran sentido del espacio – lo cual también se nota cuando aparca – e hizo que yo chocara con el hombro derecho contra el marco. Antes de que el dolor pudiese aflojar, me di media vuelta y pude ver como él y el médico intercambiaban unas miradas cargadas de significado.
- No, no estoy loca, - dije con rabia y escupí la pastilla que cayó al suelo. Luego me volví hacia la puerta y conseguí salir, si bien chocando de nuevo con el marco, esta vez por la izquierda.


Hasta llegar a casa, no contesté ni a las disculpas poco convencidas ni a los comentarios impacientes de Pedro. En casa pasé a tientas por el baño y me fue al dormitorio donde me desvestí y me metí en la cama. A través de mis párpados, la lámpara de la mesita dibujaba un perfecto círculo luminoso, y a pesar de lo preocupada que estaba por mi situación, me sonreí porque me parecía una luna llena, mi propia luna llena que podía poner y apagar con el interruptor, como si yo fuese el sol.


(CONTINUARÁ EL DOMINGO 29)

5 comentarios:

  1. Buenas tardes, Dorotea:
    Aquí sigo atrapado cion la lectura de tu novela.
    Un abrazo.

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  2. Un abrazo, Nino, yo encantada de que te siga interesando.

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  3. Hoy he tenido doble ración, no pude acudir a la última lectura pero sigo sin descubrir el porqué. ¿Has leído ensayo sobre la ceguera?
    Un abrazo

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  4. Me vine a poner al día con los capítulos que tenía pendientes, y la verdad es que me mata la intriga! Qué le puede estar sucediendo a la protagonista? Qué
    situación! Yo estaría en un mar de nervios! Nos vienes atrapando lindo!
    Besos!
    Gaby*

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  5. Ahora a esperar a ver como se resuelte este lio, pobrecita solo ve si se hace daño y el marido cansino que tiene que adelgazar, pues que adelgaze el jajaja. Que curiosidad siento por saber a que se debe esto de tener los ojos pegados, que no querra ver...
    Besos.

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