sábado, 21 de marzo de 2015

MIRADAS (4)




(4ª entrega)

Padre e hijo estaban en la cocina. El olor a ajo frito venía por el pasillo hacia el salón, y se escuchaba la radio de la cocina que informaba sobre el mundo deportivo. Al cabo de algún tiempo oí que se acercaban pasos. Alguien movió la mesa, y luego Manu dijo:
- Te he traído algo para comer. Ven a la mesa.
Agradecida le hice caso, y después de unos intentos conseguí comer con bastante decoro, y sólo una vez me pinché con el tenedor en la nariz y tuve que toser.

Inmediatamente me hubiese gustado volver a pincharme con el tenedor, porque al toser había percibido una imagen perfecta y nítida de mi entorno. Tosí sin ganas, pero no vi nada.
- ¿Te has atragantado? - Manu puso el vaso de agua en mi mano: -  No hagas tonterías, Mam. Abre los ojos ya. Vas a tirar todo el agua.
- Como si tirase el agua..., - quería protestar, pero al parecer había inclinado el vaso sin darme cuenta, y de repente el líquido me mojó la pierna.

Con el susto, volví a ver durante un instante una parte del salón: Manu – que llevaba la sudadera azul que tanto le gustaba - estaba sentado en el posabrazos del sillón grande. La prenda olía un poco a sudor, y por cierto la había metido en la lavadora antes de irme a la peluquería, si bien sin haberla puesto en marcha.
- ¿Cómo es que llevas la sudadera azul? - pregunté sin pensar en las consecuencias. El olor a sudor se hizo más intenso cuando Manu me abrazó aliviado.
- ¡Papá! - me chilló al oído  - Mam está mejor. Ha vuelto a abrir los ojos.

Media hora después y al cabo de muchas repeticiones de la única explicación que podía ofrecer, Manu, confuso y preocupado, se había ido a su cuarto. Pedro estaba sentado a mi lado, y tamboreaba con dedos inquietos sobre la mesa.
- No querrás decir en serio, - aquí hizo un aparte lleno de significado: - que sólo ves tu entorno si te haces daño o te echas un vaso de agua fría encima.

Por supuesto tuve que admitir que aquello sonaba tan raro y absurdo, que en el caso contrario yo seguramente tampoco le hubiese creído. Pero por no darle la razón, me callé, y Pedro interpretó mi silencio a su manera. Se fue al escritorio para sacar de la carpeta de documentos mi cartilla de la Seguridad Social.
- Ahora mismo vamos al médico. Seguro que te mandará alguna cosa, y ya veremos si no tiene que ver con el asunto gastronómico...
Su voz se alejaba al abrir él la puerta del cuarto de Manu para decirle que me llevaría al médico.

Localicé con el pie la pata de la mesa, y me di un fuerte golpe contra la misma. Un dolor sordo recorrió toda mi pierna, y se mantuvo durante un rato. Me mordí los labios para no gritar, pero la patada me había permitido ver la puerta del salón al pasillo, y con esta instantánea en la memoria, cogí mi chaqueta y estaba esperando junto a la puerta, cuando Pedro salió del cuarto de Manu.
- No, si se ve que no puedes abrir los ojos - dijo con palpable sarcasmo. Me limité a encogerme de hombros, porque no me apetecía volver a repetir los mismos argumentos que antes.

(SE CONTINUARÁ EL MIÉRCOLES 25)


2 comentarios:

  1. Buenas tardes, Dorotea:
    Gracias por continuar con la serialización de tu novela.
    Un abrazo.

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  2. Gracias a ti por darme ánimos para seguir. Un fuerte abrazo.

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