Lazos de acá, raíces de allá, en medio el intento de fijar con palabras, pinturas y arcilla, impresiones y momentos para recordar y compartir.
miércoles, 13 de septiembre de 2017
LA MANO QUE RECIBE LA MONEDA
Mi mano derecha levanta un vaso de plástico. A ver si se anima alguien a echar el euro del carrito. Con esa mano pegué no hace mucho a mi mujer que no dejaba de incordiarme después de que me despidieran del trabajo. Yo había vuelto a coger un billete de la caja y se me cayó al pasarlo a mi bolsillo. Sin pensárselo, la dueña del bar pisó mi mano dos veces antes de ponerme de patitas en la calle. En el ambulatorio me la curaron con un vendaje de un blanco insultante por su contraste con el hematoma. Sin embargo hubo un tiempo en que yo llevaba camisas de esa misma blancura y mis manos tenían las uñas limadas y la cutícula quitada. Entonces me gustaban los pilots de punta de 3 mm para tomar notas mientras hablaba por teléfono y solía dar manotazos en la mesa cuando no encontraba ninguno. Luego tuve que declararme insolvente y de noche sacar a pulso los muebles de la oficina para venderlos en un mercadillo. ¡Cuánto pesó la mano del municipal que me detuvo por la denuncia del casero! Recuerdo mis manos esposadas y recién desinfectadas cogiendo el plato en el comedor del trullo, jugando a las cartas con otros presos de poca monta y aprendiendo a liar pitillos con el tabaco de las colillas que recogía. El tembleque que me salió cuando ya estaba de vuelta en la calle ahora solo se calma si me tomo unas cuantas copas. Así que, señora, déjese de ofrecerme un paquete de sobaos y suelte ya la moneda que acaba de sacar del carro de compra.
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Parece fácil pasar de un mundo a otro, pero creo que no lo es, se van dando pasos dejándose llevar, sin discutir con uno mismo, buscando la facilidad del abandono personal. Has escrito un relato que muestra muchas vidas reales, muy duro y muy triste.
ResponderEliminarEste relato nos dice que la vida nos cambia en un plis plas , y nunca estamos para esa otra vida , llena de penurias y miserias , hay que ver como el caracter cambia al mismo tiempo que la situación de nuestra vida .
ResponderEliminarUn buen relato .
Saludos, feliz semana.
Debe ser dificil pasar de la "zona de seguridad", a la de la zozobra, el desapego y la falta de lo esencial y necesario.
ResponderEliminarNo es extraño que se desencuadernen las mamparas del alma.
Magnífico relato.
Un beso.
Una historia bien triste, pero real como la vida misma. Na die estamos a salvo de acabar así.
ResponderEliminarUn abrazo
Una historia completa.
ResponderEliminarBesos.
A través de las manos, todo un mundo. Un abrazo
ResponderEliminarSobre todo me impactó cuando, tras el robo, narras cómo la dueña del bar le pisoteó la mano antes de echarlo; es una imagen muy recurrente, que ya indica todo lo que se aviene.
ResponderEliminar¡Saludos!
Muy dura la historia y muy real. Un texto visual, muy visual.
ResponderEliminarBesos
De mano en mano vas mostrando la dureza del relato y como la seguridad de la vida es relativa. Muy bueno y muy bien escrito, besos.
ResponderEliminarHas descrito muy bien el proceso de deterioro material y emocional de quien pierde su trabajo y se encuentra con un panorama sombrío sin apenas posibilidades de recuperar lo perdido. Mee ha gustado mucho.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
¡Hola! Qué bien narrado está el antes y el después, hilvanado de tal forma que se vuelve muy natural leerlo.
ResponderEliminar¡Un abrazo!
El relato está muy bien contado, aunque me chirría un poco el cliché del protagonista: maltratador, ladrón y exconvicto.
ResponderEliminarSaludos.
Hasta cierto punto te doy la razón, Ibso, pero suelo dejar libertad a mis personajes y este evolucionó de víctima de las circunstancias a... bueno, ya lo has visto. Un abrazo
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