jueves, 2 de abril de 2015

MIRADAS (7)



(7ª entrega)




En realidad, el comportamiento de Pedro no me dio muchos motivos para criticar. Mientras yo no pretendiera explicarle mis sorprendentes percepciones sensoriales, y elogiara su demostrada voluntad de hacer todo bastante mejor de lo que yo lo hiciese previamente, la verdad es que discutíamos mucho menos que antes. Esa ‘mejora’ de nuestras relaciones fue tan notable que incluso Manu se dio cuenta, quien por las tardes y noches pasaba largas horas con el televisor y conmigo. Antes nunca había parado en el tiempo que mi hijo se entretenía todos los días con la televisión, pero ahora también yo me convertía paso a paso en conocedora de todos los comentaristas deportivos, y sabía distinguirlos por su pronunciación o el vocabulario que utilizaban. De hecho estaba a punto de aprender a reconocer a los hinchas de diferentes equipos por la manera de la que animaban a sus ídolos, cuando ocurrió algo que interrumpió bruscamente mi avance en esa dirección, que – dicho sea de paso – bien podría haberme llevado a participar en un concurso del estilo de ‘¿Qué apostamos?’

Fue por la tarde, casi de noche ya, y estaba sola en casa, cuando me llamó la atención un ruido difuso que procedía del armario guardarropas que ocupaba un rincón de la entrada. Me acerqué con precaución buscando con la mano posibles obstáculos, y abrí el armario. El leve zumbido recordaba un abejorro encerrado, pero el sonido era demasiado metálico para un insecto. Percibí el olor a humo y cerveza de la chaqueta de Pedro, colgada como siempre a la derecha del armario, y noté que el sonido venía precisamente de ahí. Después de unos intentos, logré sacar su teléfono móvil del bolsillo interior de la chaqueta, y apreté al azar algunas teclas hasta que de pronto me salió una voz diciendo:

- Pedro, cariño, ¿por qué no me llamas?

Solté el móvil como si fuera una patata caliente, y se cayó al suelo resbalándose mientras la voz seguía hablándole a Pedro como si lo conociese demasiado bien. De pronto, la voz se calló en medio de una frase. Pedro, que había entrado sin que yo le escuchara, había apagado su móvil.

Respiré agitadamente como siempre cuando estoy nerviosa, y pude sentir como él abría la boca para soltar uno de sus comentarios al estilo de ‘Estás resoplando. ¿No crees que deberías perder peso?’, pero esta vez me adelanté yo.

- ¿Quién fue?
- ¿Quién?
- La del móvil.
- ¿Cómo voy a saberlo yo si tú estabas hablando?
- Cogí tu móvil porque sonaba, y no dije una sola palabra.
- Ni yo tampoco.
- Entonces, mira en la memoria de llamadas.
- No funciona.

Callamos los dos, agotados por este fuego cruzado de desconfianza e impaciencia. Me mordía fuertemente los labios, pero el dolor no era suficiente, y no podía ver su cara, así que intenté darme una patada a la espinilla que tampoco dio resultado.
- ¿Qué estás haciendo? – preguntó Pedro con extrañeza, pero también con cierto alivio por la distracción que se había presentado.
- No lo ibas a entender de todas las maneras, - contesté desaborida, y obedeciendo un repentino impulso, intenté tocar su cara con mi mano.
Me esquivó, y se apartó hacia un lado.
- ¿Qué es lo que quieres ahora? ¡.. y con el niño en casa!

Difícilmente podría haber reaccionado con más rechazo si hubiese intentado tirarme desde la terraza. Durante un instante tuve la impresión de que en ese segundo supuesto su horror hubiera sido bastante menor, pero enseguida quise pensar que fue un disparate suponer tal cosa.

- Sólo quiero sentir tu cara, ya que no puedo verla, - dije debatiéndome entre la humillación y el enfado: - ¿de veras es tan terrible?
Como respuesta me cogió por la muñeca y me obligó a poner la mano sobre su cara, repasando sus rasgos con movimientos exagerados.
- Aquí tenemos la nariz, - dijo como si hablara con una niña pequeña, - aquí los ojos y la frente, y esta es la boca. Fin del viaje.

Cuando me soltó, mi mano colgaba pesadamente de mi brazo, y tuve que controlarme para no golpearla con toda mi fuerza contra el marco del armario.
- ¿Quién te ha llamado?

Mi voz apenas era audible, al igual que la suya cuando me contestó: - Alguien muy importante para mí.


(SE CONTINUARÁ EL DOMINGO 5)

2 comentarios:

  1. Me tienes muy intrigado con el desarrollo de la trama, Dorotea.
    aquí estaré el domingo.

    ResponderEliminar
  2. El domingo sabremos un poco mas. Abrazos

    ResponderEliminar