(12ª entrega)
Mi
despertar fue bastante menos placentero que mi entrada al mundo de los sueños:
alguien - ¿quién sería sino Pedro? – me cogió por el hombro y me chilló al
oído.
-
¿Has celebrado un botellón casero con Manu? – Parecía estar fuera de sí cuando
me soltó y empezó a recorrer el salón. - ....que no tiene todavía edad para
beber ..... además quería tomarse sus primeras copas conmigo, con su padre.....
y encima el Rioja bueno que teníamos reservado para alguna ocasión especial...
Finalmente
había conseguido que me despertase del todo, sacándome de mi letargo: - ¿Para
qué tipo de ocasión exactamente? – pregunté con sarcasmo: - ¿El divorcio? ¿Tu
compromiso? ¿No habrá un bautizo a la vista?
Me
enderecé tapándome mejor con la manta que estaba casi en el suelo, y noté con
satisfacción que seguía oliendo a humo. Como si hubiese adivinado mis
pensamientos, Pedro se acercó tanto que me caían pequeñas gotitas de saliva
cuando dijo de voz en grito:
-
Y el pestazo a humo que tiene la casa, igual que un bar de mala muerte....
¿También habéis fumado? ¡Solamente cigarrillos, espero!
Intenté
levantarme con decoro, pero la manta se me enredó a las piernas, y me hubiese
caído si Pedro no me hubiera sujetado por el brazo.
-
¡Sigues borracha! – Su voz expresaba tanto rabia como perplejidad: - ¡En tu
estado.... y vas y te emborrachas con Manu!
-
Pero ¡si yo no estaba en casa, Papá! – protestó Manu desde la puerta: - ¿Qué
pasa? ¿Mam se ha tomado una copilla?
Se
reía con auténticas ganas, pero Pedro no estaba para bromas.
-
¡Menuda copilla repartida en dos vasos! Y una botella entera del mejor
Rioja....
Manu
se acercó de golpe a la mesa. Los vasos chocaron.
-
¿Mam? - su voz se hizo más aguda: - ¿Has tenido visita?
Incluso
sin verlos, los veía delante de mi, padre e hijo con la misma expresión de
cara, suspicaces y con mal genio. La Santa Inquisición buscando indicios, pensé
para mis adentros mientras cogía los vasos y me los llevaba a la cocina para
dejarlos en el lavavajillas. En el salón hubo silencio durante un momento, pero
luego Pedro empezó a cuchichear con Manu. Entendí sólo una parte, pero el resto
era fácil de imaginar.
-
.......Tu madre está fuera de control......Debes entender que no puedo
encargarme de dos hogares, de dos casas ......... Ya verás lo bien que le
sientan unos pocos días en esa clínica de la que te hablé. Así no podemos
seguir.
Volví
al salón manteniendo abierta la puerta del pasillo.
-
Pedro, - no levanté mi voz que de pronto estaba un poco ronca, pero estaba muy
segura de lo que iba a decir: - Me parece que ya puedes irte y no hace falta
que vuelvas mientras no tengas que hacer aquí algo realmente importante,
digamos, por ejemplo, traer comida para tu hijo o algo por el estilo.
Mi
compostura dignificada me sorprendía incluso a mi misma, pero a continuación se
me escapó: - Y hasta entonces, ¡que lo pases bien con tu amorcito! - Con lo
cual me gané una exclamación de Manu que dijo: - ¡Vaya puntazo, Mam!
Pedro
se fue resoplando de rabia (al fin y al cabo, su signo de zodiaco es tauro), y
Manu desapareció rápidamente en su cuarto porque conocía la rutina de nuestras
discusiones, y seguramente no le apetecía escuchar mis quejas.
Si
al menos podría haberme desahogado llorando un rato, para liberarme de mi
enfado con Pedro y mis preocupaciones ante el futuro, pero mis párpados se
mantenían obstinadamente pegados, soldados o fundidos en una sola unidad, o
quizás era mi imaginación la que, en un absurdo intento de no ver lo que me
rodeaba, les impedía abrirse.
Con
estos pensamientos me lavé la cara en el lavabo con agua muy fría, y mis manos
echaban una y otra vez líquido sobre mis párpados, hasta que me di cuenta de
que estaba jugando con lágrimas de mentira que no me aliviaban para nada.
Bastante
más relajación me aportó el intento agotador de colocar piezas de ropa de Pedro
en la maleta más fea de las nuestras. Y ¿para qué necesitaría Pedro una maleta?
Al fin y al cabo llevaba más de diez años negándose sistemáticamente a
emprender el más mínimo viaje: demasiado caro, las fechas de vacaciones de Manu
que no coincidían con las suyas, demasiado lejos, demasiado peligroso.... hasta
que se me había despertado más de una vez la sospecha de que no quería
presentarse con Manu ni conmigo en ninguna parte. Pero al igual que tantos
otros asuntos de nuestro largo matrimonio, por cobarde y comodona nunca lo
había planteado a discusión, en parte también para evitar nuevos enfados y para
no alimentar su permanente desagrado. Logré cerrar la maleta llena, esta vez
sin pillarme los dedos, y la empujé debajo de la cama. Mi mano jugaba con el
interruptor de la lámpara de la mesita de noche. Luna llena, luna nueva; luna
llena, oscuridad...
El
recuerdo de la noche pasada me invadió, y me senté lentamente sobre la cama.
¡Qué visita más extraña había sido! Por un lado, había entre nosotros plena
confianza, y yo no había tenido ni un solo momento de preocupación o reparo en
cuanto a sus intenciones, ni había detectado ninguna falta de coherencia en sus
palabras. Por otro lado tenía que admitir que no sabía nada en concreto de él:
sólo su mote o nick del chat, y la ciudad en la que presuntamente vivía. Vaya
palabra tan antipática, pensé, ese ‘presuntamente’, como si señalase con un
largo dedo acusador a la persona que ha aportado un dato determinado. Y
hablando de datos, eso era todo lo que sabía de él, aparte de mi opinión y mis
impresiones...
(SE CONTINUARÁ EL MIÉRCOLES 22)
Voy tomando posiciones y decidiendo quien me gusta y quien no.
ResponderEliminarGracias por seguirme. Un abrazo.
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