jueves, 13 de junio de 2013

EL SECRETO





CONFESÁNDOME...


No fue ayer ni hace algunos años... Transcurría la última semana de la catequesis y nos había hablado el cura sobre la sinceridad absoluta con la que había que afrontar la confesión previa a nuestra gran fiesta de la primera comunión. Camino a casa me esforcé por encontrar pecados importantes y serios que iban a 'quedar bien' a oídas del cura cuando me las escuchara a través de la rejilla de madera, amortiguado por la cortinilla de terciopelo y suavizado por la leve sordera que el hombre sufría. Sin embargo, por más que le diera vueltas, no pude pensar en nada peor que el haberle sacado la lengua a mi hermana mayor o no haber rezado en un par de semanas por la salud del abuelo. Tampoco quise pedir ayuda a Mamá que estaba tan contenta de que las dos niñas fuéramos tan buenas. Seguro que la entristecería tener que buscar conmigo en mi memoria pecados dignos del confesionario.

A la tarde siguiente me arrodillé en el banquito y el cura me saludó cariñosamente. No pude hablar, tan preocupada estaba de no tener nada que confesar.
-¿Qué te pasa? Tan grave no será lo que tengas que decirme. Venga, desembucha. ... Ave María Purísima... -me quiso ayudar.
Una idea atravesó mi mente y sin pensarlo un instante, lo dije:
-¡He robado una goma de borrar!
-¿Tú? Vaya, y ¿puedes devolverla?
Ya tuve que pensar un poco más.
-No, no puedo.
-¿Por qué? ¿La perdiste?
-La vendí, -estaba decidida a ser mala, pero que mala, malísima.
-¿Qué te dieron a cambio?
-Dinero, -casi no me quedaba voz para seguir mintiendo pero saqué fuerzas de flaquezas- mucho dinero.
-¿Mucho? -Su voz, normalmente seria, tembló un poco. ¡Me estaba tomando a broma!
-¡Sí, mucho!
-¿Por una goma?
Me había pillado, o quizá no.
-Es que lo he hecho muchas veces.
Seguramente en consideración a la larga fila de compañeras que estaban esperando detrás de mí, decidió pasar página.
-Pues te rezas tres Padre Nuestro y cuando vayas a casa se lo cuentas a tu madre, ¿de acuerdo?
-Amén, -fue todo lo que me salió como respuesta. ¿A Mamá que siempre nos decía que lo más importante era el respeto a los demás, a sus cosas y opiniones?

Efectivamente, Mamá se puso triste y quiso saber a quiénes había quitado las gomas de borrar. Nombré a tres de las compañeras que siempre presumían de estuche nuevo y lapices con punta. Ante mis lágrimas por no saber decirle la verdad ni -¡peor!- confesar que había mentido al cura y ahora a ella, me dio un beso y me hizo prometer que no volvería a hacerlo. Eso sí, tuve que comprar con las monedas que había en mi hucha tres gomas preciosas para regalárselas a las niñas a las que presuntamente había robado las suyas.

Para que os sirva de lección de no confesar pecados inventados ni secretos ficticios. A veces es mejor confesar que por cobarde, bonachona o falta de oportunidades una ha sido buena a reventar. Como es lógico, no he vuelto a pasar por la misma situación. Primero tuve pecadillos que confesar y más tarde dejé de confesarme de cualquier manera. Hasta este instante...




12 comentarios:

  1. No sé si es real pero podría serlo dadas las condiciones en que se hacían aquellas confesiones.
    Es buenísimo el relato-

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  2. Tierno a más no poder!
    Qué empeño tienen los curas con que los niños pequen...Y se sientan culpables, claro.
    Salu2

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  3. A la protagonista le ha pasado igual que a mi cuando hice la primera comunión, que no sabía que confesar porque no era muy malvada, en fin que algo me tuve que inventar.

    Un beso

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  4. Pues si que la despachó rápido el cura, había cola y ya se sabe, le traspasó la pelota a la mamá y ya te apañarás, los hay que hacen su oficio con una rutina que espanta.
    ¿Qué mandangas de pecados puede tener en su conciencia una niña? Pero hay que inventarse culpas como sea o no habrá penitencia y el negocio no les va muy fino, les arrebató la clientela el face !oh tiempo!
    Ni me acuerdo de lo que le confesé al cura, y sigo sin confesarme, tampoco voy al psiquiatra, no tienen remedio mis secretos.
    Besito, me gustó el tema, casi estuve por tocarlo pero con otro enfoque.

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  5. Imagino que se te notaria a leguas que tu no eras capaz de robar ni una mosca. No vende bien eso de ser buena.
    Un beso

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  6. Esa sensación es terrible, pobre niña, si es que no puede uno ser bueno, a la fuerza habia que confesar aunque fuera mentira. Me encantó Dorotea.
    Un abrazo.

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  7. Bajo la promesa del secreto de confesión, se enteran absolutamente de todo y ya se sabe que en la información está el poder. ¿qué reprochables maldades puede albergar el corazón de una niña?. Y lo malo, porque aún me acuerdo, es que ante cualquier pecadillo te someten a un tercer grado del tipo: donde, cuando, cuantas veces, con quien, etc. etc.
    Un abrazo.

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  8. Qué situación! Yo que tú, hubiera regresado al otro día a confesarle el pecado más reciente: padre, me confieso, lo que le confesé ayer sobre las gomas, eran puras mentiras. jajaja! en fin, de niños tenemos nuestras cosas y un modo de sentir y ver las cosas diferente.
    Muy buena confesión la que nos has hecho en estas oportunidad. Tranquila, no habrán padres nuestros que rezar esta vez, solo con leerte nos damos por satisfechos.
    Besos! Gaby*

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  9. Qué buen relato, y qué tierno, me ha encantado ja,ja me ha hecho recordar un pecado real que tuve que confesar al cura porque ya no podía más...una cosa ridícula pero que suponía un peso tan grande para mí. Cuánto miedo nos ha metido en el cuerpo la religión!

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  10. Pues eso, si evitas la ocasión evitas el peligro.
    Retrato fiel de una época y una situación que vivimos, sólo que cambiando gomas y cura, por besos y monjas.

    Besos

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  11. Hay en eso de las confesiones un componente de descanso anímico innegable. Aunque no es necesario que sea en un confesionario, sirve un buen amigo. A menudo se nos olvida de que no estamos hechos para ser individuos aislados y autosuficientes (a pesar de las culturas que han construido alrededor de sus habitantes una especie de zona de exclusión en la cual, la simple proximidad física al saludarse por cortesía, ya es tenida como una invasión intolerable. Esas culturas tiendes a producir tipos humanos más propensos a las psicopatologías)

    Un beso

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  12. jajajaj me he recordado -reconociéndome- en aquella primera confesión donde no tenía nada qué confesar!...si bien no llegué a inventar algo como para justificar el trámite del confesionario, sí concuerdo en la desorientación que sentía cuando ni idea tenía sobre qué confesar! ajajaj
    Saludos jueveros con retraso!

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