LEYENDAS URBANAS
Mujeres
sin rumbo,
tres balas
perdidas, tres,
de la
selva urbana
de
Torremolinos…
A la primera del triunvirato legendario de
Torremolinos hace tiempo que no la veo… y siempre que pasa eso y creo que
ha desaparecido, me la encuentro esperando en algún semáforo, esperando a que
se ponga en rojo, se entiende. En cuanto arrancan los coches, se lanza a la
calzada e insulta a los conductores. Cuentan que es la reencarnación de la
mujer de David el Gnomo, pero con un programa de contraste en bucle continuo, o
sea, no trabaja, ni limpia, ni lava, ni cocina… Solo su eterna sonrisa –si no
se está peleando con algún automovilista– y las mejillas pintadas de un rojo
improbable dan una pista sobre quien fue en otra vida esa mujer bajita y
rechoncha, desaliñada y sin gorro, que merienda en parques y duerme en cajeros
automáticos. De ropa se pone y superpone casi todo lo que tiene, que no es
poco: dos vestidos, tres chalecos, un par de pantalones, sus botas, y un tocado
de terciopelo gris. Lo que no puede colocar sobre su cuerpo, lo arrastra metido
en bolsas de supermercado.
De la segunda solo sé que la llamábamos ‘la
Lavandera’. Tanto verano como invierno lavaba día tras día sus cuatro vestidos, tres bragas
y dos blusones en cualquiera de las fuentes de Torremolinos. Lo tendía
todo y se sentaba al lado, casi sin ropa, esperando a que se secase alguna
prenda. Un bando del alcalde sobre el buen uso de las fuentes públicas, fueran o no de agua potable, le quitó su razón de ser. Ingresó en una residencia
donde no aguantó ni dos otoños.
La tercera fue vecina mía, una tiarrona con
hombros musculosos y pechos bamboleantes apenas tapados por ropa inadecuada. Ella
gustaba del abandono más sucio y tenía una manifiesta fobia al agua y sus
efectos. Esposa despreciada de un conocido abogado madrileño y rica en
posesiones materiales, malvivía en uno de los
apartamentos de su propiedad, con vistas al mar, costra de huevos
estrellados en el techo, mobiliario desgastado e inservible, y puerta
siempre abierta por la que nadie osaba entrar. A principios del mes el cartero
le traía grandes sumas de dinero –que en las pesetas de entonces parecían mayores todavía– que
gastaba sin ton ni son. Tenía una cuenta abierta en cada comercio importante
del pueblo; sin embargo a partir del día 10 solía hurgar en la basura y mendigar
tabaco de puerta en puerta. Dos veces al año recibía la visita de su remilgado
hijo de Madrid que la llevaba a un hotel de lujo para hacerla desparasitar,
bañar y que le cortaran el pelo. Como toque lúgubre os diré que los chicos
mayores de la urbanización solían asustar a los pequeños enseñándoles entre
las rocas detrás del bloque de apartamentos una tapa de piedra algo desviada
de su marco. Según ellos, ahí la loca enterró a un niño al cual había
matado. Los adultos nos reíamos de esa historia, pero se nos ponía la carne de gallina cuando se comentaba que la locura de la vecina se agravó a la muerte de su madre que vivía con ella. Se trastornó de tal manera que no avisó a nadie y compartió el apartamento con el cadáver hasta que el olor hizo que los demás llamaran a la policía. Su propia desaparición fue por el mismo estilo... Descanse en paz, Maricruz.
Tienen tintes de ser verdad las tres historias ¿lo son?
ResponderEliminarVaya tela, te pregunto lo que Tracy porque no me queda claro si es ficción o realidad.
ResponderEliminarUn beso
Digamos que son tres realidades contadas y recontadas a mi manera. He conocido a las dos mujeres ya fallecidas y de vez en cuando veo a la tercera, la primera de mi 'leyenda urbana'. Será que Torremolinos es un crisol de gente de muchas procedencias... podría haber añadido a algún personaje curioso más.
ResponderEliminarUn abrazo.
Terribles historias de personajes que como todos, no son otra cosa que humanos con dolores a cuestas.
ResponderEliminarUn abrazo
Me ha encantado tu aportación juevera. No es necesario recurrir a leyendas las más de las veces incomprobables en su veracidad, para acercarnos a peculiares personajes y a situaciones esperpénticas. Tus tres historias dan buena prueba de ello. Personajes reales a los que la vida, de una u otra forma, los ha llevado a un callejón sin salida, acabando por mantener comportamientos absolutamente atípicos y por tanto marginales, difíciles de entender y que provocan fácilmente un sentimiento de rechazo en los demás. Reitero que me ha encantado.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Qué historia (o historias, mejor dicho), tres vidas con sus peculiaridades, que dejan ante el que una vez las haya conocido, su imagen bien grabada en la memoria. Quedarán asociadas para siempre a algún hecho, como el caso de la tercera, que seguirá contándose de tiempo en tiempo (tal vez hasta algo distorcionado)para dejar constancia de sus desdichas, extrañezas u horror.
ResponderEliminarMuy buen aporte, humano, con sus vicisitudes y veracidad.
Besos!
Gaby*
Me parece que has bordado el relato! Me encanta!Has descrito la vida de tres mujeres con sus particulares leyendas de las que hay en muchas ciudades, mujeres especiales que han tenido unas vidas a veces increíbles...Enhorabuena!Me gusta mucho como escribes.
ResponderEliminarBesos
preciosas historias y muy bien contadas. Tienes mucho arte, amiga.
ResponderEliminarEstoy segura de haberte leído, lo que no estaba segura, es de que el comentario hubiera quedado porque tuve dificultados a la hora de publicarlo, por eso me vuelvo a asomar. Me ha encantado la manera que describes a estas tres mujeres, cada una con sus peculiaridades. La vida, las circunstancias, sus estilos de vida y su modo de actuar, las hace diferentes, a lo que se le suma, esos dimes y diretes que corren en torno a ellas de los que nunca se sabrá a ciencia cierta, que parte es certera y cual, solo un adorno más. Genial escrito, como sienmpre!
ResponderEliminarAhora sí, esperando que no me traicione la aplicación de publicar, me voy a develar tu secreto juevero.