sábado, 24 de enero de 2009

UN LUGAR DE MI COCINA




En un lugar de la cocina que no aparece en ningún anuncio televisivo, habita un solitario ser descolorido y apocado que se formó en una fábrica como pasta de hélice con sabor a espinaca. Desde el principio tenía como toda su familia un espíritu algo retorcido -que todo hay que decirlo- pero su aventura propiamente dicha comenzó cuando hizo puenting sin goma, mientras sus hermanos, primos y compañeros se deslizaron por el tobogán del envase a un cazo de agua hirviente. Rebotó en el tirador de un armario y saltó por los aires; dado el efecto aerodinámico de sus surcos helicoidales podríamos decir que voló, pero fue en descenso, en picado casi, y tocó fondo estrellándose contra una baldosa. Fiel a su color verde de camuflaje, tuvo el reflejo de dar volteretas escapándose del campo abierto, de ese campo de batalla del suelo de la cocina patrullado incesantemente por dos zapatillas enormes de movimientos parejos y olor indefinible. La penumbra de los bajos de un mueble acogió al fugitivo que se acurrucó a la sombra de una columna corta pero maciza. Al rato apareció un ser hirsuto, rectangular y guiado por un instinto diabólico. Sus tentáculos, filas de cerdas fuertes y tiesas, registraron el claro delante y detrás de las zapatillas y luego se inclinaron metiéndose en la zona oscura, si bien ya con cierta indecisión. Sonó un timbre, el peludo se paró en una esquina y hubo una invasión del espacio horizontal por parejas de zapatos de varios tamaños que quedaron moviéndose a cierta distancia del suelo, en medio de una aglomeración de columnas de madera alrededor de un techo central, mientras elementos metálicos chocaron contra platos y ruidos indefinibles resonaron desde lo alto. Con un esfuerzo extremo, la pasta de hélice consiguió rodar en dirección contraria a la claridad y se ubicó en ese lugar entre pata de mueble y pared, de cuya existencia pocos saben y donde hasta la fecha permanece, si bien nunca ha superado del todo el trance de ser la única superviviente de un paquete de pasta Gallo de quinientos gramos.

21 comentarios:

  1. Es genial... absolutamente genial.
    Me ha encantado, lo tiene todo, humor, intriga, buen hacer... No se puede pedir más a un cuento corto.

    Magnífico, de verdad.

    Un abrazo.

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  2. Jo, Dorotea, me ha parecido genial. Pobre macarrón, separado de sus compis y luchando contra los ingratos pelillos del cepillo de barrer. Un relato excelente, como todos tus relatos.
    Besos.
    Y no te preocupes, hoy domingo también se pueden mandar relatos. Estaremos de blog hasta mañana. Uf, llegaré con los pies hechos polvooooooooo, jajajaj(PERO FELIZ)

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  3. Estupendo, Dorotea. He decidido salid salir de blogs esta mañana de domingo y me lo estoy pasando muy bien con los relatos que voy leyendo con "La Vida de las Cosas". Tu historia me ha hecho pensar algo; es cierto que a veces los macarrones o un trozo de pasta cae al suelo y se libra del agua hirviente, incluso ocurre que logran ir desplazándose en el suelo si no lo barremos enseguida y se refugian debajo de los muebles de la cocina. Allí viven junto a trozos de verdura o de carne, se juntan forman familias y luchan por la supervivencia. En ese lugar, protegidos en los rincones y huecos, la escoba no les asusta; sólo les aterroriza, de vez en cuando, el grito atronador de la aspiradora...
    Ya ves que tú idea da para mucho. Me he divertido mucho leyendo e intentando recrear después la vida de un macarrón en libertad.
    Un abrazo,
    Ramón Alcaraz

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  4. Más que comentarte el relato, Dorotea, me gustaría mostrarse la enorme sonrisa que me has provocado al leerlo. Genial. Esa ironía, inteligente, (que prefiero llamarla retranca, ni que fueras gallega), ese humor que bulle por toda la cocina, y la entrañable aventura de un simple macarrón. Qué precioso don, ese de ver donde la gran mayoría ni mira.

    Bikiños

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  5. Me has puesto una sonrisa en la cara, de principio a fin. Por momentos parecía una peli de Indiana Jones y por momentos una de ciencia ficción, Y todo con una pobre espiral de pasta, verde para más señas.
    Genial, Dorotea.

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  6. Sospecho, Mercedes y Ramón, que no seáis realmente amigos de la pasta (alimenticia, se entiende), lo cual resulta hasta lógico viendo vuestros esbeltos cuerpos cumplidores de los cánones actuales de belleza... y, leyendo tu cariñoso comentario, amplío mi dedicatoria a ti, Xose. Ahora mismito verás por qué razón:
    Agradezco de corazón vuestros elogios, pero como representante de los pastáfilos -no reunidos sino repartidos por muchos lugares- os tengo que pedir un respeto para la pasta de hélice, el ‘tornillo’ o ‘fusilli’ (que es su nombre de pila) que en la jerarquía de su mundillo se sitúa muy por encima del recurrente ‘macarrón’. Me imagino perfectamente vuestros gestos de extrañeza y paso a explicarme con más detalle. El nombre de ese último proviene del italiano y a su vez del griego donde significaba ‘canto mortuorio, comida funeraria’. En castellano, ese pariente honesto del ‘macarra’ forma parte de un sinfín de recetas caseras de mucha honra, o sea, el macarrón se llama así y no hay nada que hacer. Le toca ser el blanco de las burlas que le dedican desde los ‘capelli’ o cabellos de ángel hasta los ‘farfalle’, cuyo elegante cuerpo se parece tanto a una mariposa. La única salida que tiene es esconderse tras un exótico ‘penne rigate’ o la más habitual denominación de ‘pluma’, que es otro de sus alias. Establezcamos pues las diferencias: el macarrón es tubular, de paredes lisos y longitud variable; el tornillo es macizo, normalmente pequeño y esbelto, el paso de su rosca aumenta con la cocción pero se conserva. Igual que los espaguetis sienten desprecio hacia sus parientes de corta, cortísima estatua, o sea, los fideos, aunque sean los ancestros de la pasta como demuestra el hecho de que la pieza más antiguo del mundo sea un fideo chino de 4.000 años de antigüedad, así la pasta de hélice se sabe superior a las variantes tubiformes rectas y lisas entre los que hemos de contar el macarrón. El tornillo, insisto, pasó por cirugía estética, lo retorcieron, aguantó ese trance para alcanzar su bien conocida forma. No se desdibujó su silueta como ocurre con otra de las pastas culto, esta vez oriunda del sur de Alemania: los ‘Spätzle’ (no os molestéis en pronunciarlo, la traducción es ‘gorrioncitos’, pero en España por desgracia no se conocen), ni son impostores procedentes del reino de la patata como los ‘ñoquis’ que pretenden ser lo que no son.
    Espero que no volváis a rebajar ninguna pasta de hélice confundiéndola con ese aprendiz de fontanero que es el macarrón. Por razones de espacio, tiempo y ganas de cenar me he dejado en el tintero las variantes rellenas desde los corrientes ravioli hasta los más sólidos panzerotti, ay, y ¿qué me decís del vodevil de unos tortellini bailando como derviches en su agüita levemente salada? Solo deciros que el ‘fideo’ tiene raíces etimológicas en ‘filo/hilo’, mientras que otros países dieron una vuelta más y derivaron ‘noodle’ (inglés) y ‘Nudel’ (alemán) del ‘nodus’ latino…
    Un abrazo helicoidal y ¡que aproveche!

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  7. Gracias, Teresa, por tu delicada referencia a la 'pobre espiral'. Veo que eres pastóloga como yo aunque no se te note tanto.
    También gracias por tu comentario, Moony, muy generoso con mi hélice extraviada...
    Un abrazo

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  8. Pos sí que la hemos liao. Y yo que pensaba que los macarranoes esos era lo único a lo que se le podía jincá el dente y dejarlos en un rincón de la cocina. O sea, Dorotea, con mis mayores y engrandecíos respetos, el personaje no está bien definío, de ahí la confusión. Huy, que me se va la luenga...

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  9. Jajajaja, que placer, Dorotea. Oye, ¿tú no serás gallega?

    Lo tendré en cuenta, en mi casa son amantes de las pastas, salvo yo como bien dices, pero te aseguro que les voy a dar una sorpresa con la defensa que has expuesto del "TORNILLO", así con letras mayúsculas para que no se vuela a ofender. Pobrecillo, anda que compararlo con un macarrón. Jajajaja.


    Bikiños

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  10. Yo, ya no como pasta. Me vuelvo vegetariana y como me hables de la depresión de la lechuga, es que ni como, que me inyecten suero.

    Jajaja, me he reído mucho con tu relato y me has dejado "patidifusa" con tu defensa del "tornillo". Gracias, Dorotea, por estos ratitos.

    Un besote

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  11. Dorotea, entiendo tu "indignación" por favor, Una Pasta de Hélice, no puede ser confundida con un simple macarrón, a dónde vamos a parar...!!
    Bueno, me gustó mucho el relato, pero sobre todo, esa defensa de la pasta de "Alta Gama" en este buzón de dichos blogueros,

    Besos

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  12. Sí, pero ahora tendríamos que realizar un análisis sobre qué tipo de pasta es la más proclive a caer de la olla, que es lo que nos interesa. Tu disertación, Dorotea, me ha parecido magnífica; yo comparto el amor de todos por la pasta (por la de comer, también), incentivado además por dos amigos míos (italiano y suizo) que tenían un restaurante en Mallorca y donde los veranos yo era asiduo visitante y pinche colaborador para conocer los secretos de la cocina italiana. Es más, es muy difícil que yo cocine macarrones, porque es la pasta que menos me gusta; pero lo que es innegable es que los macarrones son los más rebeldes, y por estadística son los que más se caen en la cocina. Podríamos realizar un estudio de los porcentajes de caída según la pasta que utilicemos. Difícilmente ocurrirá con los espaghetti y tallarines, que depositamos con cuidado, muchas veces con la mano en el interior, y que por su extensión no suelen salir despedidos. Y rara vez con los ravioli, panzerrotti o tortellini, cuyos preciados tesoros nos obligan a extremar nuestra atención. El macarrón o penne, pasta con nombre poco agraciado tanto en español como en italiano sería interesante saber si en otros idiomas ocurre lo mismo), por su forma hueca parece propenso a “volar” y desplazarse largas distancias. Yo lo veo algo chulo, al tiempo que hueco, y por eso vanidoso. Se larga con frecuencia de la olla y si te he visto no me acuerdo, mostrando poca solidaridad con sus compañeros de olla y poca disposición a realizar su trabajo. No es que tenga nada contra los macarrones, es cuestión de gustos... y de gravedad.
    Un abrazo,
    Ramón Alcaraz

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  13. Bueno, Ramón, tus ecuaciones sobre los macarrones literarios son correctos, pero qué me dices de las hélices? Yo creo que su forma también da para correr un buen trecho y poder refugiarse debajo de alguna mesa.

    Quizás abría que realizar una competición de "pasta":
    en la línea de salida ponemos al macarro junto con su compi el "tornillo" A ver quién llega antes...

    Por cierto, en Italia comí Penne a la Cipolla, jajjajaa

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  14. Sin duda, por su nombre la pasta de hélice juega con ventaja. A mí me da que si sale disparada no toca el suelo y vuela hasta paraderos desconocidos. Sinceramente, ¿alguien encuentra pasta de hélice por los suelos? Me da la impresión, como parece que está quedando claro en esta disertación "pastosa", de que tienen más clase que los denostados macarrones.
    ¡Penne a la Cipolla!, lo que les faltaba a los pobres para acabar de denigrarse...
    Un abrazo,
    Ramón

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  15. Fantástico, Dorotea, fantástico de verdad. Ni Xavier Domingo lo hubiera dicho mejor. Ni Cunqueiro, ni Luján. Tal vez Vázquez Montalbán, sí, tal vez, ése sí, que sabía mucho de comer y escribir. Qué lujo de referencia etimológica, qué defensa de la pasta, tan denostada. Yo, macarranones y a volar. Eso sí, con huevo, pero no sé ya si debería enturbiar manjar tan prodigiosa...

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  16. Pues yo opino que del mundo de la pasta, el más rebelde es el fideillo, ese que llaman "cabellín", también conocido como "fideo fino". Maravilloso para las noches de frío invierno, con caldito de gallina y tropezones de jamón.

    ¡Buen provecho!

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  17. Almorzando hoy con mi familia unos espaguetis a la putanesca (que de todo hay en la olla de la bienaventurada ama de casa), conté que hay hogares –como expone muy bien Ramón- en los que los tallarines y sus parientes más próximos se depositan amorosamente en el agua hirviente, enteros por largos que sean, y donde se les concede un tiempo de orgullosa rigidez hasta que el líquido en ebullición reblandezca su tersura, convirtiendo sus cuerpos en lo que se ve luego en el plato: unas serpientes blancuchas además de insípidas, que requieren el apoyo de salsas, quesos y otros ingredientes misteriosos para componer esas recetas exquisitas que casi todos conocemos y apreciamos… La incredulidad de los míos fue manifiesta: debido a un fallo en su educación culinaria cometido por mí en la tierna infancia de mi vástago, me exige desde hace años que ROMPA los espaguetis ANTES de hervirlos para que luego resulte más fácil atacarlos con tenedor y cuchillo. En consecuencia y ante las risas malvadas de marido e hijo, mis intentos elitistas de usar el tenedor como husillo y bobinar los hilos sazonados suelen fracasar dada la cortedad de los mismos, pero esos vergonzosos detalles forman parte de la intimidad hogareña de mi casa y no insistiré en ello por temor a que me desacrediten como defensora de la pasta de trigo duro. Consideradlo como anécdota explicativa si ahora declaro que la pasta más rebelde, saltarina, rodadora y escurridiza que existe es el espagueti fragmentado que por el mismo reventón de la rotura se dispara (he llegado a lastimarme), explota y alcanza velocidades imposibles de imaginar. El impulso con que se desplaza puede hacerle regresar al propio armario, enredarse con los bucles de la cocinera, salir como un cohete por la ventana, y os juro que me han aparecido espaguetis astillados en la nevera y el microondas.
    Con lo cual, el macarrón queda destronado incluso en esa especialidad deportiva… Opino igual que Ramón que es la pasta que menos me gusta (¿alguien se había dado cuenta?).
    Un abrazo.

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  18. Bueno, bueno, y sobre todo los espaguetis son tan difíciles de recoger del suelo... creo que son unos expertos "escabullines". ¡A ver quién tiene uñas para agarrarlos! Además, justo cuando consigues atraparlo, ya sea a través del arte de mi última manicura, o de la buena adherencia que todo cuerpo seco siente ante otro mojado --o sudado--, resulta que se rompe en dos mitades, (cuando no en tres) volviendo a dispararse como auténticos atletas en plena forma. Por eso mismo les tengo tanta envidia, y no me hacen mucha gracia... Cómo veo que es la opinión mayoritaria.

    Qué lástima que esté a dieta últimamente, con estos debates me tentáis, malas junteras literarias, a faltar (o saltar como lo hace un espagueti) mi régimen... PEro bueno, ya le diré a la dietista que la culpa es vuestra, no mía. jaja

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  19. Está claro que cada miembro (no lo digo sólo por el "penne") de la familia de la pasta utiliza sus recursos para escapar a su destino en la cocina: el macarrón huidizo, la hélice voladora, el espaguetti con su particular forma de partición distractiva...
    Creo que vamos a comenzar a mirar la pasta con otros ojos. Yo, la próxima vez que la cocine, ya me cuidaré mucho de que ni un trozo se escape de la olla ;)))
    Un abrazo,
    Ramón

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  20. Mis hijos, que son espaguetófilos, también querrían que les rompiese la pasta antes de cocerla, pero una que es muy respetuosa con las cosas de comer, se niega rotundamente. Lo que hago es cortárselos con cuchillo en el plato cuando se los sirvo.
    Y pronto ni eso, que ya son mayorcitos.

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  21. Vaya, y yo despistada como siempre me había perdido estas disertaciones geniales sobre la pasta, lo que se puede aprender saliendo de blogs.
    Por cierto, los yogures también son revoltosos, a mí a veces se me escapan de la nevera y se transforman en los protagonistas de cuentos para mis hijos.
    Un abrazo Doretea, eres genial.

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