miércoles, 22 de octubre de 2008

CÓMO USAR UN GRIFO DE AGUA


En los habitáculos humanos suele haber al menos dos espacios dedicados al culto del agua: el recinto llamado cocina, un lugar acondicionado para lavar y emplear ingredientes y utensilios del arte de preparar los alimentos y de su consumo, y el cuarto de baño, también denominado aseo o servicio. Ahí el agua se dedica a refrescar y limpiar los cuerpos de los viviendícolas, y se usa para eliminar cualquier rastro de nuestra necesidad fisiológica de expulsar restos indigeribles. En esa habitación también se encuentra un artilugio ideado para eliminar, con ayuda del agua, manchas y malos olores de los tejidos usados bien para disimular la desnudez de nuestros lampiños cuerpos, bien para decorar y embellecer los hábitats.
Sea cual sea en cada caso el nombre concreto y específico de esos santuarios del agua, el apreciado líquido, imprescindible para la celebración de rituales matutinos, vespertinos y hasta nocturnos de limpieza o su uso gastronómico, llega hasta ahí dirigido y protegido por conductos cilíndricos de largas extensiones, convenientemente ocultos en los muros y paredes de las construcciones llamadas casas. Desde hace ya tiempo hemos conseguido que dentro de esas tuberías se establezcan presiones considerables, permitiendo y/u obligando el agua a subir y ascender por su interior hasta llegar a los extremos abiertos. Desde ahí, el líquido saldría imparable, mojando e inundándolo todo, si no fuera por el invento que nos ocupa: el grifo.
Donde el agua manaría de la boca del conducto como una ingenua fuente natural, se encuentra, pues, con un tope hermético compuesto por laberínticos recorridos interiores y juntas de goma. Su brillante cuerpo metálico exterior, con frecuencia terminado en aspa giratoria —existiendo también los variantes tipo pomo, rueda y mando abatible—, corona el último tramo del caño, y su localización habitual es encima de una pila apta para recoger los sobrantes. Cualquier grifo que se precie, posee compartimentos internos o esclusas que estrangulan el flujo del líquido y retienen su empuje hasta que una mano más o menos autorizada manipule el mando. Para ello sólo es necesario aferrar la pieza terminal y girarla en sentido opuesto al lado preferido de los zurdos, maniobra sencilla y al alcance de casi cualquiera (lo cual abre la puerta, o sea el grifo, al abuso infantil o manejo descuidado). Abierto de este modo el paso del agua, esta empieza a fluir con un chorro sostenido y regulable hasta que el grifo es girado a la inversa, procedimiento éste que corta su salida.
Para los no iniciados, la disponibilidad de agua a voluntad conlleva una fuerte dosis de magia o al menos, de lujo extraordinario. Hay anécdotas según las cuales personas acostumbradas a la escasez de agua o a grandes penurias necesarias para acercarla a sus viviendas, llegaron a desmontar grifos de baño y cocina con la ilusión de llevarse de este modo el milagro del agua ‘portable’ además de potable…


(Instrucciones de uso de lo cotidiano, no traducidas del japonés)

2 comentarios:

  1. Hola Dorotea:
    Me han metido en un lío del que quizá pueda salir algo bueno, pues se trata de publicitar nuestros blogs por el antiguo medio del boca a boca (si se puede decir así en internet).
    Pásate por mi blog cuando puedas para saber de qué va el asunto.

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  2. Hola Dorotea, en fin, que me sedujo este texto, sobre todo esa minuciosidad con la que describes los artilugios del mundo del lavabo.

    Saludos,
    Juanma

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