miércoles, 22 de julio de 2020

EN UN LUGAR RECONDITO






EL SENDERO DE LA SOLEDAD

Nadie sabe quién puso las sillas que nadie usa. Solo las mariposas -atraidas por el olor de las hierbas que crecen alrededor- se balancean por los apoyabrazos, se resbalan y vuelven a posarse en sus bordes. El sol recalienta el plástico que se distiende con el calor y se encoge cuando cae la noche. Sus crujidos se mezclan con los alegres trinos de los pájaros y los sonidos de los árboles que crecen sin parar.

Sin embargo una tarde los mirlos salen espantados de los arbustos y se quejan como solo ellos saben hacerlo. Por el surco del sendero apenas visible en el suelo una pareja mayor se acerca a las sillas. Él tiene mala cara como si acabara de salir del hospital. Ella ha engordado durante los meses de su ausencia y le cuesta subir por el camino.

Renqueando llegan a la isla blanca donde aliviados toman asiento. Al rato, cuando ya respiran con normalidad, se miran. Y no han hablado todavía cuando el hombre rompe a llorar porque creía que no volvería a ver ese rincón, el paisaje verde, las hierbas. Ella le ofrece un pañuelito y su cara que lleva las huellas de incontables sonrisas se arruga un poco más.

No, esta tarde no hablarán. El silencio que aquí los envuelve es demasiado precioso: la ausencia de sirenas y altavoces, de gritos ajenos y del murmullo anónimo de las salas de espera ha dado paso a las llamadas de los mirlos que siguen alterados y solo se calmarán cuando la pareja cogida de las manos regrese al pueblo desandando el sendero de la soledad.



12 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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    Respuestas
    1. Que bella historia creo que esas sillas hablan solas de la soledad de muchas personas.
      Un fuerte abrazo y muy feliz tarde.

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  2. Supertierna historia. Me has emocionado. Me imagino ese matrimonio de ancianos regresando al pueblo.

    Besos

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  3. Triste historia, pese a la nota de alivio que les brinda ese descanso inesperado en medio de la naturaleza... ojalá tengan mucho más tiempo para disfrutarlo! Un abrazo

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  4. Muy triste pero tierna la historia. Esas sillas, testigos de la vejez de quienes se van, y ellas siguen ahí, sin inmutarse.

    Un abrazo y feliz jueves

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  5. Un par de ancianos descansando en un paraje desencudrado, y sumido en un silencio que ya no incomodo, con la tranquilidad de que no se han dejado nada por decir

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  6. Veo que estas sillas perdidas nos inspiran relatos semejantes. Bella historia la que relatas. Gracias por participar, besos.

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  7. Un relato con mucha ternura. La complicidad de la pareja inunda el corazón.
    Un abrazo Dorotea.

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  8. Esas sillas son como el resquicio de una vida, como el presente de dos ausencias.
    Muy tierno, Doro.
    Un beso enorme.

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  9. Un precioso relato que me deja pensar en el tiempo y su transcurrir.
    Un saludo

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  10. Que bonita historia Doro, sencilla y tierna como tu solo la sabes moldear. Es un gran placer leerte amiga.
    Muchos abrazos al estilo Covit, osea un pequeño tocamiento del codo.

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