jueves, 25 de junio de 2020

LA MUDANZA DEL ORO






Al llegar a casa de mi hermana en Alemania para ayudar en la mudanza que iba a ser el punto de partida de una nueva vida en España, me di cuenta enseguida que algo le pasaba.
-Estás paliducha, ¿qué te ocurre?
-No encuentro el oro.
También yo me estaba poniendo blanca.
-¿El oro? ¿El de la mudanza? ¡¡Pero si viene el camión dentro de tres días!!

El "oro" eran unos 140 gramos de oro de 24 quilates que en nuestra infancia un vecino nos había ido regalando por aniversarios y Navidades como reserva para el futuro. Con los vaivienes de tres mudanzas dentro de Baviera y entremezclado con un montón de enseres heredados de las dos abuelas, multiplicados por la colección de mil muñecas antiguas de mi hermana, el oro estaba tan bien guardado que no sabíamos ni ella ni yo dónde estaba...

¡Nos volcamos! Pasamos horas diurnas y nocturnas buscando frenéticamente revolviendo sótanos, habitaciones, maletas y bolsos, mientras empaquetamos y ennumeramos cajas de mudanza llegando a contabilizar 135. Y de todo hubo menos un lindo estuche con la vista de la Plaza de San Marco de Venecia que en su interior guardaba una bolsita que a su vez...

Llegó el día de la mudanza y al amanecer el transportista granadino aparcó su monstruoso camión en la entrada y se fue con los ayudantes a tomar café. Ojerosas y trasnochadas dimos un desesperado repaso a los últimos muebles, un escritorio antiguo y un armario negro.

-¿Qué le decimos?
La voz de mi hermana se quebró.

-Será qué le digo yo, -le respondí de mala manera, -que yo sepa tú no hablas bastante español como para decir nada.

Al ver que se le saltaron las lágrimas, yo, arrepentida, quise darle un pañuelo de papel. Saqué una caja de Kleenex del armario negro y mientras los ojos se me pusieron como platillos, ahí detrás estaba Venecia, la Plaza de San Marco, el estuche, y dentro, confirmado por mis dedos temblorosos, 140 gramos de oro, o sea, ¡la mudanza y algo más!

A partir de ese momento, no me separé del estuche. Iba en mi bolso de mano y ese en la cesta de la merienda. Confieso que lo vigilamos por turnos cuando íbamos al baño.

El granadino se fue con nuestros muebles y cosas sin pedir ni un adelanto. ¡Qué buena gente! Unas horas después, mi hermana, su marido y yo nos despedimos de los caseros, y con el coche abarrotado nos pusimos en marcha: Baviera, el Lago de Constanza, Suiza, el sur de Francia, la frontera española. Mi hermana conducía y yo, siempre con el cesto sobre las rodillas, siguiendo al GPS, guardaba el oro o así lo creía...

Pasado Alicante quisimos tomar café en una gasolinera, cuando a nuestro lado se paró un coche negro y se acercó un hombre joven con un gran mapa desplegada que puso sobre el borde de la ventanilla mía. Hablaba alemán con un fuerte acento del este y nos hizo unas preguntas sobre Torrevieja. Luego recogió su mapa, dio las gracias y se fue corriendo a su coche.

Cuando quisimos pagar el café, había desaparecido del cesto el monedero de mi hermana, con todas sus tarjetas, carnets y cien euros. Celebramos el robo con vítores y aplausos, llamé la Guardia Civil y pusimos la denuncia. Todos se extrañaban de nuestras sonrisas de tontos. Extranjeros, dirían, chiflados...

Nadie sabía que el monedero había tenido a escasos centímetros un vecino italiano, el estuche veneciano con todo nuestro oro. Una fuerza mayor debe haber interpuesto su mano o su voluntad asegurando que nuestra mudanza llegara a buen fin.

Ni siquiera yo podría haberme inventado un enredo así. Toda la historia es verdad, os lo juro.


12 comentarios:

  1. Qué historia! tan factible como comprensible el alivio de no haber perdido al menos lo más importante! jeje
    Un abrazo

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  2. Madre mía qué historia vamos que desde luego no solo fue una mudanza sino toda una aventura en toda regla.
    No se puede uno fiar de nadie, menos mal que lo llevabas bien agarrado.
    Gracias por compartir esta tremenda historia.
    Abrazos!!

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  3. A veces la verdad es mas inexplicable que la ficción, solo cabe esperar que el camión llegara y descargara los muebles en condiciones. Un abrazo

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  4. Dentro de todo lo malo, algo bueno salió, gran historia
    Abrazo

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  5. Sea o no verdad, el estuche ha conformado un relato impecable de hechura. Muy bueno.

    Por las mudanzas, de 135 cajas o de una cajita con tapa de Venecia. Un abrazo

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  6. Vaya,,,una odisea llena de emociones. Me ha gustado mucho
    Un saludo

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  7. Jolines es que era para vitorear, menuda aventura... Gracias por participar, besos.

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  8. Y te quedó una historia para contar, en un jueves de relatos.
    Una historia que contaste bien.
    Un abrazo.

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  9. No me lo puedo creer!!!!!! ¿Vedad?
    Pues el oro os sirvió para pGar la mudanza y a ti para hacer esta estupendo relato.
    Un abrazo

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  10. ¡Qué anécdota! Realmente es tan jugosa que bien merecía tu relato. ¡Gracias! ¡Ufff y que enorme alivio no haber perdido ese oro!.

    Besos, Dorotea

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  11. ¡Madre, qué estres! menos mal que acabó porque si llega a durar unos kilómetros más... ya no sé.
    Y 140 gramos, son 140 gramos.
    Ahora, hay que acordarse de dónde se guardan las cosas que los tragos luego pueden ser muy amargos.
    Todavía ando yo buscando un anillo de más o menos eso que no ha salido de mi casa pero no hay forma de dar con él. Y han pasado más de 10 años.
    Un beso.

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  12. Mudanza tras mudanza...y el oro que permanece...a veces, en lo más pequeño se puede esconder un gran tesoro.

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