El premiado
Ha llegado el gran momento. La Concejala de Cultura pronuncia el nombre del ganador del concurso de relatos: “Primer Premio por votación de los lectores, ‘Delirio’ por Horacio Casado De Pena”. Algunos de los reunidos se sonríen y asienten con la cabeza dando el visto bueno a los apellidos del artista, cuando ante la sorpresa general se incorpora una rubia impresionante y avanza entre aplausos hacia el estrado.
La esbeltez de su silueta está rematada por unas piernas interminables; se contonea con soltura absoluta sobre unos tacones de infarto. Todos –y todas– observan fascinados a esa diosa vestida de rojo; pensamientos inconfesables bailan como motas de polvo en la luz de los focos, se enredan en sus bucles dorados, en sus pestañas hábilmente maquilladas. El alcalde se alisa la chaqueta, mete barriga, y espera de pie, sonriente y con la mano extendida…
Pero antes de subir la escalinata, la hermosa joven gira a un lado y desaparece bajo el arco de medio punto que lleva a los aseos. El público, desorientado, vuelve sus miradas a la mesa presidencial; se oye alguna que otra carcajada desaprensiva. El alcalde, dando por concluida la entrega de premios, invita a los presentes a que pasen al bufet. Nadie se fija en el anciano que apoyado en su bastón camina por un pasillo lateral.
Todavía no ha llegado al estrado, cuando le cierra el paso la marea de los asistentes que después de una larga ceremonia con velada musical y discursos, se lanzan en busca de sustento y refrescos. Una señora de mediana edad le agarra del brazo. —Por aquí no es, abuelo, —le dice con un bienintencionado exceso de confianza.
El escritor sobre cuya espalda pesan muchos años y vivencias, se encoge de hombros, da media vuelta y sigue a sus admiradores hasta el bufet donde pide un vaso de vino.
Más premios se reparten en el blog de Juan Carlos
Todavía no ha llegado al estrado, cuando le cierra el paso la marea de los asistentes que después de una larga ceremonia con velada musical y discursos, se lanzan en busca de sustento y refrescos. Una señora de mediana edad le agarra del brazo. —Por aquí no es, abuelo, —le dice con un bienintencionado exceso de confianza.
El escritor sobre cuya espalda pesan muchos años y vivencias, se encoge de hombros, da media vuelta y sigue a sus admiradores hasta el bufet donde pide un vaso de vino.
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Buen juego de los despistes, los "abuelos" son invisibles, y se ha quedado sin el reconocimiento publico. Ese giro al final pone una pizca de tristeza (será mi edad) abrazos
ResponderEliminarjajaja excelente! un relato magistralmente narrado con los detalles precisos para pintar a ca personaje en lo esencial... y la ironía de presuponer más probable que el premiado pudiese resultar ser una rubia antes que un "viejo" es de lujo!
ResponderEliminarUn abrazo y felicitaciones por el relato
=)
La cosa está clara a la hora de elegir entre un canapé y un viejo poeta.
ResponderEliminarBesos.
Buen texto de final inesperado. Escritura reposada en la que la reflexión se impone.
ResponderEliminarEnhorabuena
Saludos
Es buenísimo el relato y original.
ResponderEliminarPobrecillo, me ha dado pena. Lo que menos les importaba era el valor del escritor... Pero la comida sí...
Me ha gustado mucho y refleja bien lo que solemos ser, sí.
Muchos besos.
Esa mujer escultural, tan rubia, podría haber sido la autora, con un pseudonimo de hombre. O haber subido a recibir el premio, en nombre del autor.
ResponderEliminarPero resultó ser un factor distractor.
Bien contado.
Un abrazo.
Muy bueno aunque al final con su punto de tristeza ¿Sera mi debilidad por los ancianos? Besos.
ResponderEliminarQue pena me da! no es justo aunque comprensible que toda la atención se la haya llevado la rubia
ResponderEliminarme ha gustado mucho tu texto, te remueve algo dentro y no hace concesiones
Abrazo
Pobre hombre, menos mal que era de facil conformar. Ya le darían el premio más tarde.
ResponderEliminarMuy bueno y original.
Un abrazo
¡Qué bueno el relato! y qué original...me ha encantado y sobre todo el tema que planteas:el reconocimiento...y esas fachadas de cartón piedra que conforman muchas cosas en esta sociedad...
ResponderEliminarDe verdad que me ha encantado
Besos
Maravillosa frase esta: pensamientos inconfesables bailan como motas de polvo en la luz de los focos.
ResponderEliminarY fabuloso el relato, cuanto engaña el aspecto... Maravilloso, insisto.
Besos.
¡Qué buen relato!
ResponderEliminarMe ha encantado como describes con tanto grafismo
el circo y la banalidad.
El anciano sí que supo que ganó el premio,
aunque no pudiera llegar a recibirlo en mano.
Besos
Poses y bien quedar es lo que me viene a la cabeza al leer tu relato. Impecable puesta en escena la de los personajes.
ResponderEliminarBesos.