En mi infancia no había apenas prohibiciones, solo consejos y mucho cariño.
Quizás por esa libertad de crear y expresarme mi juego preferido giraba alrededor de los charcos y por suerte en Baviera llueve mucho... en esos días
cuando volvía del cole con la mochila a la espalda, me agachaba -¡y con qué facilidad!- junto a aquellos lagos minúsculos para trazar con cualquier palo ríos, afluyentes y pozos. Las puntas de los zapatos me servían para mover piedras y solidificar diques, y con mis manos abría pasos y modelaba puentes.
cuando volvía del cole con la mochila a la espalda, me agachaba -¡y con qué facilidad!- junto a aquellos lagos minúsculos para trazar con cualquier palo ríos, afluyentes y pozos. Las puntas de los zapatos me servían para mover piedras y solidificar diques, y con mis manos abría pasos y modelaba puentes.
A esas alturas, el barro solía cubrir algo más que la mitad inferior de mi persona... Cuando me enderezaba con intención de ir a merendar, me encandilaban las imágenes del cielo con sus nubes impecablemente reflejado en mis lagunas y estanques... Nunca llegué a tiempo a casa y siempre tuve que ir derecho a la bañera. No solía haber broncas, solo la queja de mi madre que había estado preocupada por mi tardanza.
Qué tiempos aquellos! Y aún os voy a contar un secreto: todavía me cuesta pasar de largo cuando veo un buen charco enfangado ! 😁
¡Que tiempos! y que bien lo pasabamos jugando, en mi caso cuando llovía mi madre sabia que me retrasaba, me paraba en todos los charcos. Me ha gustado jugar con el barro, abrazos
ResponderEliminarSon una verdadera tentación! Jeje pero confieso que yo soy de las prefieren estar limpitas! Un abrazo
ResponderEliminarLa verdad Dorotea que esos charcos tienen voz, te llaman bajito y te dicen, salta, salta y que gozada hacerlo.
ResponderEliminarBesos.
Te diré que yo aún chapoteo en algunos charcos ante la sonrisa de mis nietos y su asombro.
ResponderEliminarNi que decir tiene que yo, como tú, jugaba en los charcos.
Besos de nostalgia.
Lo mejor de todo es que no había reproches por llegar sucio a casa, sólo la profunda preocupación de una amorosa madre.
ResponderEliminarHermoso texto lleno de realidad
Saludos
Que ilusión saltar sobre los charcos con unas buenas katiuskas! Y aun hoy tengo tentaciones, cuando voy en mi scooter es que no puedo evitar pasar por encima....Muy bueno tu escrito y tan evocador....besos.
ResponderEliminarEs increíble pero creo que todos los niño@s nos ha gustado meternos en ellos , me has hecho recordar a mi con mis botas katiuskas en invierno cuando iba al colegio con un baby blanco de uniforme , si vieras como lo llevaba mis manos implantadas en él , cada vez que pasaba por un charco saltaba y me mojada toda y las manos ¿ donde crees que me las limpiaba ? jajaaj eso es ..en el baby y cuando llegaba a clase la profe ufff ni te cuento ...
ResponderEliminarUn encantador relato que nos has hecho conocer un poco tu niñez.
Un abrazo y muchas gracias por ofrecernos esta linda convocatoria ..
Yo creo que el barro tiene algo nuestro, una especie de espíritu constructivo que nos lleva a modelarlo, aunque nos ensuciemos, aunque nos regañasen...
ResponderEliminarBesos y gracias por la convocatoria.