RECUERDOS
En la chimenea cruje la leña. Sé que hay lenguas azuladas que entre gemidos y chisporoteos van consumiendo la madera. En mi infancia yo no conocía hogueras alegres y reconfortantes. Solíamos tener un brasero con trocitos de carbón en cuyo interior parpadeaban rescoldos y que colocábamos debajo de la mesa camilla. Arrimados a su raído mantel aguantábamos hasta que nos empezara a doler la cabeza mientras nos ardían las rodillas y la espalda se quedaba tan fría como las piedras de la chimenea.
En un invierno muy malo, mi padre enfermó. Temblaba de frío y no había manera de que entrase en calor. Los vecinos escucharon nuestro llanto y trajeron sopa de puchero y cisco para el brasero. Le arropamos con las mantas que había y nos acostamos muy cerca de él. Al cabo de unos días se lo llevaron al hospital y no lo volví a ver.
Nunca podrá hacer tanto frío como el que yo sentía en la cama vacía de mi padre.
Me está agobiando el fuego de la chimenea que no está encendida. Solo son recuerdos... solo lo estoy imaginando.
La ronda narrativa sigue en casa de Inma.
Que malo es el frío que no lo calma ningún abrigo. Un frío que se prende en el corazón y el recuerdo, un relato de frío con uno de tus finales magníficos. Abrazos y felicidades
ResponderEliminarEl frío no solo se trata de una estación del clima, sino también de sentirlo en el corazón, que incluso en días de calor, una puede llegar a sentir frío hielo.
ResponderEliminarUn placer leerte.
Un beso grande.
Ese frío que traspasa el alma... ufff me he quedado helada.
ResponderEliminarPrecioso.
Bss
El frío que se siente cuando un ser querido se va ..no es comparable a nada pq no ese frío es del alma y ese nadie la puede calentar ..
ResponderEliminarMuy emotivo ..saludos.
Buenos días, Dorotea:
ResponderEliminarUn gran relato, en el que el calor de tu narrativa nos acerca de manera cálida la frialdad que acompaña a los recuerdos de pérdidas afectivas.
Un abrazo.
Un frío indescriptible que sólo se comprende cuando se pasa por lo mismo. Un relato cargado de emoción verdadera.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo
Ese es el verdadero frío, el de las ausencias.
ResponderEliminarMuy bueno.
Besos
Un cuento terrible, Dorotea. Una pena tener que vivir con el frío, cuando las personas que son el calor de nuestras vidas se apagan.
ResponderEliminarBesos
El dichoso brasero...como lo recuerdo yo tambien y los dolores de cabeza y el frio por doquier. Pero ese frio nunca superara la helada de la ausencia. Es muy bonito pero me he quedado de hielo. Gracias por sumarte, besos.
ResponderEliminarUn buen relato pero a la vez triste
ResponderEliminarDe ese frío sé yo bastante porque lo he sentido y lo has descrito a la perfección.
ResponderEliminarEn aquellas épocas cuando no había tele, los cuentos ante el brasero eran muy frecuentes. Muy triste la muerte del padre y esos recuerdos nostálgicos.
ResponderEliminarMe gustó.
Un abrazo
Recuerdos como eso pueden ser opresivos.
ResponderEliminarMuy triste.
También se cuentan esos cuentos frente a un fuego.
Un abrazo
Qué razón tienes. ¡Qué malo es el frío que queda detrás la ausencia! Un abrazo
ResponderEliminarUn triste relato, muy triste pero muy bien escrito. Hablas del amor a tu padre enfermo, de su falta y de la cariñosa solidaridad de los vecinos.
ResponderEliminarEnhorabuena por un texto que dice mucho sobre valores entre sus líneas
Rhodéa Blasón