Doctor, solo recuerdo que me colocaron en la cabeza un gorro con múltiples agujeros y se empeñaron en hurgar en los orificios con agujas de ganchillo, enredar el pelo y tirar hacia fuera. Luego una pasta, maloliente como las aguas de una fuente sulfúrica, fue repartida por el exterior del gorro dejando rastro de quemazón por donde goteaba. Dos aclarados más tarde, tenía el pelo enrollado sobre rulos de plástico sujetos por pinchos. Arrinconada entre el sillón y la mesa-espejo sentí sobre mi cabeza el calor insoportable de un campana electrificada cuya forma me obligaba a mantener la vista sobre un montón de prensa amarilla: Embarazadas sin marido, magnates sin dinero, cantantes sin voz y perros con herencia y collares de diamantes... borrosas tomas de amantes sacadas con teleobjetivo, tetas enderezadas en el quirófano y salidas de la cárcel celebradas como el desenlace de una carrera maratoniana. Intenté huir aturdida por aquellas imágenes retocadas, dolorida a raíz de tirones y envuelta en una nube de laca pegajosa, pero me atracaron en la caja obligándome a fijar una cita para la semana siguiente. Unos días después me cambié de barrio y hasta la fecha no he vuelto a pisar una peluquería. Tampoco he vuelto a lavarme el pelo...
Sigan en manos de los barberos de la Plaza del Diamante
Jajajajaja, bien hecho, aunque lo de lavarte el pelo te diría que lo reconsideraras
ResponderEliminarJajajaja... Parece así contado toda una tortura china... Y es que las mechas esas de gorro son de lo peor... Jajajaja.... Besines...
ResponderEliminarLo del gorro era horrible, menos mal que ahora ponen papel de plata.
ResponderEliminarUn abrazo
Aquellos olores uffff podían conmigo... y el ruido ese de secadores y las mujeres a ver quién gritaba más y quien sabía más de más... Hace tanto que no voy a una que... bueno...
ResponderEliminarEso es peor que una lobotomía... Madre mía... pero es genial tu relato. A grandes males, grandes remedios.
Un beso enorme.
Vaya tortura y es tal y como lo cuentas, y mi peluquera aun tiene el vicio de utilizar el horrible gorro de plastico. Genial tu relato, aunque el pelo sin lavar me da grima. Besos.
ResponderEliminarVaya tortura y es tal y como lo cuentas, y mi peluquera aun tiene el vicio de utilizar el horrible gorro de plastico. Genial tu relato, aunque el pelo sin lavar me da grima. Besos.
ResponderEliminarjajaja suena a tortura fina, de esa que sólo aplican los 'profesionales"jejej Estupendo relato!
ResponderEliminarUn abrazo
Un relato con mucho humor, y lo peor de todo es que encima al final tienes que pagar un dineral por que te hagan todas esas perrerías...menos mal que las técnicas también van evolucionando...
ResponderEliminarUn beso
Bien hecho, no hay nada mejor que el pelo de uno, el color de uno, los rizos de uno, las mechas de uno, las tijeras de uno y los libros de uno, para sentirse como una joya con el carbono justo. Divertido. Gracias por participar. Besos
ResponderEliminarjajajajaja por muy bien que lo pintemos, la realidad es esa que tu has descrito. ¡De arte!
ResponderEliminarUn beso
jajajajaja por muy bien que lo pintemos, la realidad es esa que tu has descrito. ¡De arte!
ResponderEliminarUn beso
Es que las mujeres somos especialistas en buscar nuestros propios rituales de tortura!
ResponderEliminarUn beso.