LA DUDA
La duda se me antoja un lujo,
un camino sin asfaltar
que me permite parar,
escoger un desvío
y, sobre todo, ver más allá
de la punta de mi nariz.
Esa nariz que señala
con prepotencia
la dirección en la carretera
de la autosuficiencia.
Debe haber rumbo y meta,
sí, pero ¿hace falta (per)seguir
a ciegas unas coordenadas
que pueden estar equivocadas
o al menos tan raras
que me han podido confundir?
Para no dar tumbos
actúo a veces con presteza
como si tuviera la certeza
de saber por donde voy.
Sin embargo acaricio la duda
que me concede la libertad
de errar y acertar.
La duda tomada de ese modo es inofensiva, impulsa a seguir y ser dueños de nuestras decisiones.
ResponderEliminarUn beso.
Tú sí tienes certeza al describir las muchas sensaciones que nos causa la duda, inquietudes y libertad plena para errar o ser feliz...Hermoso Dorotea. Un beso
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