DE PÁJAROS
Sentado en el escalón más alto de la escalera de
caracol que llevaba a la plataforma de la torre, el enano -como un pez agonizante- abrió su boca de
gruesos labios. Jadeó ruidosamente mirando con ojos acuosos a su amigo que se
había acomodado un par de escalones más abajo.
—¡Cómo te gusta crear falsas perspectivas! —dijo entre toses— Como si yo no estuviera acostumbrado a mirar hacia arriba…
El amigo, un hombre alto y desgarbado, no contestó. La subida a la torre le había cansado sobre todo por la negación del otro a dejarse ayudar. Ahora hubiese querido mantener silencio, pero
sabía que era preferible contestar.
—Entonces ¿a eso hemos subido? —preguntó con suave
ironía— ¿A mirar hacia arriba?
—¿Te burlas?
Los ojos del enano centellaron, pero la calma que
encontró en la mirada del amigo disipó en seguida la tensión. Se puso de pie y superó el último tramo. La balaustrada que rodeaba la plataforma
tenía huecos más que suficientes para que él mirase a través. El amigo le siguió y
ambas –con la inalterable diferencia en altura que había entre ellos— observaban la campiña otoñal atravesada por un par de arroyos, los montes que abrazaban el valle a lo lejos y, como telón de fondo, el cielo azul que ofrecía su
mar difuminado a las bandadas de pájaros.
—¿Te fijas? —preguntó el enano— En esta época del
año los pájaros más que otra cosa parecen bancos de diminutos peces negros.
Acercó su cara sudorosa a la separación entre dos
columnas para sentir la brisa en la que flotaban tordos, gorriones y golondrinas.
El amigo, sin embargo, se dio la vuelta y se sentó en el suelo apoyando la espalda contra uno de los pilares. Cerró los ojos y juntó las puntas
de sus dedos.
—Salpican el cielo como las semillas lanzadas al
viento cuando sembramos las eras en primavera. Se esparcen en el aire y parece
que no hay voluntad común entre sus cuerpos, sus alas, sus picos, borrosos por
el movimiento y la distancia. Pero de pronto pasa por ellos una onda de
entendimiento, y entonces se posicionan: el enjambre se convierte en formación. Avanzan,
doblan y regresan, bajan y suben al unísono. Vuelan con orden, en línea, en
filas. Cualquier día van a emprender el viaje.
Seducido por la voz del otro, aún entrecortada y forzada, el amigo dejaba de percibir el roce del empedrado debajo de él y ya no
sentía la dureza del respaldo: echó a volar él también; ascendiendo sin peso,
impulsado por un soplo; descendiendo en picado.
Batió sus alas al compás de los que volaban a su lado; fue parte de la
marea, un miembro más de la bancada. Oteó la pequeñez de los seres que se movían por
el campo, y su corazón latía veloz pero sin cansarse por las acrobacias y giros
en el aire. Cuando todos viraron hacia la derecha, él, como uno
más, hizo lo mismo y…
—¡Mira, mira! —gritó el enano— Un aguilucho. Las
golondrinas rompen filas. Huyen, se dispersan… ¡Ay, granuja, has cogido una
avecilla y te la llevas!
El amigo sintió pasar por su lado la sombra del
ave de presa. Aun sabiendo que por
espacio, tiempo y dimensión él no sería objeto del ataque, agarró a ciegas el brazo del
enano para asegurarse de estar a salvo en la
plataforma de la torre. El otro le miró entre sorprendido y complacido por el
gesto; mas cuando percibió su perturbación, continuó hablando para sosegarlo:
—Ya me dirás cómo resisten de batir sus alas,
piar, silbar, cantar o graznar al mismo tiempo que se proyectan a través del
aire, livianos como hojas otoñales. ¿Dónde descansan y duermen?
Le observaba con atención para detectar si había vuelto
o no a su lado. Y transcurridos unos instantes, el amigo contestó como si nada
hubiera pasado.
—Bien sabes dónde se refugian para recuperar el
aliento y cómo se apretujan unos contra otros, calentándose mutuamente con el
pulso tibio de sus cuerpecillos: por las noches ahí los tienes, balanceándose
sobre las desnudas ramas del roble de la hondonada al que revisten con sus
plumas, ahora que el árbol se ha desprendido de su copa veraniega.
Manteniendo la vista apartada de los pájaros que habían
retomado sus ejercicios para el largo vuelo, el amigo comenzó a bajar la escalera. Intrigado, el enano le siguió a su ritmo y sin atreverse a hacer preguntas.
Sigamos volando en el blog de Alberto
El vuelo de los pájaros siempre ha despertado tanto incógnitas como envidia, tanto sueños como encrucijadas...
ResponderEliminarun abrazo
A pesar de lo laborioso que ha sido para mis cansados ojos, el poder leer tu entrada He tenido que copiar y pegar para agrandar y dar prestancia a los caracteres), he disfrutado con tu narración.
ResponderEliminarSiempre me he embobado ante esas difíciles simetrías de las bandadas de los pájaros cuando vuelan en grupo.
Por otra parte entiendo que cada uno debe mirar a la altura exacta que manden sus ojos.
Un abrazo.
Muy buen relato. El vuelo en formación de los pájaros es algo que siempre me ha llamado la atención, ¿cómo lo harán? Tú lo has relatado muy bien, y con esos dos personajes que se unen a ellos, por sus ganas de llibertad y ser como uno más.
ResponderEliminarUn abrazo
El vuelo armónico y aleatorio, a la vez (o eso parece).
ResponderEliminarUn beso.
Un vuelo, en apariencia caótico, se convierte en una perfecta escuadrilla aérea, una formación en "V" para aprovechar al máximo las facilidades para volar que el cielo les ofrece. Incluso en el cielo, esa aparente libertad está sujeta a reglas y peligros, como los de ese aguilucho a la búsqueda de presa.
ResponderEliminarUn abrazo.
Una buena manera de acercarnos al vuelo de los pájaros. Me ha gustado mucho. Un beso.
ResponderEliminarMe gusta contemplar los pájaros, su ritmo al volar y la disposición que llevan, que no es azarosa, si no que tiene su razón de ser. Tal vez, desde el lugar que a una le toca mirarlos y admirarlos, pueda no solo aumentar la admiración, sino el deseo de extender los brazos a ver si se convierten en alas para acompañarlos. Vaya a saber de qué modo, nos verán a nosotros desde las alturas!
ResponderEliminarExcelente narración amiga!
Besos!
Gaby*
Siempre me ha admirado el vuelo de los pájaros en el cielo y tú la has tomado como imagen de lo que significa "volar"
ResponderEliminarDorotea muchas gracias por haber participado en mi primera convocatoria y por tu rico relato.
ResponderEliminarUn abrazo grande!
Me ha encantado el relato, lo bien que has descrito el vuelo y la formación de los pájaros pero siempre atentos al ave de presa que los puede destrozar. Una bella metáfora de que la unión hace la fuerza.
ResponderEliminarUn beso