miércoles, 29 de enero de 2014

LA BONDAD DEL DINOSAURIO






La bondad del dinosaurio

Mis escasas experiencias deportivas se limitan a un solo momento estelar: un corto pero intenso romance con la equitación. Por razones de peso me asignaron el caballo más fuerte, una yegua de capa castaña llamada "Española",  con altura de cruz por encima de mi barbilla y de carácter variable...

Tuve varias clases en la pista y en el campo y lo pasé casi siempre bien sintiendo como se movía debajo de mí el engranaje perfecto de sus huesos, músculos y tendones, mientras me llevaba y me traía, normalmente a la zaga del grupo, porque "Española" era perezosa y no toleraba las caricias de la fusta.

La profesora, inglesa y taciturna, nos obligaba a dedicarnos a cuidar de nuestras monturas. Aprendiendo a atender a cuadra y caballo, tomarle la temperatura (!), colocar la silla y las riendas, cada vez me sentía más unida a "Española", amante de las zanahorias y cabezuda tanto por el tamaño de su testa como por su voluntad de hierro para conseguir lo que se había propuesto. Al final del cursillo supe que no había nacido para ser amazona y me di cuenta de que el mejor tiempo lo había pasado limpiándola con el cepillo, el paño y la esponja; siempre maravillada por el tamaño y peso de su cuerpo; impresionada de que sus ojos sirvieran de espejo a la mejor parte de mi ser y que su enorme boca -forrada de terciopelo antracita y equipada con esos dientes estrujatodo- se dedicara incansablemente a repasar mis manos y brazos en busca de alguna miga que podría haber quedado de mi desayuno. 

Para hacer deporte leyendo, pásense por el blog de Yolanda





9 comentarios:

  1. La equitación siempre me ha atraído mucho, pero Dios no me llamó por esos caminos.

    ResponderEliminar
  2. Todo un disfrute. Seguro que en mi vida anterior fui amazona.... Besos.

    ResponderEliminar
  3. Pienso que debe de ser muy bonito pasear a lomos de un caballo. Pasa por ser un animal lleno de nobleza. Nunca tuve ocasión de montar a caballo y tampoco sentí la necesidad de hacerlo. Celebro que tu si hayas podido gozar en un período de tu vida de esa experiencia.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  4. No como deporte, pero desde chico y toda la vida he estado en muy buen contacto con los caballos. Es una experiencia formidable!!!!! ¡buen relato Dorotea!

    ResponderEliminar
  5. Ya de por sí, ese contacto con la yegua, ha de ser una experiencia preciosa. Son animales nobles, y por lo que cuentas, "Española", estaba dotada de personalidad -aunque no sé si sería la palabra adecuada para referirse al carácter de una yegua, ya que lo asocio a las personas. Pero me encanta eso, su modo de hacerse notar. Una linda vivencia Dorotea, aunque no hayas salido amazona! :)
    Besos!
    Gaby*

    ResponderEliminar
  6. Me despertó mucha ternura. Imagino lo bello que debe de ser esa conexión entre tu y la yegua. También debe ser una linda experiencia montarla e ir de paseo en ella.
    Muy linda historia. Un beso!

    ResponderEliminar
  7. La equitación es un bonito deporte y se debe sentir algo especial al montar en ese bello animal.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  8. ¡Qué buena experiencia! Los caballos son animales que hacen de la fidelidad y la ternura un monumento.
    Besos

    ResponderEliminar
  9. Ah...qué buena experiencia!...un deporte que te enseñó a estrechar vinculo con un animal tan noble como el caballo!...no sé si yo me animaría alguna vez a probarlo, sobre todo por la imposición de tener que ocuparnos de esos detalles que tanto te gustaron a vos! jajaja
    Un abrazo

    ResponderEliminar