NORMAS DE LLUVIA
Cuando miré al suelo, vi mis pies apuntando hacia la orilla del
charco. En un plano invisible se colaba agua por la punta de mis botas
y sentía la humedad trepar por dentro. Un involuntario gesto de fuga disolvió el espejo en borrosos círculos que abandonaron mi nave encalada como
ratas ante un naufragio, rompiendo sobre la playa de asfalto en un intento de
comerse unos milímetros más de carretera. Encima de mis rodillas vislumbré un bulto
desenfocado de muslos, vientre, pechos… convulso todo, y alterada su estructura
molecular habitual debido al tembleque del líquido. Finalmente localicé mi cabeza que
–empequeñecida por la perspectiva– bailaba encima de mis hombros.
Desde lo alto
descendía la manta gris de las nubes regadera que en ese instante se volvieron
a rajar. Comenzaba a pesarme el cabello que recogía las gotas, las repartía, dejaba
correr y sujetaba en los extremos de cada pelo para que
no se cayeran. La lluvia entraba a chorros por mi cuello, se colaba a lo largo de la
espalda siguiendo caminos irregulares; sus fríos tentáculos palpaban mi piel
haciéndome respirar a fondo, suspirar y ladear la cabeza en busca de apoyo.
No ocurrió nada y era lógico puesto que nadie te viene a socorrer en medio de un charco bajo un aguacero y con el tejadillo de la parada de autobuses a cuatro pasos. Y todo por culpa suya, por insistir en que llevara paraguas –ese que estaba en el banco de la
parada–, y sugerir que debería cortarme el pelo antes de acudir al
cumpleaños de su madre. Ahora hasta la lluvia olía a la laca de
jazmín podrido de la peluquería. Volví a escrutar las nubes que se reflejaban en
el suelo mojado: su oscuridad luchaba por mantener a raya las farolas
que extendían entre árboles sin hojas una intermitente telaraña luminosa.
Un coche pasó tan cerca que rozó mi ventanuco al cielo. Noté como me salpicaba la
absurda falda de cincuentona que me había puesto para no dar la nota con mis vaqueros entre
medias de seda y pantys reductores. ¡Otra razón para quitármela! Estuve en
ello cuando el coche regresó dando marcha atrás.
Sus manos cálidas cubrieron
mis dedos tumefactos que todavía no habían vencido la cremallera. Ante mi temblor, se quitó la chaqueta para ponerla sobre mis hombros mientras nos fuimos al coche. Incluso olvidó recoger el paraguas del banco de la
parada. Aquella tarde, su madre y las tías esperaron en vano; ya no salimos de
casa.
Se siguen rompiendo normas en ...
Se siguen rompiendo normas en ...
No siempre las personas "adecuadas" son las que más se ajustan a las reglas de lo conveniente!
ResponderEliminar=)
He sentido, he notado la humedad y las gotas por mi espalda, sin paraguas a postas.
ResponderEliminarHe vibrado con este relato físico e intensísimo, ahora ya no salgo de casa, me quedo con la chaqueta que él me colocó delicado sobre los hombros, sin normas esa noche de lluvia.
Excelente Doro, aplauso y besito.
Todo un compendio de sensaciones se desprenden de tu relato. La lluvia moja, moja los sentidos, las letras, el entusiasmo que brota al leerte. A veces, vale la pena, saltearse algunas normas, detenerse en alguna parada y esperar que suceda, lo que nadie espera que pueda llegar a suceder. Esa tarde, la lluvia mojó también la incertidumbre de quienes les aguardaban...
ResponderEliminarBesos!
Gaby*
Muy bien, que esperen esos parientes tan exigentes. La lluvia ha sido una polemica interesante entre partidarios y detractores. Esta vez prologo de algo interesante.
ResponderEliminarDe ahí a la neumonía un paso.
ResponderEliminarY digo yo, ¿no es mejor decir NO que esperar a la catástrofe?
Un beso
un tipo de zamora dice : rompiendo las normas. es entonces cuando una tipa llamada dorotea va y...
ResponderEliminarjoderse, dorotea, esto que has escrito sí que rompe normas, moldes si tú quieres, pero los moldes de la mediocridad para allegarse con suma facilidad a los de la belleza.
desde mi humilde punto de vista, te ha salido un escrito que se acerca a eso, a la belleza tranquila, a la belleza de un charco pisado por...a la belleza de las gotas de lluvia repartidas por el cuerpo a modo de señalizadores de agua...
no sé, me ha encantado por sorpresivo. por sorpresivo desde leugo. por ingenio también.
medio beso y mi enhorabuena, dorotea.
Muy buen y excelente relato me encanto leerlo esta lleno de sensaciones que nos dejas a la imaginación y en la piel
ResponderEliminarQue bonito!, me he dejado llevar por tus preciosas descripciones, por la magia que enciarras en tus palabras haciendo de un echo cotidiano algo espectacular y hermoso, y el amor, que nunca se somete a normas, un ralto tierno, precioso de verdad, me ha encantado, miles de besosssssssssss
ResponderEliminarA veces ocurre que buscamos las palabras con las que expresar lo sentido, pero estas no llegan. Esta es una de esas veces. Emocionante, genial, redondo, tal vez hermoso sea suficiente. He sentido la lluvia empapándome y he visto mi silueta difuminarse en ese charco. Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hasta escalofrío tengo después de leer tu minuciosa descripción. he sentido la calidez de esa chaqueta sobre los hombros y la felicidad de una tarde tranquila en casa, mucho mejor que con todas esa familia de carcas.
ResponderEliminarUn beso.
Seguro que lo pasaron mejor en casa que en compañía de la madre y tias... ;-)
ResponderEliminarBss.
Que maravilla Dorotea, mil sensaciones agarradas pellizcando los sentimientos. Uno nota la lluvia correrle cabeza abajo, el final redondo, sin dudas. Un aplauso y un cómo no...
ResponderEliminarUn abrazo.
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