Vino de una galaxia donde las
densidades son tan altas que todo bicho viviente tiene que hacer frente a una
presión atmosférica que intenta aplastarlo desde el primer instante de su vida
hasta su desaparición que normalmente se produce en un estado compactado y
aplanado como si formara parte del firme de una carretera celestial
interminable.
Por una circunstancia fortuita
que no puede calificarse de accidente sin más, ese ser aterrizó en la Tierra y
se crió en el seno de una familia afectuosa que nunca se cuestionó su baja
estatura proyectada genéticamente para hacer frente a la gran densidad de su lugar
de origen.
Gracias a su habilidad de
manipular objetos redondos, encajó en el entramado de un deporte terrestre y
pronto se situó entre los mejores, posición ésta que está superando
actualmente. La gravedad de la Tierra no lo abruma; sus moléculas están hechas
para ascender cueste lo que cueste, y por eso levita cuando quiere y se acerca
a la portería contraria como un jugador inventado por descargas electrónicas, o sea de videoconsola.
Atraviesa a los defensas que se
acumulan para sujetarlo, acelera de una manera mágica y si hace un segundo
estuvo a cincuenta metros del cuadrilátero, resulta que ahora se materializa a
muy poquita distancia con un ángulo imposible para que el balón entre por la
escuadra, a la derecha o la izquierda, en vaselina, arco dibujado, suave avance
por la hierba acariciando sus tallos o arrancando briznas para salpicar con
ellas al portero vencido.
También podríamos hablar de su
generosidad regalando pases a medida que colocan el balón donde el compañero lo
necesita y que el otro equipo solo ve pasar como una sombra.
Nunca me interesó el fútbol hasta
ver jugar a Messi.
Gracias, Leo.
Y es tan humilde!...muy buen chico...y además, rosarino!
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