viernes, 11 de mayo de 2012

BICARBONATO




Los dos elegimos sopa para empezar, porque el día estaba fresco y el aire del mar, agradable en verano, nos mordía en la piel de cara y manos. 

–De segundo, quiero carne, –dijo mi marido– con tu manía de ir de vegetariana se me está olvidando el uso del cuchillo de punta. 
–No hay problema, –le contesté– mira, tienen hasta cochinillo y entrecot a la pimienta. Para mí, berenjenas fritas, ya sabes… 
–¿Vas a tomar postre? 
–No creo porque los fritos siempre me llenan mucho. 
–Pues, fritanga no, entonces.

Unas manzanas más allá encontramos el lugar idóneo para rematar la faena: un mesón tradicional cuyo cielo de jamones encima del mostrador estaba bien visible desde fuera. Discutimos un buen rato delante de la carta expuesta en medio de la calle peatonal, debatiéndonos entre magro con tomate, albóndigas y callos. 

Después de eso, empezaron a repetirme los precios, y nada más llegar a casa tuve que tomar un poco de bicarbonato. Está visto que no conviene sobrecargar los ojos ni a la hora del almuerzo ni en la cena. 

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