‘El mundo no es suficiente’, es una película más para no pensar, para ser mero espectador de la acción, observar al gladiador bueno que tiene algo de malo, al malo que es malísimo, a los mediocres que quieren ser buenos y no se atreven, o les toca ser malos y encima les sale mal. ‘In the end’, todos muertos o malheridos en cuerpo y alma. ¡Telón!
Pero el título de esa película de uno que quiso ser ‘…Bond, James Bond’, es algo más: expresa la palpable realidad de que el mundo, nuestro mundo, el mundo mundial que Manolito Gafotas descubre de la mano de su autora, Elvira Lindo, en el barrio madrileño de Carabanchel Alto, ya no es suficiente. Y no estamos hablando de la necesidad de explorar el espacio exterior a ver si encontramos una Tierra de recambio para cuando acabemos de destruir esta que nos fue cedida para cuidarla.
Se trata pues de los mundos que surgen por doquier, llevando ese concepto alegremente a lo más frívolo, pendenciero, ridículo o absurdo:
El mundo de la moda gira alocadamente impulsado por las mentes preclaras de creadores que tapan/destapan a diosas anoréxicas con vestidos imposibles de llevar salvo sobre una pasarela, llámese como sea. Sin embargo, unos meses más tarde, ese estilo, los colores y complementos, se reflejan en los escaparates de almacenes de más o menos fuste, y se compran con la misma ansiedad que una vacuna de la gripe ‘X’. ‘Se llevan rayas’ ordenan y mandan los reyes del mambo de la moda, y que cojan confesada a la que salga a la calle con lisos o topos (para los que no respiren el aire sobrecalentado de los probadores de alta costura, entiéndase que no nos referimos a animalillos nocturnos de sanos hábitos excavadores ni a infiltrados en ambientes que no son los suyos, sino a lunares que por no llamarse lunares se han puesto el nombre de topos). El mundo del calzado, una planta más abajo, no gira sino que se balancea sobre talones de vértigo, cuñas simples, dobles, forradas o de madera. ‘Este invierno, todos sobre plataformas’, dictan desde el Olimpo de las tendencias, y los que llevamos calzado –obviamente una gran parte de los pobladores del hemisferio norte– nos subimos con gracia o sin ella a zapatos con plataformas interiores o exteriores, pisamos sobre suelas hinchadas como las lenguas de vacas muy enfermas, maldiciendo entre dientes, eso sí, impecablemente blanqueados, las ocurrencias de los ‘coolhunter’, que tampoco son lo que parecen, o sea, ‘cazadores del frío’, sino se dedican a descubrir las tendencias de calzado, moda o lifestyle que surgirán el próximo año como de la nada. ¿De la nada? Detrás suele haber una campaña de promoción, de marketing, de hacernos desear algo cuya existencia ignorábamos hasta hace poco sin sentir una merma apreciable de felicidad, o bien, el barco del consumo pone rumbo al pasado, y acabamos llevando modelos retro de hace cinco, quince o cincuenta años. No se confundan, no se trata de repeticiones, porque la moda es sobre todo innovación; son estilos reinterpretados, guiños al reino de divas desaparecidas que supieron bailar sobre el filo de una cuchilla porque pesaban poquito y lo practicaban a diario. Es un consuelo enterarnos de que hay marcas que se dedican a reinventar algo más sólido, botas y botines por ejemplo, pero el alivio se evapora en cuanto vemos sus alternativas: sandalias planas, sí, con cintitas finas que comprimen los dedos del pie; encima, una tobillera de cuero, extremadamente suave, doblada y arrugada que, al ser el doble de ancha que la pierna, reproduce al andar el croar de una familia de ranas, hace sudar el tobillo y enfría los dedos del pie, ya de por si morados por el estrangulamiento.
Basta de frivolidades, echemos un vistazo al mundo de los niños que pide móviles multifacéticos en colores chillones que suministren vía auricular la música preferida alejando a nuestros retoños un poquito más del aburrido sermón materno/paterno sobre comportamientos correctos o no frente a la autoridad docente; mochilas con ruedas y asas extensibles convierten la entrada al colegio en una parodia del check-in de los aeropuertos: una hilera de hormiguitas arrastrando sus maletillas como pequeños ejecutivos, sorteando escalones y desapareciendo por la puerta del aula como si de la de embarque se tratase; videoconsolas con capacidad de entrenador personal les enseñan a bailar el tango, jugar al tenis y al golf, imitando de nuevo a los jóvenes subdirectores angustiados por la hipoteca y la dispepsia del gran jefe. Asimismo, el simulador informático les monta en caballo o en bólidos de fórmula uno, lo cual afectará sus futuras normas de conducción vial aunque todavía no sepamos de qué manera. En este listado falta obviamente un componente crucial de lo que antaño era el mundo infantil: los juguetes. Sin embargo, entre actividades extraescolares, el entrenamiento diario frente a la consola para no ser más torpe que los amigos, viajes de fin de semana al pueblo de los abuelos o a Cancún… ¿qué juguete normal y corriente resultará lo suficientemente competitivo para ratificar su puesto en ese mundo de los niños? Los coches de radio mando se estropean al mismo ritmo que el ramo de flores para mamá, comprado en su aniversario o porque lo olvidamos. Las muñecas, al contrario, pasan de moda antes de romperse siquiera, ya que el material empleado resulta indestructible; aguantan sin mellas la primera fase de juego furioso, achuchones y baños calientes con espuma, y –cuando otra reina de belleza ocupe el trono de casa–, mantienen el tipo en los mercadillos de segunda mano, incluso superan el paso por los cubos de basura, para acabar en los vertederos, sucias y quizás con un miembro de menos, pero todavía con esos rasgos de niña plastificada que, asomándose entre latas, papeles, inodoros y otras inmundicias, asustarán a más de un rastreador de desperdicios.
Quedémonos ahí: ¿hay un mundo de la basura? ¿Un universo de desechos, chatarras y bazofias? Puede que sí pero siempre será un universo negado, invisible, salvo en huelgas de barrenderos. En documentales televisivos emitidos de madrugada podemos vislumbrar su aspecto extraplanetario viendo a diminutos humanos pulular sobre montañas de basura, filas de policías con mascarillas escarbar en sectores marcados para desenterrar los restos de una chavala imprudente o de un bebé en absoluto deseado. En el coche patrulla, el presunto autor del crimen, cabizbajo y esposado, espera a que la búsqueda arroje algún resultado. Ese individuo ya no pertenece al mundo de la gente de bien, sino que ha pasado al de la delincuencia, conocerá el mundo de la cárcel y de la violencia, mientras que el hasta entonces intacto mundillo de sus padres o de su pareja, desgarrado por la noticia, ya ha estallado en miles de pedazos.
¿Tantos mundos caben sobre la ajada piel de esta tierra nuestra? Todavía no hemos mencionado el mundo del trabajo, de la mujer, de la enseñanza, de la bolsa, de la prensa, de los pingüinos, de los mayoristas de agencias de viajes… La lista es interminable. Definitivamente, el mundo no es suficiente.
Hola Dorotea:
ResponderEliminarNo lo vas a creer, pero hoy he pensado en ti. Me preguntaba si estarías enferma.
Me alegra leerte. Un texto muy bueno cargado de razones. Comparto lo que dices. Ciertamente, parece que el mundo no basta.
Cuando leo que han encontrado hielo en expacio exterior, yo me pregunto ¿y qué? ¿es que no tenemos hielo en los polos?
Un placer leerte.
Un abrazo
No tenía noticias de esta peli, pero por el panorama que das quizás sea menos sencilla de lo que aparenta. Nos has dado un excelente pantallazo de los que has interpretado de ella. Espero a verla para comparar apuntes! ejejej
ResponderEliminarsaludos!
Hola, Dorotea. ¿Cómo estás? Hacía tiempo que no veía movimiento en tu blog.
ResponderEliminarNo conozco la película de la que hablas (claro que últimamente estoy muy poco puesta en cine)pero has hecho que me pique la curiosidad.
Un abrazo, guapa.
Hola, Dorotea; acércate a mi blog, que te cedo el testigo de la fortuna.
ResponderEliminarBikiños
Hola Dorotea,
ResponderEliminarPasate por mi blog ya que he compartido contigo un decimo de la loteria de navidad.
Un beso
Hola, Dorotea.
ResponderEliminarOtra vez estoy aquí, ahora para decirte que te pases por mi blog cuando puedas, que te he invitado a jugar a la Lotería de Navidad "bloguera".
Un besote
Doro Dorotea! por donde andas? Nos tenés abandonados!
ResponderEliminarTe mando un abrazo grande y un deseo de que el 2010 sea un excelente año para vos y los tuyos.
Y un beso a Pajarotti!
=P
Hola Dorotea, hacía tiempo que no pasaba por aquí. Desde luego a veces parece que el mundo no es suficiente frente a todo lo que pedimos, nunca tenemos bastante.
ResponderEliminarMe ha gustado tu relato
Un abrazo
Hola Dorotea, te invito a que te pases por mi blog, me llevé uno de recuerdo de Benalmádena jaja. Un beso!
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