El escritorio de palisandro
El escritorio de palisandro estaba arrinconado en el sótano de la casa que compramos, y fue lo único que me llevé cuando finalmente pude irme. Data de mediados del siglo XIX, la madera –restaurada por mí durante interminables horas de espera– tiene algún rasguño, igual que yo. Sin embargo, sus patas gráciles y bien torneadas se conservan fuertes, el tablón liso, suavizado por el uso, no tiene desperfectos. La parte alta, protegida por un cierre de persiana, esconde cajoncitos y huecos y algún que otro borrón de tinta desesperada…
Sentada en ese escritorio escribí después de nuestra separación las primeras cartas sin remitente, y otras muchas que ni envié. En uno de sus cajones está enterrada la noticia de tu muerte: la esquela en el periódico regional, firmada por tus padres y tu hermana. A mí ni me mencionaron por supuesto, porque te había abandonado y no volví a pesar de tu enfermedad.
Tuve razones, válidas entonces como ahora, que me empujaron a redactar en esa misma mesa el manuscrito de un libro, portador de mis recuerdos y remordimientos, de una historia cruel de equivocaciones y flaquezas, que estuvo guardado bajo llave como yo, y que se publicó hace unos días.
A pesar de las amenazas de tu hermana volveré a escribir porque me queda mucho que contar, y también lo haré porque el escritorio de palisandro me invita todos los días a concebir mi futuro y, ¿por qué no?, a inventar otro pasado.
Sobre el escritorio de palisandro se escribirá entonces una nueva historia un poco mas feliz que la anterior, que al parecer está plagada de malos recuerdos ... .
ResponderEliminarAca te extrañamos con Pajarotti, me dice que el escritorio está ubicado justo debajo de la ventana donde el se acomoda a tomar el sol de las mañanas. Me parece que se está poniendo un poco nostálgico, te lo voy a tener que devolver.
un beso
Hola Dorotea.
ResponderEliminarEs una de las ventajas del escritor. Que inventa historias y puede vivir las experiencias que se le ocurran.
Tu protagonista tiene todo el derecho a re-inventar el pasado e incluso, a vivir de nuevo.
Es un cuidado y sagaz relato.
Un abrazo.
Maat
Dorotea, ese mueble es la caja de los recuerdos, la cueva de los misterios y los secretos, el cofre que guarda una historia que saldrá a la luz.
ResponderEliminarEscritorio de palisandro, imprescindible, más valioso que una joya.
Evocativo, bien escrito, sugerente, relato,
felicitaciones y un !salve! de mi Quinto, natalí
Hola Dorotea.
ResponderEliminarLo cuentas tan bien, que parece que no sea una historia inventada. He disfrutado de su lectura. Enhorabuena.
Un abrazo
Hola Dorotea,
ResponderEliminarEse escritorio de palisandro es un amigo que te recibe con amor para escuchar tus historias,y te permite escribir tus sentimientos y guardar tus secretos.
Menos mal que no te lo dejaste en aquella casa.
Besitos
...A ver, Dorotea, tu que quieres dejarnos sin los tres mil del "ala"
ResponderEliminarVaya pedazo de corto, jabugo, diría yo.
Relato de palisandro, como ese escritorio que invita a escribir la memoria y reescribir el futuro con libertad.
Besos
Elegante descripción de un mueble y muy bien escrito tu relato. Supongo que aun se le coge más cariño a un mueble si uno mismo lo restaura y lo deja como nuevo, te debes sentir orgullosísima del trabajo y ese mueble siempre parecera una prolongación de ti mismo.
ResponderEliminarUn beso
¡Ay!, querida amiga, cómo me gusta tu magia; pendiente me has tenido de principio a fin. Cuánta tensión e intensidad se pueden guardar un cajón, en un mueble; en unas letras bien escritas. Felicidades
ResponderEliminarBikiños
Un relato elegante, hilvanado con maestría y, con un protagonista incuestionable; un escritorio de palisandro.
ResponderEliminarHe disfrutado al leerlo.
Un saludo.
Que maravilla de relato, sería un lujo disponer de un escritorio como este en el que poder guardar recuerdos, inventar historias y porque no, algunas veces hasta reescribier un nuevo pasado
ResponderEliminarY por supuesto ha sido un lujo leer tu magnífico relato
Un beeso de Mar
Estupenda manera de adentrarnos en tu historia personal con la excusa de la presentación de ese escritorio que tanto tiene para atestiguar.
ResponderEliminarHermoso y emotivo relato.
Me encantó.
Un abrazo desde el bus.
Con un escritorio tan hermoso como el que describes, no me extraña que llegue fácilmente la inspiración, y más si hay una vida que escribir o reescribir, según la ocasión.
ResponderEliminarMe ha gustado, como siempre, lo que cuentas, Dorotea.
Un beso.
Muchas gracias por vuestros comentarios y perdonadme si todavía no he visitado casi ningún blog, pero estoy fuera y no vuelvo hasta mañana por la noche.
ResponderEliminarUn a braqzo.
D0R0TEA...LECHES¡¡¡, D0R0TEA...UNPUNT0, ES DECIR, UNA MESA, UN UNT0 DE PARTIDA PARA IRSE AL PASAD0 PARA AP0SENTARSE EN EL PRESENTE,PARA IRSE AL FUTUR0...¡DESDE UNA SIMPLE MESA!!!
ResponderEliminarME QUED0 C0N LAS CARTAS SIN REMITENTE...
MEDI0 BES0¡¡¡
Buen relato.
ResponderEliminarBesotes.
Paola.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEste mueble polisandro, conserva la memoria de una forma fiel y algo macabra. Por lo demàs, no sìempre quien se expresa libremente, ha dejado espacio psicològico que de lado deje, en los demàs, resentimientos. Mas si se provocan con escritos.
ResponderEliminarHaber dispuesto de este mueble, puede ser de muchos filos.
Querida Dorotea, te he visto sentada en tu escritorio, escribiendo o inventando tu futuro, no dejes de escribir, que los sueños son el preludio de la realidad.
ResponderEliminarUn abrazo
Dorotea: perdona que haya venido tan tarde a visitar tu blog, pero es que no ha habido forma de encontrar un hueco.
ResponderEliminarUna vez más, me quito el sombrero ante tu relato. Hay que ver cuántas historias y secretos conocen de nosotros nuestros muebles.
Me ha encantado.
Besos