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sábado, 23 de mayo de 2009

UNA HISTORIA DE INTERNET



UN CHAT CUALQUIERA

Berta Gómez, pasada la posadolescencia,
se estrena haciendo acto de presencia
en un chat restringido de buena gente.
Una amiga le dijo: —Vamos, Berti, vente
sin miedo, somos compis, colegas, amiguetes,
ya verás qué majos, qué buenos rolletes…


Son las tres menos cuarto y el insomnio acosa.
Se apunta, se registra. ¡Parece fácil, la cosa!
Como nombre de guerra se pone ‘Perlita’,
ni sabe por qué ni cómo se quita.
Botones sonrientes la saludan encantados.
Cuando va a contestar, llegan otros invitados,
el griterío se multiplica, docenas de ‘holas’
se cruzan; luego todos van a su bola
y se meten en separados para charla privada.
Berta-Perlita se siente bastante olvidada.

Ya avanza su cursor a la puertica de salir,
cuando aparece El Pirata y comienza a inquirir.
—¿Nueva? ¿Guapa? ¿Joven? ¿Soltera?
¿Libre? ¿Hetero? ¿No serás tortillera?”
—¡¡Nooo!!
—responden por su cuenta sus dedos en el teclado.
—¡PUES AUNQUE LO FUERAS ME TRAERÍA SIN CUIDADO!
—escupe en mayúsculas el interlocutor osado,
rubrica con un smiley rojo granate de enfado,
envía un gran trueno y como colofón,
un cuchillo que atraviesa un sangrante corazón.

Berta, de un salto, se aparta con susto;
un ataque de ansiedad alborota su busto,
y mirando la pantalla con repulsión y temor
murmura “Nunca mais” y avanza el cursor…

En ese instante, la saluda muy sonriente
un emoticón que se ríe a mandíbula batiente,
se colorea de arco iris, saca una chistera
de la que salen conejitos, una larga hilera
de blancas mascotas que palidecen,
se convierten en estrellitas y desaparecen.

—¿Qué tal, Perlita? ¿No te habrás disgustado?
Últimamente El Pirata está algo enojado.
Le dejó la mujer y se llevó a su perrita
que atiende, perdón, por el nombre de ‘Perlita’.
¿Sigues allí? ¿Me lees
? —y el emoticón
saca unos anteojos y se pone de fisgón.

Sí, —tiemblan las letras que Berta teclea
que no desconecta porque en el fondo desea
pertenecer a esa guapa gente bloguera,
moderna del chat y de la cyber era…

Y el botón se presenta: se llama Gonzalo,
treinta y nueve, separado, actualmente en paro,
uno ochenta, libros, cine, no fuma, ni bebe…
Y tú, Perlita, cuenta lo que a ti te conmueve.
Berta-Perlita se lanza, no miente, suaviza
la edad, el color de pelo, el peso… enfatiza
en su soltería, buena cocinera, porque es verdad,
y Gonzalo responde con interés y bondad.
Pasan a un separado para evitar saludos
y comentarios de otros, a veces tan rudos.
Aumenta la confianza, Gonzalo insiste
en ver su foto… Berta-Perlita se resiste.

De pronto, toc-toc, alguien llama al separado
y entra tan fresco porque no estaba bien cerrado.
¡El Pirata! Berta se calla y queda a la espera,
pero él no ha venido para hablar con ella.
—¿Qué haces, Papá? —pregunta a Gonzalo—
Vete ya a la cama o mañana estarás malo.
Tómate la pastilla y el jarabe para la tos,
o Juana se enfadará como siempre con los dos…

Gonzalo, o como se llame, se va sin más.
Berta-Perlita, agazapada, se ha quedado sin gas.
No se lo puede creer, pero claro, Gonzalo se ha ido.
Y El Pirata saca oreja como si algo hubiese oído.
Lo siento, quien seas, mi viejo duerme poco,
y chatear le encanta, pierde el hilo, se vuelve loco…
—No importa, —responde
ella sin pensar que la pantalla
mostrará su nombre de chat al pirata canalla.

Vaya por dios, ¿otra vez 'mi' Perlita?
Dime al menos si el viejo te tenía contentita.
¿Qué esperaste al meterte con él en un privado
…?
Y El Pirata suelta su risa de malvado.

Berta explota, y de los emoticones
elige un botón verde de ojos saltones
que se cae de espaldas, enrojece y vomita.
Para que lo sepas, ¡yo no soy para nada 'tu' Perlita!
Sí que soy novata, primeriza, ignorante principiante,
y no me imaginé el chat lleno de tipos arrogantes,
maleducados, suspicaces, vulgares y mentirosos,
rarillos como tú ni Don Juanes casposos
.

A ritmo de su pulso palpita el cursor…
En un instante cambia el emoticón ofensor:
un monjecito se pasea y arrastra cual cadena
de la palabra ‘perdón’ más de una veintena.
Avergonzada, Berta, por su propia reacción
de furibundo y agresivo aprendiz de emoticón,
acepta disculpas y lee explicaciones
que derivan poco a poco hacia otras conversaciones.

A las cinco y cuarto se despiden con besos ya no tan castos;
Berta-Perlita se va al trabajo, El Pirata… a otros pastos.