La primera porque estoy en un velatorio y no conocía al difunto que era el suegro de la portera de la comunidad… ¿Qué hago en el velatorio? La presidenta del bloque —que es una lianta— me endosó el compromiso diciendo que tenía hora para el podólogo y que llevaba semanas esperando, de modo que no podía saltársela ni aplazarla. Sé muy bien que ese podólogo está como un tren, y que la presidenta luce desde hace medio año unos pies más jóvenes que su cara. Pero en fin, soy la vice, y aquí me tienen en cumplimiento de mis funciones dando silenciosos abrazos a desconocidos y criticando mentalmente la decoración floral de la sala.
La segunda porque noto que la paz del mundo —bueno, la paz de mi mundo, o sea, la paz familiar, conyugal— depende de mi boca cerrada. Es la hora de la comida, la única actividad en común que se mantiene en familias con hijos a punto de “independizarse” e irse a vivir con algún amigo/a, sin que nunca lleguen a pasar de ese punto que a fuerza de prolongaciones se convierte en puntos suspensivos. Resulta que la comida humeante “no está muy caliente”, “otra vez echaste demasiado arroz” y “¿no podrías preparar algo sin nada de verdura?”. El silencio pacificador es más fácil con la boca llena, pero al aplicar ese remedio casero me gano el comentario de “¿tanta hambre tienes?”. Trago la respuesta con el arroz y tomo mentalmente nota de rematar el plato delicioso con algo de bicarbonato para disolver la contestación antes de que me produzca una úlcera.
También hay momentos en los que nos rodea SILENCIO; así, con mayúsculas, y sería un sacrilegio abrir la boca siquiera para bostezar. Puede ocurrir en tu propia casa, a media tarde; el ordenador echa la siesta, el lavavajillas ya acabó su tarea y ningún otro artilugio está ni en ‘stand by’. Hace un momento cortaste el murmullo permanente del televisor mediante un puñetazo al mando; el tráfico de la calle se ha desviado; Pajarotti, el canario del 4ºB, debe de estar almorzando alpiste. El silencio se casa con la quietud y el sofá se convierte en una isla. Hablar sería delito.
Luego existen las situaciones en las que una no sabe qué decir y opta por callar… No, no es tan obvio como parece. Una parte considerable del vocabulario cotidiano consiste en fórmulas de ‘cómo llenar los huecos entre comentarios de interés’ o ‘si no lo sientes, dilo tres veces’. Si te cuenta tu amiga que está con el ánimo por los suelos, un ratito de silencio viene muy bien. Puede ser que quiera añadir algo y tarde en encontrar las palabras, o que el no contestar enseguida le permita escuchar el eco de su propio comentario, por lo que de pronto entiende que no era eso lo que quiso decir.
Mi quinta razón para callar es tan sutil como la telaraña e igual de fuerte. Presiento que hablando traspasaría una frontera irrecuperable, haría visible un lazo inefable que no admite la luz de las palabras, o que podría dañar la autoestima de alguien sólo por el dudoso gusto de formular una pregunta o emitir un juicio. Me callo, pues, y hablo, claro que hablo, pero de otros temas.
Jo, me parece que voy a trabajar más mis razones para callar porque comparadas con las tuyas resulta como el jamón y las pipas. El jamón son tus razones. Me han parecido geniales.
ResponderEliminarEnhorabuena.
Buen viaje y feliz destino; donde mueren las palabras, siempre queda sitio para un silencio elegante.
Muy buenas razones para estar callada y difíciles de seguir pues siempre caemos en la trampa de abrir la boca.
ResponderEliminarBesotes.
Paola.
Estoy de acuerdo. Es mucho más facil abrir la boca que estar callada.
ResponderEliminarY no siempre acertamos...
Tus razones...fundamentales, todos nos hemos visto en esas situaciones, alguna vez.
Besito
Ay Dorotea, me hiciste reir con la situación del velatorio, el bicarbonato y el canario Pajarotti almorzando alpiste!!
ResponderEliminarTus razones son todas buenas y muy graciosas algunas. Me quedo con la quinta, no vale la pena a veces abrir la boca y hacerle pasar un mal momento a alguien que queremos; mejor "silenciar" hablando de otra cosa.
Un beso querida conductora de este sábado!
Dorotea, que razones tan convincentes y cotidianas nos has relatado.
ResponderEliminarMe ha gustado la quinta.
Mucho.
Yo tambien la aplico a veces.
Besitos, conductora
Nada como la comida pues es bien sabido lo mucho que relaja.
ResponderEliminarPero existo un motivo, todavìa, para que se impoga ese silencio sobre el que propones tema.
Los silencios, los lapsus msentales de quien se prepara
para realizar algo creativo.
Ese salir de casi todo, para entrar despuès por una sola puerta.
Ha sido interesante
Tag, un saludo.
Dorotea de mi alma, tus razones del velatorio, de la vida cotidiana, me han hecho sonreir, geniales y verdaderas, para reflexionar sin perder el sentido del humor.
ResponderEliminarA veces el silencio pesa cual losa, otras se dice aquello de "ha pasado un ángel" despúes de un silencio embarazoso. Desde luego, existen clases muy diversas de silencios en los que sobran las palabras.
Que lleguemos sanos y salvos después del trote tendido en su bonito carro silencioso.
Besito calladito.
al principio me hizo reir,
ResponderEliminarluego identificarme y atragantarme con tu arroz
luego anhelar ese sillón-isla
y luego... nada me quedo en
el sillón disfrutando ese silencio
de paz y armonía, el que más me gusta...besotes.
La foto, todo un logro de tu fantasía, parecía una campana de vidrio... no me atreví a preguntar..
ves? aquí no tenía que callar. jajaj
Es muy bonita la foto Dorotea, esa transparencia por la que se advierte una silueta es preciosa. Me han gustado tus razones, lo de estar en un funeral y preguntarte por que estás allí, también a mí me ha pasado, te entiendo y lo de no poderte meter en una conversación porque no sabes que decir, también, por eso te callas.
ResponderEliminarUn abrazo
Hola Dorotea.
ResponderEliminarMe han encantado tus razones. La del velatorio no tiene desperdicio. Habrá que poner los pies en casa de ese podólogo, ¿no?
En cuanto a las demás son reales como la vida misma. Si yo te contara la historia de mis platos de arroz...
Un abrazo grande, Dorotea. Todo va muy bien.
Maat
Dorotea me encanta la foto y la explicación que has dado para elegirla.
ResponderEliminarEl relato es genial y también me he visto en situaciones parecidas,me han hecho sonreir tus razones, pero con la quinta concuerdo contigo plenamente.
Un placer leerte.
Besos.
Me incitas a callar, Dorotea, y al tiempo me obligas a sonreír, no porque tus razones no sean buenas, que las son y muy válidas; pero es admirable tu ingenio, ¡qué le vamos hacer!, sonreír y disfrutar.
ResponderEliminarRespecto a lo del caballo, no te preocupes, son muy listos los condenados. Creo que no salió porque me costó encontrar la rúcula, saber lo que era; si no he entendido mal, aquí le llamamos "xaramago", una hierba que consideramos mala. "Os xaramagos nin os animales os comen", algo así como decir que los jaramagos ni los animales los comen. Por lo que no me extraño nada que el caballo no quisiera salir, a pesar de que lo esperaba con el terrón de azúcar en la mano. :)
Bikiños
D0R0TEA, DE L0 PARTICULAR, TU CASA, TU FUNERAL,(N0 EL TUY0, QUE SERIA LA LECHE QUE ESTUVIERAS EN EL TUY0 DE VISITANTE¡¡¡, DE C0ND0LENTE¡¡¡), A L0 MÁS SUTIL...SILENCI0, PALABRAS...A VECES ES SILENCI0, A VECES ES PALABRAS...
ResponderEliminarN0 P0R DECIR DE L0 PARTICULAR EL SILENCI0 ES MAS 0 MEN0S IMP0RTANTE...
GRACIAS, C0NDUCT0RA DE PRIMERA¡¡¡
Dorotea, no noto ultimamente con una voz y soltura en la escritura bastante buena, se disfruta con lo que escribes, sigue así muchacha, calladita pero hablando, de otros temas...
ResponderEliminarUn saludo,
Juanma
No se como lo haces pero siempre, siempre me dejas con la boca abierta, entiendo lo de la paz familiar, mis hijos son mas pequeños pero siempre encuentran un pero a la comida y no entienden que tu tambien tienes tu dia complicado y que tanta queja al final acaban minando cimientos, antes contestaba, ahora opto por callar... y lo del bicarbonato para digerir pues niña muchas veces, se digieren peor las quejas que la comida. Lo del velorio me ha arrancado una sonrisa porque me he puesto en la situacion y bufffffff, creo que preferiria haberme ido al podologo. Y las otras son de manual, es un delito romper el silencio cuando nos bendice... en cuanto a reflexionar sobre lo que hemos escuchado nos hace no tener un juicio erroneo de las cosas, espero que me sigas sorprendiendo siempre es grato encontrarse en ese impas
ResponderEliminarNo puedo callarme que os agradezco las visitas y los comentarios. Os mando a todos un abrazo y un beso. Ojalá nos volvamos a leer pronto.
ResponderEliminarEl primer párrafo prometía un relato de humor negro, con lo que a mí me gustan, a ver si la próxima vez...
ResponderEliminarMuchas y muy buenas razones, sí señora.
Un beso.