miércoles, 6 de octubre de 2021

CABALLOS EN LA NIEBLA




Caballos en la niebla


Entre la niebla, un centauro; un ser improbable; un hombre alto y desgarbado, inmóvil entre unos caballos que lo observan curiosos. Sus cuerpos echan vapor; al rato, sus cabezas vuelven a descender en busca de una pizca de hierba. El se mantiene quieto entre ellos, las manos apoyadas en sus grupas. La niebla se espesa y una pared blanca va cercando el pasto, separándolo de su entorno, del bosque, del camino…

—¡Ven! —le llama el enano que ha seguido al amigo desde la casa, a través del campo, por el sendero de la hondonada— ¡Ven! 

Los caballos levantan las cabezas  y una yegua vieja se adelanta. Anda despacio, se para, olfatea, y luego avanza confiada, resoplando. El enano siente encogerse aún más su escasa estatura; el caballo que se aproxima le parece enorme, una impresión incrementada por el pelaje de invierno del animal, al igual que por el vaporcillo que su cuerpo exhala. Sin darse cuenta, retrocede hasta topar con la cerca. 

—¡Ven!  —vuelve a llamar al amigo—, Te he traído una manta.

El hombre alto, que hasta ahora no se ha movido, sacude la cabeza. De su pelo lacio caen gotas. Los caballos en cuyas grupas se apoya, se desperezan y siguen a la yegua. Dejando al hombre atrás todos están yendo despacito hacia la cerca del pasto, donde el enano espera agarrando la manta que ha traído. De pronto un golpe de viento remueve la niebla,  empuja y rasga sus velos, saca tiras y las pone a bailar. En medio de la pradera, el hombre mira con extrañeza sus manos, ahora desocupadas, luego se toca el cuerpo y la ropa que está chorreando de rocío y -¿cómo no?- de niebla.

Por tercera vez llama el enano. Pero su voz ha perdido firmeza. Teme a los caballos por cuestión de tamaño; nunca se adentraría voluntariamente en su pasto, y ahora los tiene encima. Lo olfatean, sus belfos de terciopelo lo empujan suavemente buscando algo dulce como lo que traen los niños cuando vienen a montar. 

—Ya voy. 

Por fin contesta la voz quebrada, destemplada del amigo. Su paso largo y rápido lo acerca enseguida a los animales cuyo círculo alrededor del enano se está estrechando. Los caballos lo atienden con las orejas vueltas hacia él.

—Quitaros —susurra y se abre paso—, marcharos, que no hay nada.

Coge la manta que le ha traído el otro y se la cuelga por los hombros. Luego aparta con autoridad los caballos y estos se retiran. Los amigos caminan hacia la puerta del pasto mientras la niebla vuelve a subir desde el prado y se enreda en sus piernas.

En el camino a casa, también el enano tiembla de frío; con torpeza los dos comparten la manta que cuelga entre ellos, sesgada y desigual, convirtiéndolos en un solo ser legendario de una mitología sin inventar todavía. 


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12 comentarios:

  1. Nos has descrito una fantasía entre la niebla. Me gusto esa niebla y el misterio del enano. Un abrazo Dorotea.

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  2. Hermoso relato de campo y niebla en el que me he sumergido con ensoñación y cadencia,
    acompañado al enano para que no tuviera miedo a los caballos. Me ha encantado como
    los belfos de terciopelo de los caballos lo olfatearon buscando un terrón de azúcar.
    Y como el alto y el enano se van con esa manta raída y desigual a cuestas formando esa imagen
    cuasimitológica.

    Mil gracias, querida Doro, por haberte sumado a mi porpuesta.
    Beso grande

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  3. Realmente un bello y excelente relato que me ha encantado leer realmente me dejo atrapado

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  4. Un bonito relato donde la niebla y la fantasía ponen su punto en esa historia entre dos seres,dos amigos mitológicos entre la niebla y los caballos.La niebla aparecía ralentizando ese instante como por arte de magia,porque la niebla siempre lo es.
    Un abrazo.

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  5. Una historia entre nieblas, amistades y miedos que busca trascender entre esos bellos caballos que tan bien describes, Dorotea. Muy bien descriptas las imágenes. Un abrazo

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  6. Me ha parecido una maravillosa mimetización, la del alto y delgado,con cabello largo y lacio, con los caballos, como parte de la manada, como alguien a quien aceptan entre ellos. Como el irreal centauro que mencionas al principio. El enano me parece alguien grotesco que arranca al trans_especie de su manada y lo retorna a la humanidad, sacándolo dela ensoñación.
    No sé si era eso lo que pretendías expresar , pero es lo que a mí me ha sugerido. Me ha encanttado
    Besosss dorotea

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  7. Un bonito relato para sumergirse en esa niebla, conforme se lee te transporta.
    Un abrazo Dorotea.

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  8. Has puesto mucha poesía en tu relato. Hay contemplado la diversidad. Los caballos aceptan al centauro sin ningún problema y el enano, [ahora igual tampoco sería correcto decirlo así :-)] no sé si tiene en realidad las mejores intenciones. No sé, me ha planteado la duda. Igual se siente también sumamente diferente y dos diferentes hacen un igual. No sé.
    En resumidas cuentas, un texto magnífico desde mi punto de vista. Muy visual.
    Un beso enorme, Dorotea.

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  9. Que preciosidad de relato, me he llegado a sentir envuelta por la niebla en ese bello lugar. Besos.

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  10. Un relato que usa la fantasía para lleva al lector a convertir a las dos personas y una manta , en un ser fantástico.
    Me gustó donde nos llevaste.

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  11. Muy fantasioso y onírico. Quién sabe si el mito del centauro no salió de esa imagen de la manta compartida.

    Imaginativo, y bien llevado. Un abrazo

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