EL MONTE CALLADO
Cuando Gonzalo se marchó a la ciudad, el monte enfermó. Las flores silvestres se marchitaron nada más apuntar y los arbustos primaverales que habían hecho frente tanto a riadas como a sequías sacaron sus raíces del subsuelo, se doblaron y se torcieron, y los pajarillos tuvieron que ponerse a salvo anidando en otra parte. Durante un tiempo salían nubes de polvo de las grietas de la tierra arcillosa pero cuando el viento dejó de rondar el monte, todo -hasta el más mínimo movimiento- se iba parando.
Lo más grave sin embargo fue el silencio: sin el aleteo de la hojarrasca que por ausencia de la brisa yacía yerma e inmóvil, sin cánticos ni llamadas de aves, sin el bullicioso zumbido de abejas y avispas, una esponjosa manta de quietud cubría las laderas hasta la cumbre. El lugar parecía maldito; ni los pastores iban por ahí y contaban que la tierra se había tragado incluso el eco entre las rocas que antaño replicaba a los ladridos de los perros del pueblo de Gonzalo.
Él sobrevivía de mala manera en la gran ciudad, cumplía taciturno con su trabajo de peón de obra y mandaba dinero a su familia. Sentía morriña sin saber lo que era, hablaba cada vez menos y dejó de existir poco a poco mientras allá en el monte su mundo se iba resquebrajando.
No encontrarás el "Monte Callado" en ningún mapa pero preguntando por la comarca te guiarán hasta ahí, si bien sin acompañarte por sus senderos.
En este caso, no es muy bueno el silencio, siempre es bonito oír el viento, las hojas y los pajaritos. El monte no pudo vivir sin él, ni él sin el monte.
ResponderEliminarUn abrazo
Y es que a veces dejas lo mejor de ti detras. En este caso la marcha de Gonzalo no fue fructifera para el ni para el lugar del que partió. Bella aunque triste historia. Besos.
ResponderEliminarQue bonita historia es cierto que las personas somos de lugares y cuando los abandonas lo que dejas atrás puede sentir tu ausencia ..Me gusto ese monte callado ..
ResponderEliminarUn fuerte abrazo ..feliz noche.
El sonido se apagó, y la vida enmudeció. Todo lo que pueda añadir le quitaria voz a tu historia. Abrazos
ResponderEliminarCuando el silencio vence, la naturaleza se entristece, en este caso casi de manera literal. Ese Gonzalo tampoco será feliz en la ciudad
ResponderEliminarUn abrazo y pro el silencio sanador. Buen finde
Tu historia sirve para ilustrar tantos pueblos que se van vaciando de vecinos y se van sumergiendo irremediablemente en el silencio. Y sin embargo, pesa más el silencio interior de los que se marcharon que el silencio del propio pueblo. Triste, pero cierto.
ResponderEliminarBss.
Mucha tristeza en esa bella historia que nos narras. Mucha tristeza, sobre todo, para aquellos que dejamos hace tiempo esa naturaleza primigenia que nos ayudó a ser.
ResponderEliminarBesos.
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ResponderEliminarQué interesante y poético cariz le has dado al tema, Dorotea. Un placer leerte. Un abrazo
ResponderEliminarLeyéndote he recordado a Gabriel García Márquez.
ResponderEliminarUn beso, Dorotea