CENA MEDIEVAL
Con cada bocado, el vestido que había escogido del perchero de disfraces de la época se tensaba más; no fue mi talla desde un principio y ahora, después de una hora de entrantes y tapas calientes, me estaba agobiando. Al igual que la treintena de mis compañeros de mesa yo tenía la cara enrojecida y la grasa del pata negra restregada por las mejillas mientras comía a destajo porque el segundo turno ya estaba visitando las mazmorras del castillo.
Busqué consuelo en un vaso del vino de la tierra y alargué la mano hasta el pan. Justo cuando un sabroso choricillo al infierno me acariciaba el paladar noté que la presión del corpiño aflojó de golpe: unos botones habían salido disparados dando en algún blanco (¿de ojo?) y hubo un breve alboroto al otro lado de la mesa.
Me centré en el ágape y como ya había abierto una brecha en la celosía de los pinchos de morcilla, fui a mi siguiente objetivo: la pirámide de croquetas que hace pocos minutos me había puesto a tiro un fornido muchacho en atuendos medievales, panty incluído. Todos alrededor de la mesa comíamos y hablábamos al mismo tiempo y la marea de decibelios subía y bajaba amortiguada por los cortinajes de terciopelo rojo, la tenue luz de las velas eléctricas y las sombras alargadas de boinas con plumas, coronas y otros tocados.
Un gong reverberó por el largo comedor del castillo, de escasa altura, vigas centenarias y paredes llenas de espadas, escudos y banderas. Por los pasillos avanzó un grupo de malabaristas que se intercambiaban una lluvia de pelotillas brillantes; una seudomora blancucha mostró piel en una danza del vientre; niños con ojos de sueño, vestidos de payasos de la corte, corrían alrededor y daban volteretas tropezándose entre las mesas. Mientras los comensales mirábamos el espectáculo, las masticaciones se ralentizaban y por breves momentos estábamos distraídos de lo que pasaba sobre la mesa del festín.
Boooom, otro toque de gong: ¡Córcholis! habían desaparecido las torres de delicias de espinaca -que todavía no había catado- y los entramados de berenjenas fritas coronadas de azúcar de caña! En su lugar, humeaban unas enormes fuentes de carrillada en salsa, chuletas y chuletones, milanesas y san jacobos, rodeadas de patatas fritas, ricas y a lo pobre.
Pero habíamos perdido la batalla. Nadie metió mano al iglú de las lágrimas de pollo ni mucho menos a la pata de cordero asado. Noté que uno, luego otro y después bastantes más entregaron sus armas, o sea, los cubiertos, e incluso se negaron a recibir el bálsamo de los cremosos postres chocolateados. Me apunté en seguida a ese amnisticio gastronómico y opté por un café que me mantuvo durante un rato despierta y con la cabeza en alto.
Los criados pasaron detrás de las sillas quitando nudos y otros cierres de los ropajes de disfraz. También a mí alguien me soltó el cordón del vestido y al aflojarse su corraza, el compañero que tenía enfrente salvó el ojo derecho porque ya no le disparé más botones. Debo confesar que después de mi primer ataque a este señor le tuvieron que tapar el ojo izquierdo con una servilleta.
Agradeciéndome el detalle con un gesto muy de caballero, se levantó para leernos un largo poema sobre el hambre y la solidaridad.
Ah, ¿se me olvidó mencionar que fue una reunión de poetas autodidactas sobre el tema de cocinillas?
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Vamos que el festín fue todo un lujo de delicias comestibles , lástima que el postre ya no tuviera un hueco en esos cuerpos ..Muy lindo el relato y además me han entrado hasta ganas de atacar la nevera pero ya mismo ajjaja.
ResponderEliminarUn abrazo y te deseo una muy feliz noche.
Has descrito la disposición de las viandas cual cocinero resuelto en estos lances, me ha encantado desde el principio y hasta el aporte humorístico. Para el próximo encuentro me avisas porfa.
ResponderEliminarEspero que este comentario no se pierda entre tanta gente como se perdió el del queso, he ido a verlo y se lo ha comido el ratón. Un abrazo
Siento que se haya perdido un comentario tuyo (el del queso) porque leo siempre encantada lo que me pones. Un abrazo reikiano
EliminarUff solo de imaginarmelo me da dolor de estomago, hace años que no puedo comer mucho asi de un tiron, aunque me parecen todos platos deliciosos. Lo del hambre y la solidaridad va que ni pintado en comidas asi. Es buenisimo, besos.
ResponderEliminarQué bonito ha imaginado ese ágape para poetas o escritores.
ResponderEliminarUn abrazo
Todo botón que vuela, buscar ojo ajeno! jajajaja. Muy divertida tu cena medieval (romana, añado yo). ¡Que barbaridad! ¡Cuanta vianda exquisita! ¿No me guardaría usted alguna en un tupper? Para la próxima cena, te daré un pare de ellos ;).
ResponderEliminarMuchas gracias por participar.
Bss.
Madre mía… Siempre es mejor ir dejando un huequito para el postre, porque suele ser un pedacito de cielo, aunque, después de tal festín, uno ya no sabe ni donde se encuentra. Y lo del botón, buenísimo! Jajaja
ResponderEliminarBuena cena, y un placer leerte!
Abrazo, y feliz tarde 😘
Jajajajaja, vaya bacanal.
ResponderEliminarSaludos.
Jajaja, brillante, Dorotea, me has hecho reir con ganas imaginando semejante festin! Te has lucido. Un abrazo
ResponderEliminarLa de cosas que suceden cuando los poetas se reúnen =)
ResponderEliminarAbrazos
Si el desarrollo ha sido entretenido y muy fácil y agradable de leer, me quedo con el final: comida solidaria para luchar contra el hambre. Nada distinto de lo que venimos viviendo cada poco en nuestro ambiente. Muy buena tu denuncia. Y lo de la cena de poetas... nosotros sólo tomamos un chupito (bueno, el mes que viene en Córdoba veremos, creo que me acordaré de este texto, ji ji ji)
ResponderEliminarUn beso agradecido por tu regalo. Seguimos leyéndonos que es muy estimulante para nuestras neuronas.
Menudo banquetazo jajaaja, al próximo llama que seguro más de uno y más de una nos apuntamos. Todo muy bien descrito, tanto que me ha entrado un hambre....
ResponderEliminarBesos.
Wuauu qué cena, una cena medieval qué bueno y con poetas.
ResponderEliminarBesos.
Poetisas y poetas no son necesariamente inmunes a la comida en abundancia.
ResponderEliminarBien contado
Conocí a un hombre alguna vez que, por comer demás salió como proyectil uno de sus botones, al final, una buena reunión de poetas.
ResponderEliminarUn abrazo
Pues habrá que poner fecha porque tanto manjar bien merece una cena medieval. Me ha encantado el tono del relato, cómo iba saltando la vista de un lado a otro de la mesa y de las cosas.
ResponderEliminarBesos
Juro que sólo de leerlo se me ha hecho un revoltijo en mi estómago...la verdad que lo del poema es la guinda del pastel...y pensar que hay tanta gente que se reúne a solucionar el problema del hambre en sendas fiestas lujosas y de despilfarro...Perfecto relato para este jueves...bss
ResponderEliminarUNa cena pantagruélica sin el traje apropiado. La clave de humor latiendo con fuerza me ha hecho contagiarme de tu gracia. Felicidades.
ResponderEliminarMe ha recordado a esas comilonas medievales donde no se daba a basto y se comía a dos carillos, que solo con ver las viandas ya estabas lleno... pero lo mejor de todo, es la cordialidad y el buen rato que se paso. ¿o no?
ResponderEliminarLa ironía y la chispa con lo que has relatado este encuentro me ha hecho sonreír...
Un beso enorme.