LAS GAVIOTAS
Como cada invierno el frío había llegado sobre las alas de las gaviotas. Planeando y graznando subieron por el curso del río, jugaban con las ráfagas de viento y bajaban en picado al descubrir en uno de los puentes de la ciudad a un hombre que lanzaba trozos de pan al aire. Peleándose por las cortezas que tiraba, pasaban por su lado, le sobrevolaban y -en su afán de conseguir el mejor bocado- surcaban hasta la superficie del agua.
Era tarde y el sol invernal, que todavía iluminaba la escena con rayos rojos y oblicuos, aparecía cuarteado por las desnudas ramas de los árboles de la ribera.
Poco a poco oscurecía. Empezó a nevar.
A la salida de su clase de música, una niña rubia atravesó la arboleda junto al río y subió al puente. Se paró junto al hombre y sacó de su abrigo los restos de la merienda: un panecillo seco que venía desmenuzando. Las gaviotas, ansiosas y hambrientas, empezaron a pivotear alrededor de la chiquilla; dejando a un lado al hombre, acecharon con sus crueles miradas cada movimiento de las manos regordetas de la niña. El hombre dio un paso atrás y tampoco se perdió ningún detalle de los gestos de la pequeña mientras se desabrochaba la parte inferior de su abrigo.
El atardecer se fundía con la noche. Con pesadez caían copos de nieve cada vez más grandes en cuya blancura se reflejaba la última luz del día.
Pasado un rato, la chica que sonreía feliz ante el espectáculo aéreo de las aves, dio unas palmadas y dejó caer al agua las migajas que le quedaban. Se dio media vuelta y saludó al desconocido: "Adios, señor."
"Espera, ¿no me quieres ayudar?" La niña le miró asombrada con ojos azules y subió un poco las cejas. "¿Qué le pasa?" " Que tengo un dedo que se me ha quedado muy frío. ¿Me lo calientas un poco?" Y se quitó los guantes.
Dejó de nevar.
Las gaviotas ya no planeaban sobre el puente. Una tras otra se posaron en la barandilla donde no quedaba nadie.
Luego se fueron volando en bandada. No hubo eco de sus gritos, ¿o sí?
La niña que susurraba a las gaviotas. Que miedo.
ResponderEliminarUn saludo.
Dorotea, tu relato termina por helar la sangre.
ResponderEliminarMuy buen relato que termina provocando una gran angustia en medio de un paisaje tan bucólico con la nieve, el mar y las gaviotas.
Un abrazo
no quiero imaginar dónde puso el dedo a calentar ese "señor"
ResponderEliminar=(
Un abrazo
Me dejó un "gusto" amargo este relato, para ser sincera.
ResponderEliminarUn beso Dorotea.
Me encanto tu descripción, pero lo de la niña uuuuuuuuyyyyyyyyyy
ResponderEliminarMadre mía! Le has dado el punto justo para que nos imaginemos lo que pasó...tenían que haberse lanzado las gaviotas en picado a calentarle el dedo que tenía tan frío y habérselo hecho picadillo...
ResponderEliminarMuy bueno Dorotea, me ha encantado!
No esperaba ese final, me has dejado helada, y era de eso de lo que se trataba. Has descrito muy bien la escena.
ResponderEliminarUn beso