EL PASEO
Cuando llego a casa me espera en la cocina, listo y preparado para nuestro paseo. Mientras me cambio de ropa me mira impaciente y siempre es el primero en salir. Por el camino yo ando más despacio que él; pensando en el trabajo me acuerdo de cosas que se me olvidaron a lo largo del día y tomo nota mentalmente para apuntarlas al regreso. Los dos ya no somos jóvenes, pero él no ha perdido un ápice de su curiosidad por explorar y descubrir. No se suele mantener a mi lado; baja al arroyo, desaparece entre los árboles y cuando regresa a veces trae lo que le ha llamado la atención: hojas, setas, piedras...
Si el tiempo lo permite paseamos durante una hora o algo más, luego toca cenar y ver un rato la televisión. O así era al menos antes de que se jubilara. Ahora quita la mesa, se mete en Internet y muchas veces ni lo siento cuando se acuesta a mi lado. Mi hermana dice que es normal, que las convivencias derivan en eso, pero a mí me gustaría tener una compañía más alegre y vivaz; cualquier día voy a la perrera y adopto un chucho.
Otras historias y más mascotas en casa de Charo.
Si el tiempo lo permite paseamos durante una hora o algo más, luego toca cenar y ver un rato la televisión. O así era al menos antes de que se jubilara. Ahora quita la mesa, se mete en Internet y muchas veces ni lo siento cuando se acuesta a mi lado. Mi hermana dice que es normal, que las convivencias derivan en eso, pero a mí me gustaría tener una compañía más alegre y vivaz; cualquier día voy a la perrera y adopto un chucho.
Otras historias y más mascotas en casa de Charo.
Glups. De piedra me he quedado. No todas las convivencias derivan en eso. Lo que pasa es que no se crece en el mismo sentido.
ResponderEliminar¡que fracaso de vida en pareja! Se que hay casos como ese. Tal vez comiencen siendo el juguete el uno del otro sin darse cuenta. Interesante tu relato Dorotea. ¡Muchos saludos!
ResponderEliminarNo nos engañemos, sucede aunque no le demos publicidad. Triste.
ResponderEliminarPreciosa manera de contar la tuya.
Un beso
jejeje ingenioso giro de un final que sorprende con una pícara sonrisa!
ResponderEliminar=)
Un hecho real en el que las mascotas son sustitutas de algo que ya no existe.
ResponderEliminarDicen que la rutina mata el amor....no se si sera cierto, lo que se que es muy triste después de una vida en común darse cuenta de que duermes al lado de un extraño.
ResponderEliminarBesos amiga
Digamos que suele suceder... y a veces, un perrito o un gato puede llegar a poner la cuota de compañía que no encontramos en el otro. Será la rutina? es algo que conviene combatir. Una historia diferente, y que nos deja lugar a la reflexión.
ResponderEliminarBesos!
Gaby*
Un final sorprendente para tu relato. Me ha gustado mucho,
ResponderEliminarMuchas gracias por participar.
Muy bien lograda esa confusión, desvelada al final.
ResponderEliminarUn abrazo
Me invade la desazón ante tu relato. No me gustaría por nada del mundo llegar a convertirme en mascota de nadie. Tampoco me gustaría que mi relación terminara convertida en una sucesión de actos rutinarios y mecánicos. Tendré que ponerme las pilas para que no ocurra.
ResponderEliminarUn abrazo.
Contado tan bonito, que no parece que sea una historia tan dura y tan frecuente, por desgracia.
ResponderEliminarBesos.
Y sin embargo debería ser al revés. Es ahora cuando la mascota jubilada participa más de las compañías, la soledad y la inactividad son muy malas. La complicidad se busca, se necesita.
ResponderEliminarPero... cada mascota es un mundo.
Besos
Buen final, que deja al lector algo descolocado. Un beso.
ResponderEliminarNo quiero imaginar un futuro de convivencia en pareja que termine en semejante aburrimiento. Por las dudas ya me aseguro el perro! jajaja
ResponderEliminarUn beso!