INSPIRACIÓN VISUAL

Empecé a trabajar en los almacenes de la Bavaria Film de Múnich una tarde nublada que no sabía si decidirse por la lluvia otoñal o por una precoz nevada de octubre. Un empleado jefe me dió la ficha de identificación y un carro con utensilios y -desconfiando de mi dominio del idioma alemán- me indicó por gestos que me metiera en el almacén para limpiarlo.

Era una nava inmensa y apenas iluminada. Me sobresalté al encontrarme con extraterrestres, enanos y gnomos, vampiros de ambos sexos, inmóviles todos ellos y dispuestos sobre tarimas; al fondo se adivinaban fotografías de las películas en las que estas máscaras y maquetas habían sido utilizadas. Barrí y recogí lo que buenamente pude, pero creo que más bien repartí el polvo de una manera distinta. El silencio era impenetrable como la penumbra, solo escuché mis propios pasos, las rasponadas de la escoba y algún que otro tropiezo que tuve con escalones y cables.

Cuando alguien bostezó, mi corazón siguió funcionando por pura inercia. Era un bostezo descomunal, mandibular y ruidoso. Retrocedí y pisé una alfombra sedosa que protestó con voz de pito.
Pedí disculpas sintiéndome estúpida y mirándome con pánico en el espejo de sus grandes ojos marrones. Al rato sus párpados volvieron a cerrarse y comenzó a roncar con un silbido apenas audible. Cogí el carro de la limpieza y fui reculando hasta la puerta del almacén. El jefe ya me esperaba con una sonrisa irónica.

-Es la novatada, - dijo y pulsando una llave iluminó de golpe el almacén del cual iban saliendo unos 'compañeros' riéndose y dándome como recuerdo la foto de Polaroid que me habían sacado en el momento del mayor susto. El trabajo no lo conservo pero sí la foto que me muestra con la cara blanca y los ojos rojos...


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