FIEBRE DE ORO
Tenía
las uñas rotas, las yemas enrojecidas; ambas manos llenas de rasguños, algunos hasta
con sangre; desesperada continué hurgando en los recovecos más polvorientos del cajón donde mi
suegra solía guardar las cadenitas de bautizo de sus nietos, pero solo conseguí clavarme otra astilla reseca.
–¿Qué
haces, Lola?
Cerré la cómoda y salí precipitadamente de su cuarto.
–Nada,
¿por qué?
–Ponme
un café y vente al salón, que va a empezar la telenovela.
Se lo puse en su taza favorita y me senté a su lado, cubriendo sus piernas inertes con una manta y escondiendo el temblor de mis
manos bajo el delantal de cocina. A los quince minutos se durmió; roncaba. En su
boca entreabierta brillaban tres coronas de oro.
Qué obsesión por los dientes de oro, debe ser el único oro que queda en nuestras vidas.
ResponderEliminarLa vieja llena de oro hasta los dientes y ella pasando hambre, quizá la anciana debería comenzar a tomar dieta blanda.
ResponderEliminarUn beso.
¿Qué me dices de una sesión de odontología rápida? Mejor eso un poco sedada, vale el orujo, que atizarle con la sartén. ¿Y hablarle de los implantes?...no sé, cuando la necesidad acucia casi todo vale, casi.
ResponderEliminarExcelente manejo toque irónico toque dramático del tema oro en dientes convertido, dicen que cuando las guerras se las arrancaban a los muertos, nada raro y tal como estamos, pues...
Besito contento por volver a leeros, espero acabar con lo mío y regresar de nuevo.
En este caso, una codicia mortal. Y para ambas, aunque quizá la muerte más dulce sea la de la anciana.
ResponderEliminarUn beso
Unos tanto y otros tan poco, así es la balanza de la vida.
ResponderEliminarHabrá que esperar que la anciana se duerme para siempre o aplicar algún truco para que se le salgan las coronas.
Un beso.
Eso es lo que llamo estar desesperada! jajaja
ResponderEliminarUn abrazo
Oooooh! Las ideas que rondan la mente de esa mujer! Vaya, que la desesperación estaba cavando hondo en ella...
ResponderEliminarUn relato breve y con un final, que deja boquiabierto! (sin muelas de oro, una puede hacerlo con tranquilidad... no?)
Besos!
Gaby*
Unos con la cuenta tiritando y otras, !estas suegras....! con oros hasta en los dientes jejeje, !como está repartido este mundo!. Muy buen relato Dorotea.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muy buen relato, me temo que la suegra al final acaba sin dientes...
ResponderEliminarBesos
Pienso que debería convencer a su suegra que a su edad, la mejor de las dietas es la dieta blanda, a base de purés, cremitas, calditos, yogures, etc. Tal vez fuera un buen argumento, antesala de la renuncia a seguir luciendo esos dientes que a la nuera le son tan necesarios. :)
ResponderEliminarUn abrazo.
Genial el relato, conciso y determinante. Fiebre en casa propia, al alcance de la mano y a la vez tan lejos. Se me dispara la imaginación ante tantos posibles.
ResponderEliminarBesos
¿Se despertará la anciana con todos sus dientes? lo dudo. Muy buen relato. Un besote
ResponderEliminarNo soy odontólogo pero creo que para arrancarle las coronas de oro va a necesitar algo más fuerte que un somnífero. Muy irónico tu relato.
ResponderEliminarUn saludo.
este sì que es un genial microrelato!
ResponderEliminary así de sincero y escalofriante!
mis respetos