Franz Marc: EL CABALLO AZUL
A LOS CABALLOS DE MI VIDA
Todo empezó con un poni llamado "Estrella de Mar". Yo entonces tenía seis años y ya devoraba cualquier libro sobre caballos que se me pusiera al alcance de mis gafitas de miope. Pasé por una larga lista de aventuras equinas de todos los colores: desde Fury o The Black Beauty (negro) hasta los caballos lipizzanos de la Escuela Española de Equitación de Viena (blancos).
Pero también conocí a equinos de carne y hueso: arramplaba con el pan seco de mi casa y me iba al zoológico de Múnich donde mimaba a los ponis shetland y hasta hice amistad con unos curiosos retrocruces del caballo prehistórico de Przewalski. Centrada en el tema, en el colegio y en casa no pintaba nada que no fueran caballos y gastaba mucho papel desde unos caballos-conejo primerizos hasta acuarelas bien majas que regalaba a todo el mundo. No me perdía ningún campeonato de salto en la televisión y anotaba en libretas los resultados y hasta los pedigrees de los caballos. Para celebrar cualquier fiesta me llevaban al hipódromo de trotadores... ¡Lástima que en nuestro piso de tercera planta no cupiera nada más que mi pasión platónica y eso que pedía cada año un poni aunque fuese muy pequeño!
Cuando monté la primera vez de verdad ya tenía cuarenta tacos y disfruté brevemente en una escuela hipica de Churriana a lomos de una tal Española, una yegua alazana bastante alta y fuerte para aguantar mi peso. Lo que el animalito no aguantó fue el cosquilleo de la fusta con el que -a las órdenes de mi profesora- intenté animar su paso lento y algo perezoso para ponerla a trotar. Se lo tomó a mal y pasó al galope. Yo por inspiración divina tiré la fusta y "Espi" -para sus amigos- redujo velocidades. Sin embargo con aquellos tres minutos de sacudidas y resbalones en la silla de montar concluyó mi carrera de amazona...
Lo que siempre sentiré es fascinación por la belleza de los caballos, el tacto aterciopelado de sus labios, su olor a heno, su presencia de poder que se limita a fuerza sin maldad, y el espejo bondadoso de sus enormes ojos.
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Ya desde niña fueron tu compañía, desde el papel, hasta montar uno de ellos, así que si eres una amazona y una amiga de esos hermosos ojos que inspiran nobleza.
ResponderEliminarTe traje dos cubos de agua, para ti y para que compartas con cada uno de ellos.
Gracias Doro por sumarte.
Un abrazo y dulces sueños :)
Ellos son simplemente hermosos, inteligentes, con una magia y elegancia que siempre los distingue
ResponderEliminarMuy bueno. Puede ser real o no, pero esa primera monta, alterada y que quedó en anécdota, representa el culmen de un deseo desde la infancia. Precioso texto.
ResponderEliminarUn abrazo, y feliz día
Un relato, o una historia real, no importa me ha encantado como lo describes, como nos has llevado a tu terreno. Abrazos
ResponderEliminar"...su presencia de poder que se limita a fuerza sin maldad, y el espejo bondadoso de sus enormes ojos."
ResponderEliminarNo podías describirlos mejor.
Sabroso texto. Se nota esa pasión, aunque esté frustada.
Un abrazo (hemos coincidido en la imagen... es tan bonita...)
Lindo tu experiencia con ellos desde tú más tierna infancia. El montar sea la edad que se haga siempre es una linda y mágica experiencia. Un fuerte abrazo .
ResponderEliminarBonitas experiencias que, a pesar de ese último susto, seguro quedarán perennes en tu corazón.
ResponderEliminarPrecioso lo que dices como colofón de la historia: “…el espejo bondadoso de sus enormes ojos”… Así lo siento yo, y es exactamente lo que me transmiten.
Muy buena aportación, amiga.
Abrazos, y feliz finde 💙
Una bonita manera de describirlos.
ResponderEliminarDe niño si he montado y jugado con ellos, también nos hemos caído por montarlos descansados.
Me lo has recordado.
Un placer leerte
Beso
Nunca he tenido la fortuna de montar un caballo, aunque me apasiona su estampa. Me gusta verlos en libertad, las crines al viento, galopando. Son aliados del hombre desde la más remota antiguedad y creo que es de los animales "domésticos" el más hermoso que existe.
ResponderEliminarUn abrazo.
Leyéndote, veo en ti la misma pasión que yo siento por los caballos.
ResponderEliminar¡Qué animal más bello!
Como tu mis expectativas de volar cual viento cayeron en picado cuando estuve encima de un caballo, así que prefiero soñar y que mi relación sea frente a frente. Muy bueno, besos.
ResponderEliminarSiempre disfruté con la belleza casi alada de los caballos. Incluso cuando a sus lomos, se jactaban dictadores.
ResponderEliminarBesos.
Un amor por ellos que te ha acompañado desde bien niña! Que bonito! Y que buena compañía... Un saludo!
ResponderEliminarEl caballo mi animal favorito. Mi abuelo paterno tenía en la cuadra del pueblo, cuatro mulas y un burro. Yo no tenía miedo de subirme al burro. Un texto bello. Un saludo💚✔✔
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