domingo, 19 de abril de 2015

MIRADAS (12)





(12ª entrega)


Mi despertar fue bastante menos placentero que mi entrada al mundo de los sueños: alguien - ¿quién sería sino Pedro? – me cogió por el hombro y me chilló al oído.
- ¿Has celebrado un botellón casero con Manu? – Parecía estar fuera de sí cuando me soltó y empezó a recorrer el salón. - ....que no tiene todavía edad para beber ..... además quería tomarse sus primeras copas conmigo, con su padre..... y encima el Rioja bueno que teníamos reservado para alguna ocasión especial...
Finalmente había conseguido que me despertase del todo, sacándome de mi letargo: - ¿Para qué tipo de ocasión exactamente? – pregunté con sarcasmo: - ¿El divorcio? ¿Tu compromiso? ¿No habrá un bautizo a la vista?
Me enderecé tapándome mejor con la manta que estaba casi en el suelo, y noté con satisfacción que seguía oliendo a humo. Como si hubiese adivinado mis pensamientos, Pedro se acercó tanto que me caían pequeñas gotitas de saliva cuando dijo de voz en grito:  
- Y el pestazo a humo que tiene la casa, igual que un bar de mala muerte.... ¿También habéis fumado? ¡Solamente cigarrillos, espero!
Intenté levantarme con decoro, pero la manta se me enredó a las piernas, y me hubiese caído si Pedro no me hubiera sujetado por el brazo.
- ¡Sigues borracha! – Su voz expresaba tanto rabia como perplejidad: - ¡En tu estado.... y vas y te emborrachas con Manu!

- Pero ¡si yo no estaba en casa, Papá! – protestó Manu desde la puerta: - ¿Qué pasa? ¿Mam se ha tomado una copilla?
Se reía con auténticas ganas, pero Pedro no estaba para bromas.
- ¡Menuda copilla repartida en dos vasos! Y una botella entera del mejor Rioja....
Manu se acercó de golpe a la mesa. Los vasos chocaron.
- ¿Mam? - su voz se hizo más aguda: - ¿Has tenido visita?
Incluso sin verlos, los veía delante de mi, padre e hijo con la misma expresión de cara, suspicaces y con mal genio. La Santa Inquisición buscando indicios, pensé para mis adentros mientras cogía los vasos y me los llevaba a la cocina para dejarlos en el lavavajillas. En el salón hubo silencio durante un momento, pero luego Pedro empezó a cuchichear con Manu. Entendí sólo una parte, pero el resto era fácil de imaginar.
- .......Tu madre está fuera de control......Debes entender que no puedo encargarme de dos hogares, de dos casas ......... Ya verás lo bien que le sientan unos pocos días en esa clínica de la que te hablé. Así no podemos seguir.
Volví al salón manteniendo abierta la puerta del pasillo.
- Pedro, - no levanté mi voz que de pronto estaba un poco ronca, pero estaba muy segura de lo que iba a decir: - Me parece que ya puedes irte y no hace falta que vuelvas mientras no tengas que hacer aquí algo realmente importante, digamos, por ejemplo, traer comida para tu hijo o algo por el estilo.
Mi compostura dignificada me sorprendía incluso a mi misma, pero a continuación se me escapó: - Y hasta entonces, ¡que lo pases bien con tu amorcito! - Con lo cual me gané una exclamación de Manu que dijo: - ¡Vaya puntazo, Mam!
Pedro se fue resoplando de rabia (al fin y al cabo, su signo de zodiaco es tauro), y Manu desapareció rápidamente en su cuarto porque conocía la rutina de nuestras discusiones, y seguramente no le apetecía escuchar mis quejas.

Si al menos podría haberme desahogado llorando un rato, para liberarme de mi enfado con Pedro y mis preocupaciones ante el futuro, pero mis párpados se mantenían obstinadamente pegados, soldados o fundidos en una sola unidad, o quizás era mi imaginación la que, en un absurdo intento de no ver lo que me rodeaba, les impedía abrirse.
Con estos pensamientos me lavé la cara en el lavabo con agua muy fría, y mis manos echaban una y otra vez líquido sobre mis párpados, hasta que me di cuenta de que estaba jugando con lágrimas de mentira que no me aliviaban para nada.

Bastante más relajación me aportó el intento agotador de colocar piezas de ropa de Pedro en la maleta más fea de las nuestras. Y ¿para qué necesitaría Pedro una maleta? Al fin y al cabo llevaba más de diez años negándose sistemáticamente a emprender el más mínimo viaje: demasiado caro, las fechas de vacaciones de Manu que no coincidían con las suyas, demasiado lejos, demasiado peligroso.... hasta que se me había despertado más de una vez la sospecha de que no quería presentarse con Manu ni conmigo en ninguna parte. Pero al igual que tantos otros asuntos de nuestro largo matrimonio, por cobarde y comodona nunca lo había planteado a discusión, en parte también para evitar nuevos enfados y para no alimentar su permanente desagrado. Logré cerrar la maleta llena, esta vez sin pillarme los dedos, y la empujé debajo de la cama. Mi mano jugaba con el interruptor de la lámpara de la mesita de noche. Luna llena, luna nueva; luna llena, oscuridad...

El recuerdo de la noche pasada me invadió, y me senté lentamente sobre la cama. ¡Qué visita más extraña había sido! Por un lado, había entre nosotros plena confianza, y yo no había tenido ni un solo momento de preocupación o reparo en cuanto a sus intenciones, ni había detectado ninguna falta de coherencia en sus palabras. Por otro lado tenía que admitir que no sabía nada en concreto de él: sólo su mote o nick del chat, y la ciudad en la que presuntamente vivía. Vaya palabra tan antipática, pensé, ese ‘presuntamente’, como si señalase con un largo dedo acusador a la persona que ha aportado un dato determinado. Y hablando de datos, eso era todo lo que sabía de él, aparte de mi opinión y mis impresiones...



(SE CONTINUARÁ EL MIÉRCOLES 22)

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