jueves, 31 de enero de 2013

HABLAR ESCRIBIENDO






LAS PALABRAS

Nada como el cansancio para abrir mi boca al otro lado de las palabras. Sin considerar quien me escucha, abandono los formalismos y avanzo  por un carril de sentido único, del único sentido de las palabras. Son pura magia: elogias y haces crecer a quien tengas enfrente; merma el miedo en cuando pronuncies el nombre de su origen; criticas y aparecen grietas en la compostura del otro o en la imagen del ausente; mientes y si no se te alarga la nariz, se encoge ese lugar entre clavícula y bazo que llamas corazón pero que es más que el  músculo que bombea la vida a través de tu cuerpo.

Tanta fuerza tienen una vez escapadas de la boca, como retenidas en la mente donde deambulan sin parar, convertidas en un espeso murmullo que ralentiza los pensamientos: se lo dije… no se lo dije a tiempo… ¿por qué se lo diría?...

 ¿Y las palabras de amor, ahora que amenaza San Valentín con orgías de lazo rojo? Si no son palabras curtidas en lo cotidiano, pulidas por el uso sincero en saludos o despedidas, musitadas, sollozadas o gritadas al viento en una fecha cualquiera… si no son así, no sirven porque carecen de credibilidad. Arrastran un tufo a cubrir las apariencias, cumplir con lo establecido, amar en un día determinado para luego seguir despreciando, o quizás ni eso, sino repetir como un loro lo que espeta la tarjeta de San Valentín nada más abrirse: “TE QUIERO, TE AMO, UN BESO, MUAAAAKKK”, y así hasta que se gaste la pila que es otro tipo de cansancio pero viene a ser lo mismo. 


domingo, 27 de enero de 2013

BUENOS DÍAS






BUENOS DÍAS
Alicia González García, 2012
Editorial El desván de la memoria
ISBN 978-84-938809-1-0


“Pero algo pasó el día de la cita. Altagracia me llamó para comentarme que todo estaba arreglado, que Miriam y el bebé se quedarían en casa. Intenté saber qué pasaba, pero choqué contra un muro; ninguna información que ella no desease dar saldría de la boca de esa mujer, lo único que me comentó es que la familia se ocuparía de todo.”

Al colgar, el teléfono por poco se me cayó al piso. ¡Miriam no vendría ni el bebé tampoco, por supuesto! En el pasillo tropecé con la cuna porque anoche ya no me quedaban fuerzas para colocarla en lo que iba a ser su sitio. Me fijé en las sabanitas limpias algo deslucidas por el uso y pasé la mano por la frazada. ¡Si tenía hasta bolitas! Los recién nacidos, ¿se las comen y pueden ahogarse? Me entró pánico al pensarlo. Luego lo comentaría con la vecina que me la había prestado… sin embargo ya no tenía nada que consultar porque no la necesitaría. La empujé hacia la entrada, un mueble vacío, inútil y fuera de lugar en mi casa de solterona. Además estrechaba el paso de una manera que de pronto me pareció insoportable.

Entreabrí la puerta de mi cuarto donde iba a dormir Miriam con su pequeño. Después del fregado que le di hasta las tantas, todo olía a fresco. Por debajo de la persiana a medio cerrar, se colaba el sol y en el escritorio apenas se notaba la marca del portátil que había trasladado a la mesa del comedor donde su cable no llegaba al enchufe.

Con cierto alivio volví a ponerlo donde solía estar aunque ahora no tenía tiempo para escribir. Iba a devolver la cuna y recoger al gato que había llevado a casa de mamá porque Miriam me había dejado bien claro que no consentiría que una mascota se acercase a su niño.

Una vez vestida, saqué la cuna afuera y metí la llave en la cerradura de la puerta. En el comedor empezó a sonar el teléfono fijo pero no entré a cogerlo.



Para volver al blog de Clark y Lois

miércoles, 16 de enero de 2013

LOS GEMELOS








LOS GEMELOS


Nuestra madre –que sin ser mala mujer nunca tuvo buena fama– nos parió una noche de luna gibosa y ella sola nos crió, al igual que a todos nuestros hermanastros. A mí me colocó a los nueve años de aprendiz de un cestero que solía probar la calidad de sus cañas sobre mi espalda, pero no me importó porque me alimentaba bien y me permitía ir al mercado de los jueves. A mi hermano, lo metió el cura como chico para todo en su casa donde le tocó pasar hambre y otras penurias. Nos solíamos encontrar de jueves en jueves: él venía a comprar para su amo y yo, a vender para el mío. Fue en invierno, cerca de nuestro quince cumpleaños, cuando lo vi tan desmejorado que, además de compartir como siempre mi merienda con él, conseguí que me contase lo que le pasaba.

Aquella noche fui a la casa del párroco y no esperé a que se desahogara. Lo estrangulé con una caña fina, irrompible como yo bien sabía. Lo vestimos y dejamos en el suelo cerca de la puerta entreabierta. Por la mañana hubo un gran alboroto en el pueblo. Creyendo saber la respuesta, pregunté a mi maestro cuando volvió a la choza donde tejíamos sus cestas.

–Tu hermano gemelo se ha vuelto loco, –respondió taciturno– le ha cortado la cabeza y los genitales al cura y los ha echado en el comedero de la pocilga.

Salí corriendo y antes de llegar a la plaza ya me lo confirmaron los cuchicheos de las comadres. El alguacil había metido a mi hermano en el calabozo y mi madre, que estaba en la puerta dando entre lloros y suspiros el pecho a una nueva criatura, me dijo que era cierto.

Cuando le subieron al patíbulo, me buscó entre el gentío con una mirada que ya llevaba la muerte dentro. Insinuó una sonrisa.
 –Me salvaste, –leí en sus labios partidos– ¡vete!

Año tras año he pasado la noche de ese mismo jueves en la plaza del mercado donde montan la horca. Entre las sombras que ahí se arremolinan y el aire que les presta voz para contar sus terribles vidas y finales espantosas, nunca lo he encontrado. Dicen que no regresan los que están en paz.


miércoles, 9 de enero de 2013

GEOGRAFÍA HUMANA




GEOGRAFÍA HUMANA
El tiempo extiende su mapa desde el tajo de tu impaciencia y los surcos que albergan tus pensamientos. Risas y penas han dibujado con patas de gallo deltas al lado de tus ojos. A veces puente triste del descontento, pero casi siempre alegre balancín de media luna, tu boca me sonríe rodeada de síes, noes y quizás. Me enseñaste el camino; yo lo seguiré.


Relatos mayores en el blog de Gus



jueves, 3 de enero de 2013

EMPAREJANDO.COM





emparejando.com

Quien acude a nuestro catálogo virtual nos elige a través de fotografías tomadas desde todos los ángulos de nuestros cuerpos vestidos, desvestidos y desnudos. Los clientes -que en su mayoría pertenecen al género masculino- se suelen decidir por una mirada, el color del pelo, muslos sin posibilidad de adquirir celulitis y, en general, por la descripción de un servicio sin contraprestación una vez abonado el importe inicial.

Me recogió en el centro de distribución de "emparejando.com" situado en el aeropuerto más cercano a su ciudad, salimos con dos trolleys de cabina caminando y mirándonos de lado como cualquier pareja en una cita ciega...

En su entorno nadie nunca supo nada. Me refiero a los humanos porque entre los androides por supuesto que nos reconocemos a la legua, nos comunicamos y tenemos nuestros chats que circulan por otras frecuencias. Sin embargo hay un código de discreción que nos impide intercambiar información demasiado personal. Es lógico que no nos sea fácil hacer amistad como lo entienden los humanos con su gran necesidad de contar y escuchar intimidades.

Precisamente por esa actitud discreta y reservada, fui la última en saber que él había adquirido otro modelo. Una tarde me llevó al centro de reprogramación donde nos convierten en maniquíes de escaparate. Tardé en ser comercializada de nuevo porque debido a un defecto de fabricación, su traición dejó un gran vacío en mi pecho. Y es que el programa de mi serie todavía no tenía códigos para el engaño, el desprecio ni la crueldad.