domingo, 13 de mayo de 2012

UN TE CON JANE Y EMMA











LA NOVELA 'EMMA' DE JANE AUSTEN

            •  El fenómeno Jane Austen
            • Una heroína imperfecta
            • ¿Novela de formación o trama paternal-amorosa?
            •  Trabajo,  salud, moral y otros asuntos 
                                                                     ANEXOS
            • Sinopsis de la novela
            • ‘Marketing’ a través de las portadas de Emma





El fenómeno Jane Austen

Esta típica casa de la Inglaterra del siglo XVIII no es la mansión Hartfield de los Woodhouse donde la caprichosa y simpática Emma, reina indiscutible del círculo social de Highbury, cuida a su padre enfermizo y se entretiene buscando –sin gran acierto– marido a su amiga Harriet Smith.
Es la vicaría de Steventon donde el 16 de Diciembre de 1775 nació Jane Austen,  hija del Reverendo George Austen, destinada a convertirse en una escritora clásica de la lengua inglesa  y referente de la literatura mundial imprescindible para la comprensión de su época. Una posición mantenida a través de dos siglos gracias a seis novelas no muy extensas, cuatro de ellas publicadas con el pseudónimo de  ‘un autor’ para no dar pistas acerca de su identidad y, sobre todo, de su sexo, ya que en aquellas fechas no estaba bien visto que una mujer escribiese. Al poco tiempo de morir la autora, su hermano James se encargó de que sus últimas dos novelas, Persuasión y La Abadía de Northanger, se publicaran como obra de su hermana Jane Austen.
  


Desde 1833 sus libros no han estado descatalogados; sus incontables seguidores son en su mayoría mujeres que se identifican incluso hoy día con la inteligente Elizabeth, la sensible Marianne y su juiciosa hermana Elinor, la abnegada Ann, la cariñosa Fanny, quizás incluso con la imaginativa Catherine y –¿cómo no?– con la entrometida Emma.
Sabiendo que sus historias acaban con final feliz, conociendo los personajes –incluso los secundarios– como si de familiares se tratara, seguimos leyendo y releyendo a Jane Austen, celebramos cada nueva versión audiovisual, criticamos o alabamos las secuelas –más o menos logradas– de sus inimitables creaciones… Los expertos investigan temas como el trasfondo médico de los malestares –¿imaginarios?– de Mr. Woodhouse,  o indagan en las relaciones paternal-amorosas que puede haber entre los personajes de Emma. Incluso Google –de quien nadie sabe si es señor o señora– felicita a Jane en su cumpleaños con un fondo para la página de búsqueda…



Hay quien se acerca a su obra receloso y suspicaz como el crítico literario Deresiewisc quien partió de la premisa de que en Austen “La historia parece consistir tan solo en gran cantidad de chismorreos entre un grupo de personajes cotidianos, habitantes de un pueblo de la campiña. No hay grandes acontecimientos, no hay temas de envergadura, e –inexplicable para una autora de novelas románticas- no hay pasión siquiera.” A través de una lectura obligada de Emma para las clases que estaba impartiendo, Deresiewisc se convirtió en ferviente admirador de nuestra autora, hasta el punto de escribir un libro (A Jane Austen Education, 2011) sobre su obra, porque en cada una de las novelas vio reflejada una época o faceta de su vida. En su capítulo sobre Emma llega a la conclusión de que es muy importante prestar atención a las pequeñas cosas de todos los días, o sea, experimentar la vida a medida que esta pasa.

Por supuesto que también hay detractores que se resisten a la fina ironía de Jane Austen cuando inicia Orgullo y Prejuicio diciendo que es de conocimiento universal que un hombre rico debe estar buscando esposa, y no aprecian el análisis sociológico que nos presenta en Persuasión desde el engreído y arruinado Sir Walter Elliot, pasando por la acomodada y jovial familia Musgrove, para llegar a la penuria de la inválida Mrs Smith, ni la denuncia de leyes hereditarias que –a falta de descendencia masculina– destinaban nombre, fortuna, propiedad y la casa de los ancestros a un pariente varón más o menos lejano (Orgullo y Prejuicio, Sentido y Sensibilidad, Persuasión).

No intentemos convencer a los que se declaren aburridos por las conversaciones de salón fielmente reproducidas y los detalles de salud, mesa y moda que Austen creó o recopiló para nosotros, sino sintamos algo de compasión por ellos, porque se pierden entre otras muchas cosas la lenta, inevitable y estimulante aproximación de las parejas protagonistas, bien tarden unos cuantos meses –como Elizabeth y Darcy- , siete años –en el caso de Ann y Frederick– o más todavía –Emma y Mr Knightley–  para decirse un ‘sí, quiero’, por esperado no menos satisfactorio para sus lectores.







Una heroína imperfecta




En lugar de los admiradores que no se cansan de cantar sus alabanzas (Mr Woodhouse, Mr Elton y Frank Churchill), es Mr Knightley quien mejor nos puede guiar en cuanto a las características de Emma que la distinguen de otras heroínas austenescas: sus imperfecciones. Él es su mayor –y único– crítico, aunque admita en conversación con Mrs Weston “… no voy a negar que Emma sea bonita … rara vez he visto una cara o una figura más agradable para mí que la suya…”. Descuidando su habitual reserva confiesa “Me encanta mirarla…”, y se le escapa un “Me gustaría ver a Emma enamorada y con dudas de ser correspondida.” Si Mrs Weston no estuviera tan ocupada tramando el enlace entre su hijastro Frank Churchill y Emma, se daría cuenta de que hablaba con un amante frustrado.




La propia Jane Austen empieza la novela con una descripción sutilmente atenuada de las virtudes de su heroína:  “… parecía reunir muchas de las mejores bendiciones de la vida.” Es obvio que suponía que la buena opinión de los lectores iría a menos a medida que la conocieran mejor.  Incluso escribió a su hermana “voy a crear una heroína que no gustará a nadie salvo a mí”. Sin embargo, resulta imposible enfadarse con la entrañable protagonista, y el intachable Mr Knightley quizás debería mirarse a sí mismo en el espejo de la verdad, en lugar de insistir en mostrárselo una y otra vez a la impulsiva Emma.


Es cierto que Emma es
·     entrometida: se recrea en juntar parejas que no cuajan por diferencias en su nivel social, fronteras que ella reconoce (“…no podría seguir siendo amiga de Harriet si se casara con Mr Martin”’); sin embargo en su afán de intervenir no las tiene en cuenta.
·    perezosa:  a pesar de tener talentos artísticos e intereses intelectuales, no persevera y por lo tanto no logra el nivel al que podría llegar. Al reconocerlo, aparece otro de sus defectos, los celos.
·     envidiosa: no intenta ser amiga de Jane Fairfax cuya delicada situación económica la ha obligado a profundizar en lectura, pintura, música, etc.  Dado que ahora resulta superior en ese sentido a Emma, ésta la encuentra odiosa.
·        egoísta: se olvida de sus obligaciones sociales al contestar mal a Miss Bates, y evita visitarla porque su manera de ser la cansa e irrita.

Lisa Devoto, colaboradora del blog www.suite101.com,  mantiene que son precisamente esas imperfecciones, defectos muy actuales que podemos observar en mucha gente –quizás en nosotros mismos– que han convertido a Emma en una novela clásica de la literatura inglesa. Gracias a esos fallos, la criticable pero simpática heroína ha resistido el peor ataque de todos, el del paso del tiempo.
En defensa de Miss Woodhouse hay que decir que no solo tiene defectos, y para los que –todavía– no hayan leído la novela, citaremos aquí a Mrs Weston que la define así: “¿Dónde vamos a encontrar una hija  menor, o una hermana más cariñosa, o una amiga más verdadera?... por una vez que se equivoque, Emma tiene razón cien veces.”


Además, la culpa de que Emma no sea la más estudiosa ni abnegada de las heroínas de Austen no recae solo sobre ella misma sino también sobre su entorno:

Su padre bonachón y cómodo, tan apegado a la rutina que cualquier cambio le produce un malestar o un achaque –que como todo en Mr Woodhouse es superficial– no le exige nada y admira todo lo que haga o deje de hacer. Para mantenerlo satisfecho y a sus ojos resultar ser la corona de la creación, no hace falta ningún tipo de esfuerzo ni superación personal.

Si le comparamos con Mr Benett, el padre de la listísima y versátil Elizabeth, vemos  que esta tuvo que agudizar su ingenio para ganarse el aprecio de un padre enervado por la estupidez de su mujer y la poca clase de sus hijas menores.

La madre de Emma cometió el error fatal –en el sentido más literal de la palabra– de fallecer en la infancia de su hija menor. Fiándonos nuevamente del testimonio de Mr Knightley, según el cual  Emma heredó sus talentos de su madre, podemos suponer que ella podría haber estimulado a Emma a superarse, frenándola y educándola al mismo tiempo. No fue así y nuestra heroína se cree el centro del mundo.
Finalmente, la institutriz Miss Taylor, convertida en Mrs Weston justo antes de empezar la narración, siempre ha sido tan condescendiente que se ha conformado con la evolución intelectual y artística voluntaria de Emma sin exigirle esfuerzos. Mr Knightley llega a reprochárselo de esta manera: “Quizá no dio usted a Emma una educación tan completa como su capacidad parecía prometer, pero estuvo recibiendo una educación muy buena de ella … muy matrimonial, de someter su voluntad y hacer lo que se le pedía…
Los consejos sentimentales que Mrs Weston da a Emma también son discutibles, al menos desde un punto de vista actual, ya que reconocen implícitamente la superioridad del hombre. “Déjate guiar por su actitud”, advierte a Emma sobre la posibilidad de mostrar esta su amor por Mr Knightley, o sea, le recomienda que sea sumisa y no tenga iniciativa... pero nos estamos adelantando al apartado siguiente.
  




¿Novela de formación o trama paternal-amorosa?

A través de casi 400 páginas, Emma parece aprender de sus errores, vuelve a tropezar con la misma piedra, rectifica y se disculpa; va madurando y sufre por Harriet, y también por sí misma cuando finalmente descubre que el hombre a quien ama es el formidable Mr Knightley. El destino recompensa sus esfuerzos por mejorar, y encantada escucha la declaración de su amigo y mentor que también la quiere. Sin embargo su buen corazón acepta con tanta fuerza las obligaciones implícitas de una hija soltera, que sería capaz de aplazar o sacrificar su felicidad al lado de Mr Knightley por tener en cuenta los sentimientos de su padre. ¿Estamos por lo tanto ante una clásica novela de formación y crecimiento personal (bildungsroman) de esta joven mimada y caprichosa?

Como lectora del montón que soy, yo diría que sí. Siempre he disfrutado con ese despertar de Emma a las sensibilidades de los demás, y el personaje de ella me sigue pareciendo refrescante en su imperfección y entrañable en sus actitudes impulsivas. El responsable Mr Knightley, que tarda tanto en declararse por saberse demasiado mayor, representa al marido perfecto cuya sensatez frenará los excesos  de Emma, como la del Coronel Brandon atenuará los de Marianne. Serán felices, comerán perdices, y colorín, colorado…


  
Sin embargo, la investigación literaria seria va mucho más allá.

En su artículo “Padres y amantes”, Kathleen Anderson, especialista en literatura inglesa del siglo XIX,  expone que lo que el público disfruta como novela entretenida y hasta graciosa por los enredos de esta simpática casamentera amateur que llega –ella misma– al puerto seguro del matrimonio después de haber visto frustradas sus intenciones y aprendidas unas cuantas lecciones personales, es un ejemplo más de cómo Jane Austen al final de sus novelas destruye el ímpetu de sus heroínas y las convierte en esposas de su época, subyugadas por el superior intelecto, mayores conocimientos y experiencia mundana de sus maridos.

En el caso de Emma, Anderson nos descubre unas interrelaciones paternal-amorosas de las cuales no se salva ninguno de los personajes principales:

Mr Woodhouse, continuamente preocupado por su salud y el bienestar de los demás, no se comporta como un padre de la época (autoritario, marcando pautas, dando lecciones y corrigiendo) sino más bien como un amante. Es complaciente y generoso, un ferviente admirador de su hija Emma y de todo lo que ella haga o deshaga. Al no representar nunca una figura de líder en todos los sentidos,  Mr Woodhouse crea un vacío de poder que permite y hasta obliga a Emma a convertirse en el macho alpha de Hartfield y a desempeñar este papel con respecto a él mismo y a Harriet Smith, su amiga de padre desconocido (¡otro padre ausente!) y estrato social inferior.

Emma, ejerciendo de mentora autonombrada, la aconseja, influye en sus pareceres, e  incluso le dicta la carta a Mr Martin, el granjero que quiere casarse con Harriet,  para rechazar su solicitud de matrimonio. Empeñada en conseguir lo que se propone y ciega a la realidad, Emma busca infructuosamente marido para Harriet (primero Mr Elton, luego Frank Churchill) hasta que ésta se emancipa y acepta la renovada petición de mano por parte de Mr Martin.

En este contexto conviene recordar un curioso parecido entre Emma y el mezquino Frank Churchill: ambos quedaron muy pronto huérfanos de madre y se criaron sin figura paterna tradicional:  Mr Woodhouse cede su papel a su hija, y Mr Weston, con el fin de poder dedicarse a sus negocios, se aleja de Frank siendo este un bebé para que crezca en la familia de sus cuñados, lo cual no dice nada favorable sobre su sentimiento paternal y presagia que la niña, que tendrá con Mrs Weston a lo largo del libro, tampoco contará nunca entre sus prioridades.

Para que entre  fracasos y enredos las aguas vuelvan a su cauce, Emma tendrá que recurrir a las armas femeninas de las lágrimas arrepentidas primero, y agradecidas después, cuando  Mr Knightley dé el paso decisivo de amigo paternal a paternal esposo. Enamorado y emocionado se disculpará por haberla criticado, o sea, mostrando claros síntomas de esa ceguera temporal que hace pasar por alto los defectos de la persona amada.
Y nuestra antaño tan espontánea y autosuficiente Emma, ¿qué contestará? “Exactamente lo que debía, claro. Una dama siempre lo hace así. Dijo bastante para mostrar que no había por qué desesperar, y para invitarle a él a que dijera más…” ¿Emma finalmente haciendo caso al consejo de Mrs Weston?

Desde la perspectiva feminista de Kathleen Anderson todas esas explicaciones serán coherentes y acertadas, y no se puede negar la diferencia existente entre la impetuosa Emma del principio que toma decisión tras decisión y trama enlaces matrimoniales con prepotencia y sin titubeos, y la tierna novia del final de la novela que acepta sin reservas la actitud y las acciones de su futuro marido.

Sin embargo, la lectura de novelas románticas de todos los tiempos nos demuestra una y otra vez que las heroínas más aventureras, independientes y al parecer indomables acaban por aceptar muy a gusto el hombro protector que ‘su’ hombre les brinda. Y es que –a mi parecer– el compañero de nuestros sueños sigue siendo un príncipe azul con fortaleza de cuerpo y espíritu, capaz de controlar situaciones de todo tipo, desempeñando la autoridad que emana de un ser superior, superior no a nosotras sino a todos y todas las demás, además de estar incondicionalmente enamorado de una. Es obvio que estoy hablando de alguien ficticio,  y no quiero ni pensar en los requisitos que tendría que reunir una mujer para estar a la altura de ese… Mr Darcy-Knightley o como se llame.





Trabajo, salud, moral y otros asuntos

·       ¿Nadie trabaja en Emma?

Según algunos críticos, nadie trabaja en Emma, lo cual es totalmente incierto mientras que hay otras novelas de Jane Austen donde resulta difícil encontrar a alguien que lo haga. En Orgullo y Prejuicio, por ejemplo,  los ricos como Mr Bingley o el propio Darcy reciben anualmente grandes sumas de dinero sin que se constate un esfuerzo concreto por su parte, y el tío Gardiner, hombre de negocios y representante de la clase media, siempre está de vacaciones.
Como Julia Prewitt Brown (Universidad de Boston) expone en “Civilization and the Contentment of Emma”, en esta novela encontramos todo un elenco de personajes que trabajan, han trabajado o están a punto de comenzar a trabajar, cuando no sufren por no tener ningún empleo:


Mr George Knightley es magistrado local y se ocupa intensivamente de sus terrenos y posesiones. Su hermano, John Knightley, está escalando puestos en su profesión, la abogacía, en Londres.
Mr Weston es un comerciante ahora retirado que en su momento renunció a criar a su propio hijo por dedicarse a sus negocios y conseguir comprar la mansión de Randall. Su mujer, de soltera Miss Taylor, mantuvo durante dieciséis años su empleo como institutriz en Hartfield. Jane Fairfax todavía no ha encontrado trabajo pero está muy bien cualificada para un puesto de educadora.
Mr Elton se gana la  vida como clérigo. Mr Martin explota su granja para mantener a su madre y sus hermanasMrs Goddard está al mando de un colegio interno, y el farmacéutico Mr Perry cobra por preparar fórmulas magistrales y visitar a domicilio a enfermos reales y también a su cliente más rico y fiel, el aprensivo Mr Woodhouse quien junto a su encantadora hija Emma es alguien que no trabaja ni parece haberlo hecho nunca.
  





·       ¡Mr Woodhouse no es ningún hipocondríaco!

Fiel a su talante apocado y asustadizo, Mr Woodhouse, ridiculizado desde siempre por críticos y lectores a causa de sus enfermedades imaginarias y fobias injustificadas, nunca opuso resistencia a esos ataques. Hasta ahora solo le había tomado en serio C. S. Lewis (1898-1963, autor de Las Crónicas de Narnia), quien acuñó la expresión de ‘esnobismo cronológico’ referida a la actitud de considerar que las explicaciones, pensamientos y comportamientos modernos son mejores de por sí que las ideas y acciones del pasado.  Para C. S. Lewis, Mr. Woodhouse –a pesar de sus manías y miedos–  es “el personaje más sensato” de Emma.

La misma opinión defiende en la actualidad Ted Bader (Universidad de Colorado, escritor  y médico especializado en enfermedades del hígado y de la digestión). Subraya que Jane Austen describe a Mr Woodhouse  como “valetudinarian” (enfermizo, inválido)  y no como “hypochondriac” (hipocondríaco) y argumenta que los síntomas del padre de Emma coinciden con un cuadro de hipotiroidismo (sensación de frío, nervosismo y debilidad general) con aumento de tamaño de la tiroides (dificultad para tragar) lo cual explicaría su poca actividad y afición a tomar calditos claros, huevos pequeños y carne de cerdo muy pasada.

A través de las incansables atenciones que Emma dedica a su padre inválido, el lector aprecia su buen corazón por encima de su actitud caprichosa y entrometida. Visto así, los achaques de Mr Woodhouse son un recurso literario de Jane Austen para que nos identifiquemos con Emma sin reparar demasiado en  su autosuficiencia.  
Y hay otro indicio: Gracias a Mr. Knightley (capítulo 5) nos enteramos de que Emma a los diez años era tan inteligente que contestaba cualquier pregunta antes que su hermana Isabella a los diecisiete. Es de suponer que Emma –con casi veintiún años– sabría si los malestares de su padre eran ficticios y un medio de chantaje emocional, en cuyo caso, y puesto que la paciencia no es su virtud predominante, no le trataría con ese afecto imperturbable si bien protector que le demuestra en cada momento.


  
·       Conceptos de moral : castigos y recompensas

Josanna Simpson, otra colaboradora del blog www.suite101.com, analiza cómo Jane Austen mezcla humor y moralidad partiendo de unos criterios firmes que siguen convenciendo aun hoy día a sus lectores. Sobre todo en Emma, la autora incide  en la importancia de decisiones basadas en la moral aunque se trate de asuntos poco relevantes. De esta manera nos hace admirar a Mr Knightley, sentir compasión con Jane Fairfax, ver el ridículo de la presumida Mrs Elton… y si a Emma le perdonamos todas sus imperfecciones es porque nunca hay nada en su actitud que vaya en contra de la moral de la época.

Frank Churchill es otro cantar. Es tan vanidoso y derrochador que cabalga a Londres solo por un corte de pelo, engaña a todos y tontea con Emma para encubrir su relación con Jane Fairfax, y no da la cara sino se disculpa por medio de una carta. Frank no merece lo que consigue –la herencia y la mujer a la que aspira–  pero el  fracaso de sus pretensiones sería un castigo para su amada Jane Fairfax y una grave decepción para su jovial padre y la encantadora madrastra. De nuevo aparece Mr Knightley como el crítico más severo cuando en el capítulo 49, justo antes de declararse, dice a Emma: “Nunca tuve buena opinión de Frank Churchill… encuentra una joven en un balneario… obtiene su afecto… le estorba su tía… la tía muere… él ha tratado mal a todos… y todos están encantados de perdonarle…”. Tan contundentes son las acusaciones de Mr Knightley que convencen a la mismísima Jane Austen que manda a Frank Churchill a vivir a Yorkshire para que no siga jugando con las sensibilidades de la sociedad de Highbury, y el ‘castigo’ de Jane Fairfax por consentir en aquel noviazgo secreto será tener que aguantar a su marido.

Por el otro lado, la fortuna de los Churchill aliviará a través de Jane Fairfax la penuria de su tía y tía abuela, Miss y Mrs Bates, dos personajes secundarios pero importantes cuyo buen talante se verá así recompensado.
Harriet Smith encuentra en la familia Martin su sitio en este complicado mundillo de ‘orgullos y prejuicios’. Su amistad con las hermanas Martin y la educación que recibió en la escuela de Mrs Goddard harán que, salvo excepciones como Mrs Elton, nadie la desprecie por el hecho de que no sepa quién es su padre.

·       Cartas y citas

Es habitual en obras de Jane Austen que una carta aporte el punto de vista de una persona ausente o resuma una situación compleja. También en Emma las hay muy importantes:  una carta ‘muy bonita’ (‘a very handsome letter’) con la que Frank Churchill se disculpa por no acudir a la boda de su padre; una carta ‘muy buena’ (‘a very good letter’) con la que Mr Martin pide la mano de Harriet Smith y cuya autoría no se nombra explícitamente señalando todos los indicios a Mr Knightley; la carta de rechazo de la proposición de matrimonio que Emma dicta a Harriet Smith; la carta ‘corta’ (dos páginas) de Jane Fairfax que Miss Bates describe con todos los detalles a Emma aunque no llegue a leérsela; la interminable carta de Frank Churchill explicando su actuación…
Sería interesante imaginar las caligrafías: la de Jane, perfecta como toda ella, la de Frank, vistosa y elaborada para ocultar lo que no quiere decir…

De Jane Austen sabemos que sus letras manuscritas se inclinaban hacia la derecha. Según la grafología, este tipo de escritura corresponde a personas muy expresivas que enseñan sus emociones y muestran compasión y simpatía por los demás.
Y compasión y simpatía hay en cualquiera de sus libros, también en Emma: cuando resalta lo ridículo de Mr Woodhouse o Miss Bates, no llega a la caricatura hiriente; el ‘malo de la película’, Frank Churchill, tiene quien le ama, y nuestra Emma resulta entrañable con todos sus defectos…

A mi parecer, hay dos citas del libro imprescindibles :

“¿Quién lloró más?” (Who cried most?) del primer capítulo cuando Mr Knightley pregunta por el desarrollo de la boda de los Weston. Esta frase magistral resume la ironía y el humor de la autora en una expresión de máxima economía y definición y basta para recrear los lugares comunes de una boda sin siquiera mencionarla.

La segunda cita –también de los labios de Mr Knightley– me ayudará a poner punto final a mi texto dejando en el tintero/teclado gran cantidad de temas y comentarios sobre Emma y su mundillo casi perfecto:

“Si la amara menos, quizás podría hablar más de ello.” (If I loved you less, I could talk more about it.)

Texto para el ciclo "Un Té con Jane" organizado por la Biblioteca Pública de Arroyo de la Miel (Benalmádena)
 DF2011
                                  




ANEXO : 
SINÓPSIS DE EMMA (WIKIPEDIA)


      Emma Woodhouse es una joven en la Inglaterra de la Regencia. Vive con su padre, un hipocondriaco caracterizado principalmente por su excesiva preocupación por la salud y el bienestar de aquellos a los que ama. Miss Woodhouse está empeñada en hacer de celestina de sus amistades y relaciones. Pero al ocuparse de los asuntos de sus amigas se olvida de atender sus propios sentimientos. El amigo de Emma, y la única persona que la critica, es el caballeroso Mr Knightley, su "vecino" y cuñado (hermano del marido de su hermana), dieciséis años mayor que ella.
Cuando su institutriz, Miss Taylor, que era prácticamente su amiga y confidente, decide casarse, Emma se queda sola ante sus propios sentimientos. Emma, pagada de sí misma, cree que el matrimonio se debe a ella, por haber sido quien presentó a Miss Taylor a su futuro marido, Mr Weston. Emma se enfrenta a un vacío en su vida y con un gran dilema: cómo ayudar a los demás a tener una vida tan perfecta como la suya.
En contra del consejo de Mr Knightley, busca posibles novios para su nueva amiga, Harriet Smith, una joven sencilla y modesta, alejada del estilo de vida de la alta sociedad. Es una dulce chica de 17 años, no muy brillante, descrita como "la hija natural de alguien". La convence para que rechace un ventajoso matrimonio con un respetable y joven granjero, Mr Martín, pues Emma quiere emparejarla con el vicario local, Mr Elton. Su intriga casamentera va mal cuando resulta que Mr Elton, un trepador social, con quien quiere casarse es con la propia Emma. Después de que Emma rechace su proposición, Mr Elton se va de vacaciones. Harriet se imagina que está con el corazón destrozado, aunque Emma hace todo lo que puede por convencerla de que Mr Elton (que se revelará más arrogante y pomposo conforme avanza la historia) está por debajo de ellas dos.
Un acontecimiento interesante para Emma es la llegada al vecindario de Frank Churchill, el hijastro de Mrs Weston, a quien ella no conocía pero por quien siente interés desde hace tiempo. Mr Elton regresa con otra recién llegada, una esposa vulgar que se convierte en parte del círculo social de Emma, aunque ambas mujeres se odian. Un tercer personaje es Jane Fairfax, la reservada pero bella sobrina de la empobrecida vecina de Emma, la locuaz Miss Bates (otro personaje cómico que sirve para aligerar la escena). Jane, que tiene muchas dotes . musicales, es el orgullo y alegría de Miss Bates; a Emma, sin embargo, no le gusta, y envidia su talento. Jane ha vivido con Miss Bates hasta los nueve años. El coronel Campbell, un amigo de su padre que estaba en deuda con él por haberle atendido durante una peligrosa enfermedad que amenazaba su vida, acogió entonces en su casa a Jane, quien se hizo amiga íntima de su hija y recibió una educación de primera clase. Al casarse la señorita Campbell, Jane regresó entre sus familiares para preparar (con temor) su futuro, que es ganarse la vida como institutriz.
En su deseo de encontrar algún defecto en Jane - y también para encontrar algo con lo que divertirse en esta villa encantadora pero aburrida - a Emma le dio por compartir la fantasía inventada por Frank de que a Jane le gustaba el marido de la señorita Campbell, el señor Dixon, y que es por esta razón por la que tuvo que regresar a casa, en vez de irse a Irlanda a visitarlos. La sospecha de Emma crece al llegar un piano para Jane por parte de un benefactor misterioso y anónimo.
La trama se complica pues Emma intenta enamorarse de Frank simplemente porque todo el mundo dice que hacen una guapa pareja. Frank salva a Harriet de una banda de gitanos, por lo que Emma decide que es más adecuado para su protegida.
Mrs Weston se pregunta si al viejo amigo de Emma, Mr Knightley, podría gustarle Jane. Emma rápidamente decide que no quiere que él se case con nadie, pero más que investigar sus propios sentimientos, ella alega que quiere que su sobrino Henry herede la propiedad familiar.
Sólo Mr Knightley, hombre de temple y aplomo, se atreve a recriminar los errores de Emma, y será éste quien ponga fin a la confusión que Emma ha provocado. Reprende a Emma por insultar desconsideradamente a Miss Bates en el picnic de Box Hill. Es entonces cuando ella, finalmente, reconoce sus propias limitaciones, e intenta enmendarse. Emma descubre que Jane y Frank llevan secretamente prometidos casi un año. Cuando Harriet le confía que cree que Mr Knightley está enamorado de ella, los celos fuerzan a Emma a darse cuenta de que es ella quien le ama. Poco después, Mr Knightley propone matrimonio a Emma, Harriet se reconcilia con su joven granjero, y todo el mundo vive feliz para siempre.



ANEXO: 
‘Marketing’ a través de las portadas

En el caso de Emma, es casi imposible abarcar todas las ediciones que pueden adquirirse en las librerías reales y virtuales. A lo largo de las últimas décadas –sin tener en cuenta ejemplares para bibliófilos adinerados que recurren a Sotheby’s para conseguir una Emma del siglo XIX– las portadas se han adaptado a gustos y modas. Lo que todas dejan bien claro es que Entretenimiento y Encanto se escriben con

                                                 

de Emma



Emma para almas románticas




Emma para quien la prefiera con sombrero



Emma a través del retrato de Jane Austen



Emma en compañía



Emma con exteriores



Emma ‘sensual’



Emma ‘de película’



Emma en plan serio



Emma, versión juvenil



Emma como e-book para el Kindle de Amazon,


sin duda, un largo recorrido desde la portade de 1816.



FUENTES (LISTADO INCOMPLETO)

Las fuentes  tanto del texto como de las ilustraciones proceden casi todas –y en los tiempos que corren no podría ser de otra manera– de la red de redes, o sea, de Internet, y en su mayor parte son textos originales en inglés.

·         KATHLEEN ANDERSON : Fathers and Lovers: The Gender Dynamics of Relational Influence in Emma
·         JULIA PREWITT BROWN : Civilization and the Contentment of Emma
·         TED BADER : Mr. Woodhouse is not a Hypochondriac!
·         JOANNA SIMPSON : Principled Comedy in Jane Austen
·         LISA DEVOTO : Timeless Character Flaws in Emma by Jane Austen

CITAS DEL LIBRO
Las citas del libro (en cursiva) son traducción de José Maria Valverde (1978), extraídas de la edición de Emma de Ediciones Orbis, S.A. que se incluye en la colección ‘Grandes Pasiones de la Literatura’.

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