miércoles, 30 de mayo de 2012

JANE EYRE






APROXIMACIÓN A UNA HEROÍNA

1.   Jane Eyre, ¿trepa social o defensora a ultranza de la clase trabajadora?

2.   Jane Eyre como Cenicienta

3.   La sombra de la prostitución en Jane Eyre


4.   Jane Eyre “cuáquera”

5.   Tres pinturas como guión secreto de la novela


6.   John Wilmot, el modelo para Mr Rochester


7.   Una Jane Eyre “intertextual”


8.   Queridas Janes, queridas Charlottes






1. Jane Eyre, ¿trepa social o defensora a ultranza de la clase trabajadora?


A través de su Jane Eyre, Charlotte Brontë expresa una gran simpatía por la clase trabajadora y los pobres y un fuerte rechazo de la explotación de la misma que llevan a cabo las clases socialmente superiores. Durante bastantes capítulos, Jane observa con crítica la crueldad de su tía Mrs Reed y de Mr Brocklehurst en Lowood, la arrogancia de los invitados de Mr Rochester en Thornfield y se siente identificada con la maestra Miss Temple, el ama de llaves Mrs Fairfax, o Bessie, la criada de Gateshead.

Sin embargo cuando Jane empieza a trabajar en la pequeña escuela rural de Morton, sus sentimientos son distintos:  teme que esa ocupación la denigre y embrutezca e incluso se extraña de que algunas de sus alumnas tengan capacidades intelectuales a pesar de ser campesinas. Más adelante, cuando le llega la herencia, Jane se va sin mirar atrás recuperando su lugar en la burguesía media a la que pertenece por nacimiento. Cuando se casa con Mr Rochester, sube otro escalón en cuanto a su posición social.

¿Trepa social o santa? Ni tanto ni tan poco: Jane Eyre lucha y se rebela y falla como cualquier persona real. Precisamente sus defectos tan humanos hacen que el libro siga siendo lectura posible y placentera incluso en el siglo XXI.


Fuente: Melissa Lowes [lowesdodds@yahoo.com]







2. Jane Eyre como cenicienta


Sin duda, Jane Eyre es otra de las muchas cenicientas que deshojan la margarita literaria esperando a su príncipe azul, mientras son despreciadas por las familias con las que viven. Menos mal que tiene cerca a un hada madrina aunque sea de clase social baja, la criada Bessie, quien le lee relatos en la cama y la aconseja que sea paciente y dulce para que no se enfaden con ella. Sin embargo, Bessie no tiene poder ejecutivo para ayudar a Jane y está limitada a ser una especie de hada madrina mensajera.





Cuando envían a Jane al colegio de Lowood, ella vuelve a sentirse desamparada y sola y tarda algún tiempo en reconocer en Miss Temple a otra de sus hadas madrinas. La salida de Miss Temple de Lowood es un potente hechizo protector de la misma hacia Jane, porque es el motivo por el cual Jane Eyre busca empleo, lo encuentra en Thornfield, se enamora de Mr Rochester y…




¿Mr Rochester como principe azul? Bueno, quizás lo fuera en su momento pero se equivocó y dejó que lo casaran con la hermanastra no solo mala sino loca también. Será nuestra Jane Cenicienta quien lo salve de las cenizas de su vida y de Thornfield. Cenizas… Cenicienta… ya estamos viendo como todo encaja.












3. La sombra de la prostitución en Jane Eyre


Aunque quizás pase desapercibido en una lectura no muy analítica, Charlotte Brontë sitúa a Jane Eyre al borde del precipicio no solo físico sino también moral cuando después de su huida de Thornfield sin llevarse apenas nada, pierde su escaso equipaje. Los lectores sentimos simpatía y sufrimos con Jane cuando esta deambula sin poder comer ni beber por la campiña (cap.28) Está desesperada, hambrienta y agotada, pero ni siquiera en esas circunstancias piensa en prostituirse para subsistir.


En la sociedad victoriana una mujer en la situación de Jane Eyre prácticamente no tenía otra salida que la prostitución. No tiene empleo ni referencias porque no quiere dar su nombre, no tiene parientes cercanos (o al menos no sabe todavía que los tiene), está débil y desaliñada. Nadie, ni la criada de Moor House, le abriría la puerta.


Pero Charlotte Brontë se lo ha puesto muy difícil a Jane para elegir ese camino aparentemente fácil: no solo tiene profundas raíces religiosas y se ha mantenido firme ante tentaciones como la de ser la querida de Mr Rochester; hay otro impedimento más. A Jane no le gustan los ornamentos ni los adornos, viste con sobriedad y rechaza los colores llamativos.


La prostituta victoriana se asocia con una persona que usa y abusa de atrezzos y viste con elegancia y opulencia impropias de su clase social. Nada que ver con nuestra Jane que yace moribunda en el umbral de Moor House donde la salva el párroco St.John Rivers.

Otros retratos de mujeres con rasgos de prostituta son los de Celine Varens, la madre de Adèle, que vive mantenida por Mr Rochester pero tiene otros amantes. También Bertha Rochester se representa como persona sin rectitud moral. En el capítulo 27, Mr Rochester insinúa haber tenido relaciones íntimas con ella antes de casarse lo cual según la época la convierte igualmente en mujer ‘fatal’.


Incluso la descripción de Blanche Ingram cuando participa en las actividades de Thornfield resalta su potencial sexual: los brazos desnudos, un pañuelo color escarlata…







   
4. La Jane ‘cuáquera’

En los páramos de Yorkshire donde Charlotte Brontë se crió, la secta de los cuáqueros era bien conocida porque sus orígenes se sitúan en aquellas tierras. De hecho hay muchas referencias directas e indirectas en Jane Eyre que la relacionan con la “Sociedad de los Amigos”. En contraste con la desequilibrada beatería de Mr Brocklehurst en Lowood, o el fanatismo misionero de St.John Rivers, ser cuáquero no significaba renunciar a los placeres terrestres, sino vivir y hablar con mensura y contención.

La misma Jane Eyre se compara a menudo con los preceptos de la secta y dice de sí misma cuando se presenta a Mrs Fairfax: “…llevé un traje negro, de sencillez casi cuáquera…” o resalta “…yo no tuve que arreglarme ya que mi vestimenta cuáquera, por lo lisa y rasa, no permitía casi desarreglo alguno…” y se autodenomina “…la poco atractiva institutriz cuáquera de Mr Rochester…”.

Jane viste de colores oscuros y cuando Mr Rochester insiste en comprarle vestidos nuevos de seda, lo convence para que sean pocos y negros y grises (cap.24). También otras creencias de los cuáqueros coinciden con las opiniones de Jane cuando piensa que la esclavitud “…es bárbara, cruel e inhumana…”. La secta de los cuáqueros fue uno de los primeros movimientos en denunciar la esclavitud.

Y las ideas de Jane sobre el amor son igualmente muy similares a lo que predican los cuáqueros: matrimonio por amor entendiendo el amor como armonía espiritual entre personas que coincidan en su fe religiosa, temperamento y clase social.



Llama la atención que en alguna de las traducciones al castellano, las referencias al cuaquerismo de Jane –todas positivas en el original– no se recogen con la misma claridad o incluso se les da un tinte despectivo. Cuando Grace Poole explica a Jane lo ocurrido durante el incendio en los aposentos de Mr Rochester, habla según el texto original “…con el recatado acento [demureness] de una cuáquera…” que en la traducción se convierte en el “gazmoño” acento. Según la definición de la RAE, “gazmoño” es “el que afecta devoción, escrúpulos y virtudes que no tiene”. Quizás sea cosa del traductor católico romano que harto de tanta crítica a la beatería de su iglesia quiso disminuir las elogiosas referencias a la “Sociedad de Amigos” o que era su opinión personal –probablemente acertada– sobre la cuidadora alcohólica de Bertha Rochester. De modo alguno es una traducción correcta del original.







5. Tres pinturas como guión secreto de la novela    

La primera pintura es la escena de un naufragio en el cual un cormorán lleva joyas en su pico. Según Peter Bolt (North East Worchester College) el cormorán representa a Lady Blanche Ingram y su significado bíblico es de un ave que habita donde haya desolación y desesperanza. En varias escenas del libro queda claro el desprecio que personas como Lady Ingram sienten hacia las clases sociales inferiores a las que también pertenece Jane Eyre.

La segunda pintura no tiene un fondo religioso sino que pertenece a las leyendas griegas. Aparece la estrella de la noche, y en un primer plano una colina, además de un busto femenino. Mr Rochester lo identifica inmediatamente como el monte griego de Latmos donde la diosa Selene vio a Endymion y se enamoró de él jurando que lo protegería para siempre. De este modo Charlotte Brontë nos informa de que Jane entrega su amor a Rochester en su segundo encuentro.

La tercera pintura es la más enigmática de las tres, y su mensaje nos remite al libro de Job. “Me vestí de mi rectitud como si de ropa se tratase; la justicia fue mi abrigo y un turbante (diadema) me envolvió. Para los ciegos fui sus ojos y pies para los cojos (Job Cáp.24, versos 14-15). Al final de la novela cuando Jane y Mr Rochester están reunidos en Ferndean, él está ciego e impedido con lo cual se cumple la profecía de la pintura de Jane.



Fuente: Peter Bolt (English Department, North East Worchester College)













6. John Wilmot, el modelo para Mr Rochester



Nada bíblico ni ejemplar fue la vida de John Wilmot, segundo Conde de Rochester, un personaje muy sonado en su época (1647-1680) ya que pasó por todo tipo de excesos y libertinajes para arrepentirse en su precoz lecho de muerte y obtener así el perdón eclesiástico.

Hay varios indicios según los cuales Charlotte Brontë se fijó en él como lejano modelo de Mr Rochester cuyos pecados –si bien mortales y sostenidos– sin embargo no le llevan a una temprana muerte. Nuestra Jane Eyre lo salva y lo redime y además lo cuida cuando necesita ayuda.



Fuente: Wikipedia













7. Una Jane Eyre ‘intertextual’


Después de tanto mirar al pasado, quizás venga bien echar un vistazo al futuro, a un futuro que casi está a la vuelta de la esquina, aunque hablando en serio algo parece que falta para que lleguemos a tener una policía científica que proteja a las obras literarias más valoradas de que sean copiadas, robadas, falsificadas y los hogares de sus autores se conviertan en lugares de peregrinación.

Un libro de ciencia ficción que varía hábilmente entre suspense y sonrisa y despierta sobre todo admiración por una imaginación sin límite donde el tiempo se detiene cuando aparece el padre de la inspectora Thursday Next y hay turistas japoneses paseándose por la novela original.

Cuando Jane Eyre es secuestrada y llevada al mundo real, los acontecimientos descritos en el libro se trastocan por su ausencia porque como ella es la narradora… y el final no lo cuento por si alguien quisiera leerlo. Lo recomiendo, a mi modo de ver admite no una sino varias lecturas.

Fforde, Jasper (2007). El caso Jane Eyre. Ediciones B/ Zeta (Nova). ISBN 84-666-3198-4 / ISBN 978-84-666-3198-3.





8. Queridas Janes, queridas Charlottes





           
Querida Jane Austen:

No temas; nadie ocupará jamás tu puesto en mi ‘Hall of Fame’ particular. Es tan inigualable tu elegancia, tus detalles, la hermosura de tus heroínas menos bellas que inteligentes, el estrecho vínculo entre hermanas, la contención emocional que consigue que vibremos con el más mínimo roce de manos y se nos acelere el pulso por un mero “…dearest Elizabeth…”.



  
Querida Charlotte Gainsborough:

Por encima de remakes de última hora y clásicos en blanco y negro, tú eres mi Jane Eyre, tan severa, nada bella, impresionante y creible. ¿Qué más se le puede pedir a una actriz?



  
Querida Charlotte Brontë  / querida Jane Eyre:

Ahí donde Jane Austen pone la mantelería sobre las mesas de la vida social de su época, pasea por céspedes cuidados y recoge delicadas flores destinadas a finos jarrones, tú, Charlotte, aportas la pasión y los sentimientos de pájaro salvaje que no puede ni quiere vivir sin extender sus alas. Jane Eyre lucha desde su infancia enfrentándose infatigablemente a las circunstancias que de no ser ella como es la limitarían a la existencia gris y anodina de una institutriz culta pero sin sitio.

Sus alegatos a favor de la igualdad de mujeres y hombres y de bellas y feas tienen un decidido aire clásico que me suena al ‘Mercader de Venecia’: “…if you prick us, do we not bleed? [Si nos pincháis, ¿no sangramos?] y son tan actuales que lucirían igual de bien en camisetas playeras como en pegatinas para el coche: “Do you think because I am poor, obscure, plain and little, I am soulless and heartless? (¿Piensa que porque soy pobre y oscura, fea y bajita carezco de alma y de corazón?)

Muy por encima de la princesa Barbie de Walt Disney, Jane Eyre es mi cenicienta preferida: poco agraciada, lista como el hambre, fiel a su convicciones, enamorada apasionadamente de su príncipe azul pero más fuerte que el subidón emocional/hormonal que recorre todo su ser cuando Mr Rochester le pide que sea su querida y viva en pecado mortal a su lado.

¡Con qué arrojo rechaza mi heróica Jane al témpano beato de St.John que le ofrece honorabilidad y sacrificio sin amor con la alucinante perspectiva de morir pronto dando a luz o de alguna enfermedad tropical o de la fatal combinación de ambas circunstancias!

Admiro tanto a Jane Eyre que incluso le perdono sus alusiones a lo bruto que resultan las campesinas alemanas o francesas en comparación al buen material que se esconde en la campiña inglesa…

Al final, Charlotte, una pregunta indiscreta: ¿No es una curiosa coincidencia que el mayor éxito tuyo se llame Jane a pesar del poco aprecio que expresaras en su momento acerca de todo lo que escribió Jane Austen? ¿O es un guiño de Talía, musa de la comedia, para recordarte ahí donde estés –que supongo será sobre una gran nube del cielo tormentoso de Yorkshire– que tú también eres heredera del ingenio de la otra Jane?

Resumiendo, dos autoras para llevármelas a una isla desierta con el fin de sentirme acompañada, aunque creo que cualquiera con sentido común cambiaría esa archifamosa lista de libros para el naufragio por un cargamento de conservas, latas, mantas y cerillas.

DF 2012
















2 comentarios:

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