Hacía ya meses que yo no quedaba con nadie después del trabajo. Compraba de prisa lo imprescindible y me iba rápidamente al apartamento que había alquilado en una urbanización venida a menos. Solía entrar sin encender las luces de mi casa. Me aflojaba la corbata, me quitaba la chaqueta, cogía una cerveza del frigorífico y me atrincheraba en el sillón de la terraza. Enfrente, a la distancia mínima permitida por las ordenanzas municipales, me esperaba cada noche una sórdida función de cine mudo, representada en una ventana estrecha, la de una cocina, y una cristalera enorme que pertenecía a un salón.
La mujer transparente trajinaba siempre en la cocina. Su cabeza se deslizaba por los azulejos y armarios; sus manos -apenas unas veladuras rojizas- aleteaban entre cazos y cucharones. No dudaba de la mezcla de ingredientes o del tiempo de cocción, ni probaba ningún guiso. Iba y venía mientras el medio visillo del ventanuco la tapaba desde la cintura hasta abajo.
El hombre opaco, que en verano se presentaba al atardecer y en invierno, de noche cerrada, daba la luz del salón al entrar. Su boca desdentada bostezaba o anunciaba su presencia. Luego encendía la televisión y se derramaba sobre el sofá como un montículo de tierra oscura. Las cortinas de la cristalera –siempre descorridas- enmarcaban su escenario.
A espaldas del hombre, cuyo bulto opaco parecía moverse por los reflejos blanquiazules del televisor, la mujer transparente salía de su ventana-marco para abrir la puerta del piso a un joven que la acompañaría para recoger una bandeja de la cocina; después desaparecía. Nadie se sentaba nunca con el hombre que cenaba en solitario lo que la mujer le disponía en una mesa de centro.
Hace apenas dos noches, la mujer transparente recogió los cacharros y los fregó. Sin embargo, no comió las sobras que había dejado el hombre en el plato; las tiró a la basura. Limpió la cocina, repasó los quemadores y colgó el paño en su sitio porque tenía su sitio. Apagó la luz y abrió por última vez su ventana.
La próxima semana me mudaré a un curioso piso con vistas a otra casa algo más baja, lo cual ampliará mi ángulo de visión. He sido afortunado en lograr alquilar esa vivienda después de seguir desde un centro comercial a una mujer de edad mediana que vive enfrente con su familia. Su cara promete.
Dorotea, éste es un voyeur, como todos nosotros, pero obsesivo, despiadado, frío, buscador de nuevos ángulos desde los cuales observar la existencia humana. ¿A él quien lo observa? Tampoco está a salvo. Un relato duro, muy bien escrito.
ResponderEliminarTengo una ventana desde la que veo a la vecina cocinar, fregar platos, de una forma mecánica, a veces he sentido escalofríos, otras veces me identifico con ella y no le doy más vueltas.
Estas ventanas del sábado dan para muchos mundos. Un beso.
Un relato muy bueno, con dureza y muy bien expresado.
ResponderEliminarPerdona, te he enviado mi blog para enlazar, un poco tarde.
Un abrazo
Por Dios y una se cree a salvo en su casa.
ResponderEliminarBesotes.
Paola.
Qué bueno, Dorotea. Describes la situación con maestría. Qué pena que, al final, ella no se diera cuenta de que alguien, en la ventana de enfrente, en la distancia, alguien sí que la acompañaba y le importaban los días monótonos y fríos de la mujer transparente.
ResponderEliminarMuy bueno Doretea, así es la vida muchas veces, en blanco y negro, y sin sonido, sin esperanza.
ResponderEliminarUn abrazo
Hola Dorotea. Un relato pulcro y entretenido. ¡Qué bien le hubiera venido a tu protagonista el cambio que recomienda en uno de sus relatos Ave.
ResponderEliminarSigo pensando que esto de los Sábados de Mercedes, es mágico.
Un abrazo.
Maat
Muy bien escrito
ResponderEliminarUn beso,
Juanma
Un auténtico voyeur, de esos que uno piensa que solo existen en las novelas o el cine, pero ya ves... no es tan asi.
ResponderEliminarMe gusto la imagen de derramarse sobre el sofa como un montículo de tierra oscura. Un ambiente sórdido el de la casa de enfrente sin dudas.
un gran abrazo Doro
Me gustó mucho tu relato. Suelo anticiparme, pero me dejaste boquiabierta con tu final. En fin, muy buen relato.
ResponderEliminarUn relato muy descriptivo, con un contenido crudo e intrigante y un continente sin futuro para algunas personas.
ResponderEliminarBuena redacción, con pregunta sorpresa: ¿A que lado de la ventana estamos nosotros?
Saludos
Drotea,
ResponderEliminarmuy bien descrito todo lo que pasa en aquella casa. Es un poco triste que ese hombre prefiriera hacer de voyeur que no pasear por la calle y ver el mundo en tiempo real.
Un abrazo
d0r0tea y amennnn¡¡¡
ResponderEliminarasi asi se hece un relat0000¡
me ha gustad0. y punt0.
has l0grad0 un pers0naje casi mas mir0s pr0fesi0nal que las mismas ventanas de algun0s c0mpañer0s-as de vieje...
aunque el tip0 este c0m0 que ah0ra, per0 ah0ra mismit0,me he dad0 pena:¡vivir la vida de l0s demas, que pena¡¡¡¡
gracias.
buscadores de emociones fuertes un voyeur, que a falta de una vida propia se dedica a vivir la de los demas, a imaginar como es, puesto que la carencia de sonido asi lo dispone, un relato bueno, de una gran crudeza por el maltrato que se adivina a la mujer transparente, me gustan los artificios literarios que usas, esconden mucho de las caracteristicas de los personajes...
ResponderEliminarGracias a todos y todas por sus comentarios. Es un relato de esos que nacen a partir del título y que evolucionan por sí solos (y gracias a unos consejos muy buenos que me dio Mercedes).
ResponderEliminarUn abrazo a todos.
Que buen relato, muy buenas imagenes...
ResponderEliminarMe gusto mucho...
Besos!!
Muy buen relato, me ha dado un poco de miedo pensar que hay gente que llega a ese tipo de obsesión
ResponderEliminarUn abrazo de Mar
Qué dificil es acostumbrarse a ver sólo muros con más ventanas cuando desde tu habitación se cuela juguetón el sol, los pájaros y los árboles saludando como cada mañana.
ResponderEliminarSin duda me has hecho perseguir al hombre que se deslíe sobre el sofá y desparrama su cabeza envuelta en un vaho de burbujeante cerveza, mientras la bandeja se mueve de aquí para allá, afanosa, como un fantasma cuyas cadenas le obligan a trabajar y trabajar en la mudez de la existencia.
Un abrazo con todas las ventanas abiertas y la luz desgarrando los espectros de la noche cerrada
Ah te dejo el enlace de mi primera versión de la ventana indiscreta, al parecer el enlace de Casandra no funciona muy bien, por lo que me han dicho, o es espaces que parece una maraca:
http://xqsabes.spaces.live.com/blog/cns!202B4EDE27472E09!10243.entry
en cualquier caso, si cambian el vínculo y no os lleva a ningún sitio, podéis quitar el final del texto y queda así:
http://xqsabes.spaces.live.com/blog
aunque ya no te lleve a la entrada exacta, puedes ver el blog.
Dorotea,
ResponderEliminarQue bien escribes.
Como me encanta tu forma de expresarte y contarnos tus relatos, he pensado en ti para compartir unos premios que me han dado.
No se si ya los tienes, pero me encantaría que los aceptases.
Un besito
¡Da un poquito yuyu!
ResponderEliminarUn saludo
Dorotea: vengo con un poco de retraso a leer tu relato, pero me he gustado mucho. Lleno de detalles y redacción cuidada.
ResponderEliminarDa un poco de miedo esto de los voyeur, ¿no?
Un besote
La mujer trasparente es fácilmente identificable, cotidiana. Más raro es, sin embargo, el narrador, raro, raro, un tipo que disfruta viendo siempre lo mismo.
ResponderEliminarInquietante.