viernes, 17 de abril de 2009

TREINTA Y CINCO


TREINTAYCINCO


Aquel día a las cinco entré al despacho, como siempre. El busto del faraón Ramses II en el centro del escritorio de caoba me miraba con inexpresivos ojos de bronce. El abuelo parecía dormitar en su sillón. Crucé de puntillas la habitación hasta el reloj del rincón, cuyo contrapeso tenía que tensar. Luego me volví.

–Ven –dijo su voz de pronto–, te voy a enseñar una cosa curiosa.

El abuelo daba vuelta a las páginas de un gran libro apoyado en la mesita de fumar cuya tapa de bronce mostraba cinco representaciones del ojo del faraón. A mis espaldas, el contrapeso hizo un ruido quejumbroso, chirriante.

–Es el ajuar que encontramos en la tumba de Ramses II.

La fotografía en blanco y negro mostró una gran cantidad de objetos numerados; el dedo amarillento del abuelo, fumador empedernido, señaló el número cinco: una estatuilla de bronce que representaba al dios Horus cuyos ojos de halcón eran dos piedras blanquecinas. Mientras me fijaba en todos los detalles, el contrapeso del reloj impulsó el mecanismo para que diera la hora.

–¡Ahora espera!

Los ojos del abuelo brillaron tras sus gruesas gafas. Dejó el libro sobre la mesa de bronce y se acercó con lentitud al rincón. Descolgó el contrapeso, como si le molestase el ruido del reloj que quedó clavado en las cinco y dos minutos de la tarde, hurgó un rato en la caja y volvió a su sillón.

–¿Qué te parece esto?

Me acerqué con timidez. El abuelo, un hombre severo y arisco, había pasado en su juventud cinco años en Egipto. De ahí se había traído una enfermedad crónica de los ojos, la mesita de bronce, y según me había contado mi madre, también el reloj cuyo contrapeso daba tanta guerra.

–¡Cógelo! Pero agárralo bien.

Noté el roce pergamino de su piel cuando me entregó la estatuilla. La frescura del bronce se calentó con rapidez, y en menos de cinco segundos, Horus, con sus ojos de ópalo, quemaba en mi mano como me había ardido la cara aquella tarde en que colgué tan mal el contrapeso que se cayó, y me gané una bofetada del abuelo.

–Quiero que lo tengas tú.

Después del fallecimiento del abuelo, mis cinco hermanos aceptaron encantados cuando –con los ojos hinchados de llorar– les pedí que solo quería el reloj del contrapeso. Nunca han sabido que en la caja estaba escondida la valiosísima figura de bronce que desde entonces me acompaña a donde yo vaya.



...Se trataba de incluir en el relato las palabras CINCO, ABUELO, CONTRAPESO, BRONCE, RELOJ..

16 comentarios:

  1. I M P R E S I O N A N T E TodoEl relato, que no contenta con una vez, las has metido siete, que por cinco, son treinta y cinco, si señora. Te felicito.

    ¡Y el trasero del bus! jajaja Eres adorable Dorotea, pero no me lo agradezcas. Para mi es un gustazo. Gracias a ti por dar el aviso.

    Un abrazo muy fuerte.

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  2. ¡Hola, Dorotea!

    Hija, que bien te ha quedado. Cómo describes cada detalle... Me ha gustado mucho.
    El final, con el regusto triunfante del nieto, quedándose con lo más valioso de la herencia de su abuelo, es magistral.

    ¡Felicidades!

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  3. Hola Doro, atrapante tu historia, muy bien escrita como siempre. Las palabras-consigna no fueron ningún problema para vos, las llevaste y las trajiste varias veces por el relato.
    Chapeau una vez mas mi querida Dorotea
    un beso

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  4. ¡Fantástico! Has superado el reto con nota. Como dice Ardilla, te las ingeniaste para multiplicar la oferta.
    El final muy acertado; como siempre.
    Un abrazo faraónico.

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  5. Bonito relato, sobre todo la descripción de cada detalle.Un final muy logrado e inesperado.
    Un abrazo

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  6. Precioso. Te quedan ganas de seguir leyendo.

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  7. Encantador relato. Siempre de toda la vida, me ha fascinado todo lo relacionado con Egipto. Estupenda la descripción.Enhorabuena.Un saludo.

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  8. hola ,ains me he perdido en el post aunque llego a tiempo antes de salir a comer que estan estos de aperitivo ...jajaja

    muy bueno ,buenisimo de momento el que más me ha gustado
    felicidades
    besos de bus que saleeeeee y me dejan !!
    MUAKIS

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  9. me ha resultado sumamente entretenido y de verdad que dan ganas de seguir leyendo. redoblaste la apuesta y el resultado también.
    muchos cariños.

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  10. y mis 0j0s te han ac0mpañad0 en un atisb0 de lagrima...asi de sencill0, d0r0tea...gracias.

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  11. Hola. Eso si que es trabajar. Me ha parecido un relato muy interesante y ameno.
    Un abrazo

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  12. Ritmo, suspense, intriga; emociones y una joya, material; todo en una caja, en una caja de cuerda para medir el tiempo.

    Bien, Dorotea, has reunido en un pequeño relato la trama de toda una novela, ¿se puede pedir más?. Supongo que no.

    Bikiños

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  13. Me gusta has logrado repetir las palabras varias veces sin que resulten pesadas o repetitivas.
    Chapo
    Besos.
    Paola.
    Hasta ahora en todos los relatos que he leído hemos enterrado a los abuelos.

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  14. Ya me estoy dando cuenta de que todos tus relatos tienen trampa, sólo que yo no tuve la paciencia, ni el ingenio, de Ardilla, para contar las palabras y descubrir el por qué del 35.
    No me extraña que se hiciera con el busto, era tan pilla como tú, Dorotea.
    Un beso.

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  15. Muchas gracias por vuestra acogida de un relato que por la condición de las palabras fijas, mas bien es un divertimento. Lo he pasado muy bien tejiéndolo alrededor de esas cinco palabras.
    Cinco guiños con el ojo derecho del busto de bronce de mi abuelo, usado desde siempre como contrapeso de las copas de fútbol ganados por su bisnieto.

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