TURNO DE NOCHE
Era mi turno de noche, unas ocho horas interminables que se alargaban como chicles. A partir de las cinco de la madrugada apenas pasó nadie por la recepción, salvo dos borrachos y luego una pareja tan enamorada que no esperaron con sus caricias ni a que se cerrase la puerta del ascensor.
Al rato se volvió a encender la lucecita del ascensor que estaba en la planta siete e iba bajando. ¡Ojalá no se había puesto nadie malo! Cuando se abrió la puerta, se asomó una señora cuarentona en albornoz con el pelo revuelto y la cara roja decorada con manchones blancos de crema hidratante.
- Buenas noches, Señora, ¿en qué puedo ayudarle?
-Es Usted muy joven. ¿Tiene algún compañero mayor? ¿O a falta de ello, una compañera?
-En este turno no, lo siento. ¿De qué se trata?
Se puso más roja todavía.
-Es algo muy delicado.
-¿Necesita un médico?
-Tan delicado no es.
Tragó saliva y se agarró al mostrador.
-Hay ruidos en la habitación de al lado... ¿Cuántos años tiene Usted?
-27.
-¡Qué pocos! Y ¿el conserje?
-Creo que 58...
- ¡Bien!
-...pero no está en este momento.
-Ah... ¡Qué lástima! ¿Hay gobernanta? Seguro que es mayor que Usted...
-Tiene 25 años. Lo sé porque es mi novia.
-Les deseo toda la felicidad del mundo, pero no me serviría aunque estuviera... Y ¿el Director? Sé que vive en el hotel. Y no tiene menos de 50 años. ¿No celebraron hace una semana su fiesta de cumpleaños?
-Tiene Usted razón, pero no puedo llamarlo si no me dice de qué se trata.
-Ya, pero a Usted no se lo puedo decir. Es tan escandaloso...
Poco a poco me iba cansando del asunto. Además -como siempre a esas horas- se me estaban cerrando los ojos.
-Vaya, chico, no se me duerma de pie. Quiero comunicarme con una persona de cierta edad. ¿Cuántos años tiene el jefe de cocina? Y no me diga que no está porque me ha contado ayer que comienza a las cinco para preparar el desayuno.
Esforzándome a mantener la postura, contesté:
-Nuevamente tiene Usted razón, pero hace un rato ha llamado diciendo que se iba al mercado de frutas y verduras y que tardaría algo más.
La señora me miró de arriba a abajo. Hizo un gesto de desagrado y dijo:
-Pues véngase conmigo entonces.
Coloqué sobre el mostrador el cartelito de "Vuelvo dentro de 5 minutos" y me fui detrás de la señora.
En el ascensor mantuve cierta distancia. Nunca se sabe qué deseos despierta la noche.
Efectivamente, ella se me acerco más de lo necesario. Me retiré al otro extremo de la cabina.
- No le voy a comer.
Se había puesto de un rojo encendido. A ver si le daba una apoplegia...
En la séptima bajamos del ascensor y ella señaló con la mano la puerta del 706 al lado de la suya. Los ruidos eran inconfundibles: una pareja en plena faena, gritos y gruñidos, exclamaciones, jadeos...
Noté que me ardían las mejillas. Ajusté la chaqueta de mi uniforme dándola un tirón y levanté la mano para llamar. Pero la señora se adelantó sujetándome por la muñeca.
-Y ¿si están... ya me entiende... desvestidos, en pelotas o como se llame?
El sudor que corría por sus mejillas abría surcos en la crema hidratante.
-Usted me ha venido a buscar porque le molestaba la situación. Hay que solucionarla.
Y volví a levantar la mano para dar un toque a la puerta.
-Y ¿si el caballero se enoja? Es más alto que Usted y puede darle una paliza.
Noté que me estaba temblando la mano. Tal como me había contado a su llegada y de un modo algo grosero, el 'caballero' de la 706 dedicaba su tiempo a partes iguales a las máquinas del gimnasio y a su novia que era muy guapa y simpática.
Al final no llegué a tocar la puerta. La señora que había bajado pretendiendo buscar ayuda abrió la puerta de la 707 -la suya-, me dió un fuerte empujón, y de pronto me encontré en medio de la penumbra de su habitación, mientras ella cerró y se quitó el albornoz. Debajo no llevaba nada salvo prisas, habilidades y ganas, muchas ganas...
Eran casi las seis cuando quité el cartelito del mostrador, justo antes del cambio de turno, y por una vez no tuve ganas de conversar con el compañero que me relevó.
ajajajjajjajajaj, madre mía me he divertido no sabes cuanto vaya situación ajjajajaja,. Pero la señora se llevo un regalito con el buen mozo ajajjaja. Bravo Un besazo Dorotea.
ResponderEliminarEsos finales merecen un aplauso, un relato genial que me ha gustado. Abrazos
ResponderEliminarSospechaba que iba por ahí,
ResponderEliminarUn abrazo.
Qué bueno, algo me temía.jajajaja
ResponderEliminarJajajaja muy bien contado, mantienes la intriga hasta el final. Menos mal que el recepcionista llegó a tiempo para el cambio de guardia Jajajaja. Y por la atención al clente, yo a, ese hotel ke doy un muy bien, 10, felicitado jaja.
ResponderEliminarBesos
Pues el final no es malo, pero qué intriga durante el texto :-)
ResponderEliminarPor las maduras fogosas, que tienen su corazoncito :-). Un abrazo
Se ve que al final la cuarentona, con sus pegotes de hidratante y todo, no le molestó tanto al recepcionista.
ResponderEliminarUn abrazo.
jajaaj cuantas vueltas dió la señora para hacer valer lo que pretendía. Saludos
ResponderEliminarAsí que esa era la emergencia.
ResponderEliminarUna mujer de 40 años es muy joven.
Bien contado.
Jaja Buenísimo! Excelente y divertido, con un giro inesperado que me ha resultado más que ingenioso. Muy buen relato que he disfrutado mucho, Dorotea! Un abrazo y felicitaciones por el éxito de tu convocatoria
ResponderEliminarJa, Ja, ja… Y es que la carne es débil! Era un verdadera y acalorada urgencia ja, ja, ja…
ResponderEliminarMagnífico, querida amiga. Mantiene el interés y va in crescendo!
Muy bueno y divertido.
Abrazo grande 💙
No se que es el abornoz.... pero, debe de ser algo muy liviano.. Madre Mía.
ResponderEliminarHola Doro. Te recuerdo que te toca proponer tema para este jueves. Un abrazo y feliz Pascua
ResponderEliminarHola Dorotea , un relato muy divertido
ResponderEliminarla verdad es que lo que quería a mujer era desahogarse
ya que los vecinos , estaban metidos en faena, jajajajaja
besos de flor.
Los polvos no planeados son los mejores. ¿Dónde se fueron esa clase de mujeres que ya no están?
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