miércoles, 16 de enero de 2019

GUERRA DE TALLAS





GUERRA DE TALLAS

Acaricié las líneas sensuales de la prenda sintiendo bajo mis dedos los bordes de sus costuras reforzadas, suspiré y puse el precioso corselé azul sobre el mostrador sin mirar a los ojos de la dependienta que lucía una talla 36 o menos.

-¿Se lo ha probado? -preguntó con una sonrisita canija.

¿Cómo? ¿La tía se estaba burlando de mi talla 52?

-Me está grande, quédeselo.
Podría haberle contestado pero no tuve  valor. De modo que agaché la cabeza, apreté los dientes y saqué del bolso la tarjeta Visa de mi hermana Carmen (una talla 50 algo justita).

-¿Le está bien entonces? ¿Se lo enseño en otro color?

Sus pulseras sonaban a serpiente de cascabel mientras seguía hurgando con sus uñas de porcelana en mi autoestima y me mostraba su arcada de Julia Roberts con coronas XXL afeadas por un leve olor acre de fumadora de azotea y cabina de wáter.

No quería para nada que se ganase una comisión con las cenizas de mi orgullo pero dejar de comprar el objeto de mi deseo sería reconocer una vez más el abismo existente entre Modigliano y Botero. Sin embargo se me ocurrió una salida y volví a guardar la Visa en el monedero.
-¿En naranja, lo tiene en naranja?

Avisó a la chica para todo, una veintiañera raquítica a la que le sobraba parte de su pichichi de la talla 34, quien trajo al mostrador una explosión de colores: corseléts en rojo, rosa, celeste y blanco, corpiños en negro, verde...

Fruncí la nariz.
-¿Nada en naranja?
-El naranja es muy difícil de combinar, -dijo con desprecio la vendedora.

A sus espaldas se acercó un guardarropas vestido con traje chaqueta gris que resultó ser la jefa de departamento. Una 32 con el doble de años y piel más tersa que un tambor.

-¿Algún problema, Matilda? -siseó con voz de insecto palo.
-Ninguno, la clienta quería ver otros colores...

Sentí lo que las merluzas en alta mar cuando las someten a congelación choque. Unos ojos claros bajo cejas tatuadas me enfocaron brevemente rociándome con frialdad y sorpresa. La única nota humana fue una pata de gallo que se abrió camino al craquelé entre el maquillaje.

-Ah, -expulsó por labios de bótox, giró sin desplazar el aire y se fundó con un expositor de camisas de noche.

Matilda me miró disgustada pero sin complicidad y despertó a la aprendiza que empezó a doblar los corseléts.

Quise ser mala y disfrutar de su fracaso.
-Entonces, ¿nada de naranja?

Se encogió de hombros.
-Ya ve.
Y mandó a la aprendiza que se lo llevara todo.

Al quedar vacío, el mostrador volvió a marcar la frontera entre mi gordura y su cuerpo flacucho. Al menos un empate, pensé y me fui.

Por la tarde mi hermana Carmen pasó por la tienda y compró en un plisplás el corselet en azul eléctrico que me hacía falta para completar un cuadro que me habían encargado. Lo expusieron en el escaparate de la tienda del Rey de la Cama, gustó mucho y se vendió enseguida. Claro, con un corselet de la talla 36...



17 comentarios:

  1. Cuando leo algo genial me siento orgullosa de poder opinar sobre ello, tu imaginación siempre me sorprende, los diálogos mantienen el interés y nos permiten sonreír, para el final guardas el sobre sorpresa. Un abrazo

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  2. Me encanta cómo la clienta entradas en carnes maneja el asunto. Porque sólo ella sabe el objetivo de esa compra, así que el despiste es sensacional. Ese final de escaparatista inteligente me ha hecho sonreír. Bueno, todo el texto, con esos diálogo con espárragos :-)

    Me encanta el naranja, aunque no lo use, así que vaya mi petición al fabricante de corpiños de que el naranja, como el sur, también existe. Un abrazo y feliz jueves de compras

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  3. Muy bueno amiga , demás de hacernos sonreír , una buena lección de como se debe atender ..me pareció visualizar la bonita escena de Pettry woman ..pero me quedó con el objetivo principal ..Vendiste el cuadro bienn.
    Un abrazo y feliz día.

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  4. Buenísimo. Cuando una está segura de lo que quiere, el camino está allanado. Y es que... hay quien al perder tallas, también pierde el buen humor. Así que abogo por las buenas curvas y el buen humor!
    Me ha encantado, querida amiga. Y con un sorpresivo final. Un placer leerte.

    Abrazo grande, y feliz día 😘

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  5. jajaja excelente! brillante! un despliegue de ingeniosa ironía empalmada con la impotencia dolorosa de quien siente que corre en desventaja. Un placer leerte, de veras. Un beso grande y muchas gracias por participar

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  6. No soy dado amover mis músculos ante escenas en los que los demás se desternillan. He de reconocer que en la lectura de tu maravilloso cuento sí lo he hecho varias veces. ¿Con que naranja eh? Ja ja ja.
    Gracias. Felicidades. Un beso enorme y seguimos leyéndonos y comentándonos periódicamente. ¡Qué delicia!

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  7. Jajaja! Muy inteligente! Y bien empleado le está a la dependienta insolente. Por cierto que lo de las talla varía de una marca a otra más que una veleta en el mes de marzo.
    Bssm

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  8. Jajajajaja, un relato vivo, lleno de ironía y ternura, jajajajaja.

    Brillante.

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  9. Cuantos recuerdos me has hecho revivir, sobre todo cuando le compraba como regalo alguna pieza de ropa a una de mis hijas mucho más delgada que yo. Tu relato es genial y con sorpresa final, muy bueno y divertido, besos.

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  10. Jajajaj me he reído a mandíbula batiente. Muy bueno.

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  11. Muy divertido, aunque a la chica, seguro que se le cae el pelo por no irse antes,
    Un abrazo

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  12. ¡Un relato genial, Dorotea! Si yo hubiera sido la protagonista, no habría comprado nunca más en aquella tienda debido a las malencaradas dependientas. Una venta es una venta, ¿no? ¡Qué más dará la talla!
    Eso sí, coincido en que los corsets me parecen una preciosidad.
    Besos jueveros.

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  13. Si yo te contará... ¡Qué cosas pasan pero son así, ni más ni menos. Recuerdo algo parecido que me sucedió... A los pocos meses, la tienda cerró...
    Un beso enorme :-)

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  14. Jajajaj, encantador relato. Te lleva de un tirón a devorarlo ( y no por la talla de la protagonista)
    Cuántas situaciones dispares inspira una imagen y cuánta imaginación vive Dios!
    Besos

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  15. Solo hacía falta que le picaran un poquito para mostrar que sabe manejar el asunto, irónico y encantador relato.
    Abrazos

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  16. Gran giro le has dado, es muy bueno

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  17. Buena escusa la del color para irse de la tienda sin comprar nada. Es lo que se mercian la dueña tiesa como un tambor y sus escuálidas dependientas. Magnífica historia. Saludos.

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