Yo nunca fui una niña traviesa. De chica no rompí más cuadernos ni libros de lo normal y solo para hacer rabiar a mi hermana.
Para la Primera Confesión me inventé haber robado una goma de borrar porque no quise ser la más inocente, con lo cual le engañé al cura pero hasta mucho más tarde no comprendí el alcance ético de esa mentira.
Hasta los doce años no fumé y a partir de los doce tampoco... fui fumadora durante la tarde de mi cumpleaños nada más: ya que mi madre me aconsejó que siguiera con el hábito, me aburrí y lo dejé para siempre.
Solía recuperar por una propina perros extraviados en un parque próximo a casa y cuando no había ninguno suelto conseguía con golosinas que me siguieran dejando atrás a sus amos.
Con ocasión de los bailes que organizaban los reclutas de la zona, vendía por un Marco el número de teléfono de casa para que invitasen a mi hermana mayor.
Hacía los deberes de mis compañeras de colegio por veinte peniques o la promesa de no reírse de mí en clases de gimnasia.
Con el puro deseo de sembrar sonrisas puse más de una vez revistas de mal gusto entre el Anunciador de la Parroquia que se ofrecía en una estantería de la sacristía y, eso sí, fui campeona en escupir huesos de cereza a la cabeza de los perros de la vecindad.
Mi conciencia está tranquila. Nunca fui una niña traviesa...
Para la Primera Confesión me inventé haber robado una goma de borrar porque no quise ser la más inocente, con lo cual le engañé al cura pero hasta mucho más tarde no comprendí el alcance ético de esa mentira.
Hasta los doce años no fumé y a partir de los doce tampoco... fui fumadora durante la tarde de mi cumpleaños nada más: ya que mi madre me aconsejó que siguiera con el hábito, me aburrí y lo dejé para siempre.
Solía recuperar por una propina perros extraviados en un parque próximo a casa y cuando no había ninguno suelto conseguía con golosinas que me siguieran dejando atrás a sus amos.
Con ocasión de los bailes que organizaban los reclutas de la zona, vendía por un Marco el número de teléfono de casa para que invitasen a mi hermana mayor.
Hacía los deberes de mis compañeras de colegio por veinte peniques o la promesa de no reírse de mí en clases de gimnasia.
Con el puro deseo de sembrar sonrisas puse más de una vez revistas de mal gusto entre el Anunciador de la Parroquia que se ofrecía en una estantería de la sacristía y, eso sí, fui campeona en escupir huesos de cereza a la cabeza de los perros de la vecindad.
Mi conciencia está tranquila. Nunca fui una niña traviesa...
Descubran otras travesuras en el blog de Inma
Me encanta saber que tenías ese tipo de inquietudes! jejej
ResponderEliminarUn abrazo
Ja! Menos mal que no eras traviesa porque sino.....
ResponderEliminarMe has hecho recordar algunas que hice en el colegio de monjas....No se porque cuando estaba escribiendo lo del jueves no he recordado esas jejeje..algún día me da por ser sincera y las escribo ...tan solo por recordar a la madre superiora...(Que Dios haya sido buenito con ella..porque lo que eramos nosotras jejej)
Besoss jueveros
Y esas son las travesuras que cuentas, habría que oír las que callas. Me encantan las travesuras. Saltibrincos
ResponderEliminarBueno, en realidad eran travesuras sin importancia que no pueden considerarse como tales, así que digamos que no fuiste traviesa...ja,ja,ja...ni mentirosa.
ResponderEliminarMuy bueno, me ha gustado mucho!
Un beso
Debias de ser una niña tranquilita, pero a las callas callando.....vamos que tirabas el hueso y escondias la mano. Esas son las mejores travesuras las que casi ni se notan, muy buenas. Besos.
ResponderEliminarDebias de ser una niña tranquilita, pero a las callas callando.....vamos que tirabas el hueso y escondias la mano. Esas son las mejores travesuras las que casi ni se notan, muy buenas. Besos.
ResponderEliminarQuien dice que es una travesura o que no lo es, todo es subjetivo. Y si dices que no hacías travesuras yo casi te creo.
ResponderEliminarUn saludo.
Eras bastante lista tú, travesuras pero bien pensadas.
ResponderEliminarUn abrazo
Yo te creo , son formas distintas de divertirse.
ResponderEliminarEntre tus cualidades no estaba la de reconocerte traviesa, porque a tenor de lo que nos cuentas, algo traviesa sí que eras. Me encanta la ironía que se desprende de ese tener la conciencia tranquila por no haber sido nunca traviesa. Menos mal que no lo fuiste porque de haberlo sido...
ResponderEliminarUn abrazo.
Yo tampoco fui traviesa pero yo no tengo aventuras... jajajaj Tú sí, muy inquieta pero eso, con cocimiento de causa que es lo importante y reconociéndolo.
ResponderEliminarEs bueno dibujar sonrisas.
Un besazo enorme.
Nooooo... Que va, fuiste una niña muy tranquila, se te veía... :) un trasto es lo que eras Dorotea... Me ha gustado mucho saber de tus travesuras de infancia...
ResponderEliminarBesines...
Un quiebre lo de recuperar perros perdidos y lo de alejarlos de sus dueños si no se perdían. Lo de hacer los deberes me parece una muestra de compañerismo.
ResponderEliminarY lo de escupir huesos y lo de poner esas revistas...¿Dijiste que no eras traviesa?
Que gusto leerte.
Un quiebre lo de recuperar perros perdidos y lo de alejarlos de sus dueños si no se perdían. Lo de hacer los deberes me parece una muestra de compañerismo.
ResponderEliminarY lo de escupir huesos y lo de poner esas revistas...¿Dijiste que no eras traviesa?
Que gusto leerte.
Dorotea, menos mal que no fuiste una niña traviesa. Me gustó mucho tu relato. Un beso
ResponderEliminarDorotea, menos mal que no fuiste una niña traviesa. Me gustó mucho tu relato. Un beso
ResponderEliminarMe has hecho reir... yo también hacía algunos deberes de mis compañeros pero a cambio de otros en los cuales era pésima... me encantó tu relato!
ResponderEliminarBesos.