sábado, 22 de diciembre de 2018

LA VERDAD SOBRE RAPUNCEL




LA VERDAD SOBRE RAPUNZEL

Érase una vez una princesa guapa y simpática, lista y compasiva, que era el orgullo de sus padres hasta que a la edad de nueve años jugando con una caja de experimentos químicos mezcló un mejunje que iba destinado a evitar los tirones a la hora de peinarse. Feliz y contenta se tomó un buen trago de su invento y llamó a su doncella para que la bañase y peinase.

Cientoveinte toques de cepillo se llevaron sin daño otros tantos mechones, o sea, su cabellera rubia entera. La sirvienta tuvo un ataque de pánico. Los reyes llamaron al peluquero real y a los médicos, alquimistas y charlatanes pero ya fue tarde: la princesita se había quedado calva y su cabecita lucía brillante como una bola de billar.

Diez años más tarde nada había cambiado. Dietas, medicinas, masajes y vapores, pomadas y emplastes, magia y ensalmos... no había manera de que brotase un solo pelo.

Por vergüenza, la princesa se negaba a ver a nadie y cuando sus padres murieron en un accidente de carruaje, se hizo saber al pueblo que la hija también había fallecido. En secreto se mudó a una torre aislada en el bosque y solo la sirvienta, ya bastante mayor, sabía dónde estaba y atendía a sus necesidades.

El reino sin soberano fue pretendido por muchos parientes pero ninguno supo dirigirlo bien. Todos se llevaron su parte y más, y pronto fue un lugar pobre y desatendido.

Entonces llegó un primo segundo que había estudiado fuera. Le nombraron Rufo I, y lleno de buenas intenciones trabajó para recomponer la economía del reino ahorrando donde pudo, salvo en la comida de palacio porque era algo glotón.

Un día Rufo I pilló a la vieja sirvienta que salía de la cocina con un pesado cesto de mimbre. Supuso que llevaría restos de la mesa a algún pobre, pero cuando lo destapó descubrió que todo era de lo más suculento y fino, mejor de lo que él  mismo comía. Así que montó en cólera y le siguió a escondidas.

Era de noche y una espesa niebla cubría el bosque. El gobernador Rufo I se había perdido cuando a lo lejos una luz blanquecina fue su guía y lo llevó hasta la torre de la princesa. Vió como la sirvienta -que esperaba al pie de la torre- desató la cesta vacía de una trenza de pelo dorado y se marchó.

Cuando la trenza empezó a elevarse Rufo I justo logró agarrarla y trepar con mucho esfuerzo unos cuantos metros por ella. Resoplaba y bufaba porque estaba algo gordo y notaba como los mechones se le escapaban de sus manos sudadas... Sin embargo consiguió llegar a la ventana en cuya reja estaba sujeta la trenza. Allí vio  una hermosísma cara rodeada de luz brillante, coronada por un casco de plata, y unas lágrimas que rodaban por mejillas sonrosadas.

No hubo tiempo para más: la trenza se partió y Rufo I se cayó al suelo donde su gordura amortiguó el impacto. Dolorido y herido en su orgullo se pudo ir por su propio pie, pero ya en el camino estaba seguro que se había enamorado perdidamente de aquella cara angelical.

Su plan más urgente fue adelgazar para poder llegar hasta la belleza del bosque y pedirle la mano. Como sabía que no iba a aguantar un régimen para perder peso, reunió a los médicos y brujos y les exigió un brebaje que le convirtiera en cuestion de veinticuatro horas en un pretendiente esbelto.

La cocina entera del palacio hervía; los cazos echaban vapores de todos los colores. Las brujas de la región vendían sus existencias de ingredientes mágicos y Rufo I probaba pacientemente todos los mejunjes... Como todos sabían horriblemente vomitaba entre zumos y potitos, sudaba como un condenado a muerte, y tuvo que apretarse el cinturón varias veces para que no se le cayera el pantalón.

Solo quedaba un vasito con una bebida color arco iris cuando al tomar un sorbito le creció el pelo de una manera increible. Las cejas no le dejaban ver, sus manos parecían las garras de un oso y el bigote le llegaba hasta los pies.

Mientras el mago preparó un antídoto, se formó tal escándalo que la vieja sirvienta pudo llevarse el vaso con el resto y aunque fuera de noche, ella corrió hasta la torre de la princesa. La pidió que bajase y la princesa aprovechó el único mechón que todavía estaba sujeto para llegar abajo y tomarse el traguito que quedaba.
No era mucho pero lo suficiente y la princesa pudo regresar a palacio luciendo una preciosa melena de color del arco iris.
Rufo I se casó con ella nada más verla y para evitar habladurías se inventaron la versión peluda, o sea, Rapunzel, cuando debería haberse llamado Calvincel...

P.D. Gracias a Rufo I nunca les faltaron medios para comer perdices.

9 comentarios:

  1. Digo yo que bien podía haber recurrido al peluquero real para que le hiciese una peluca... como esas que aún llevan en la Cámara de los Lores... ;-)
    En otro orden de cosas, ya nos pasarás la receta esa de brebajes para paliar los excesos navideños jajaja!

    Bss.

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  2. Un bonito final que... comienza en el principio.

    Saludos.

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  3. Amiga me has hecho leer el original para ver de qué se trataba y sí me ha gustado mucho , pero el tuyo no tiene desperdicio alguno , con lo cual me quedo con las dos versiones pq me han encantado que cuento más lindo ..gracias por esta oportunidd de volver a ser niña de nuevo ..
    Un fuerte abrazo y feliz noche.

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  4. Muy entretenido, vaya cambio le has dado al cuento. Abrazos

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  5. Un bonito final que da inicio a algo
    Un beso

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  6. Jajajaj me he reído con lo de Calvincel, jejejejeje

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  7. Con tanto zumo y potito y a fuerza de intentarlo tenía que quedar delgadito y entre todo eso, el antídoto para ella
    Abrazos

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  8. Precioso Dorotea. Porfiar en un noble empeño suele conducir a un final deseado... por lo menos en los cuentos. Y dicho esto ¿que es la vida si no un cuento del que formamos parte como lectores, actores y escritores, ¿....? La proporción de cada uno de ellos es lo que determina que el cuento sea más verosímil y nos haga más o menos felices. Felicidades por la sensibilidad que enlaza las palabras para atraparnos. Y que el 2019 nos depare nuevos retos en los que entrelazar nuestros afectuosos comentarios. Un beso

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  9. la vida es un cuento y cuántas aventuras nos depara. Tu cuento me ha tenido aquí plantada desde la primera letra. Tu versión es muy actual aunque el final sea más de cuento... o no :-) Te aseguro que me gusta mucho tu versión. la real me resulta muy pesada :-)
    Un beso enorme y que en este nuevo año que va a nacer sigamos siendo cómo somos o mejores y sigamos vibrando entre letras, encontrándonos en estos rincones tan nuestros.
    Lo mejor siempre.

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